El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Un hecho que me ha sorprendido toda la vida es la manifiesta evolución de la percepción de la belleza, al menos de la belleza femenina. Me resulta chocante que las mujeres de antaño, representadas en obras de arte y supuestamente consideradas bellas, sean siempre más regordetas y de menor estatura que las que hoy son tenidas por el culmen de la belleza. En mi tal vez ingenua visión, similar a la de los antiguos griegos que creían que la belleza derivaba de proporciones matemáticas fijas, la belleza debería ser un concepto inamovible con los tiempos. Sin embargo, se mueve.
Los cambios en el concepto de belleza no pueden ser debidos a mutaciones en los genes, los cambios en el concepto de belleza han tenido que ser debidos a razones culturales.
Si definimos la cultura como el conjunto de tradiciones generadas por previas generaciones y heredadas mediante el aprendizaje social, entonces la ciencia ha demostrado que otras especies, distintas a la humana, también poseen cultura. Algunos ejemplos son las técnicas para conseguir alimento empleadas por la ballena yubarta, el carbonero común (un pajarillo de la familia de los gorriones) e incluso los abejorros, y el empleo de herramientas por los chimpancés.
Un grupo de investigadores europeos y australianos intenta comprobar esta idea realizando unos ingeniosos experimentos con uno de los organismos de laboratorio más primitivos y estudiados: la mosca Drosophila melanogaster. Los investigadores estudian si las moscas generan cultura o no con respecto a un comportamiento indispensable para la supervivencia: el comportamiento sexual.
Al igual que sucede en nuestra especie y en tantas otras, en condiciones normales, son las hembras de Drosophila las que eligen a sus parejas. Para comprobar si las preferencias sexuales de las hembras de Drosophila se conforman a alguna tendencia cultural, los científicos someten a moscas hembras a lo que no es sino una sesión de porno duro. Colocan a un número de hembras vírgenes en el centro de una cámara hexagonal transparente, desde donde pueden observar a seis hembras copulando con machos en otras seis cámaras adyacentes a la cámara central. Los investigadores dispusieron el experimento de manera que una hembra y dos machos, uno marcado con pintura de color verde y el otro con pintura de color rosa, fueron introducidos en cada una de las seis cámaras, pero solo se permitió que la hembra copulara con uno de los dos machos, mientras el otro observaba (es de esperar que con mucho interés). De este modo, los investigadores consiguieron que las hembras de las cámaras centrales observaran cómo sus seis compañeras copulaban con una mayoría de machos verdes, con una mayoría de machos rosas, o con una combinación equilibrada de ambos.
Tras este periodo de observación, se hizo pasar a las hembras vírgenes a la acción, juntándolas con machos pintados de color verde o rosa. ¿Tendría algún efecto el color de estos machos en la proporción de aceptación o rechazo para copular con ellos, según las preferencias observadas en sus compañeras?
Pues sí, y el efecto fue muy importante. Las hembras que habían visto copular a otras mayoritariamente con machos pintados de un color, aunque solo fuera en una proporción de 60:40 con el otro, mostraron una clara preferencia por machos pintados con ese color. Estas preferencias no se manifestaron, sin embargo, en las hembras que habían visto copular con machos de ambos colores de forma equilibrada. Las preferencias, además, se mantuvieron por varias generaciones.
Las moscas hembra, por tanto, tienden a conformarse a las preferencias sexuales de sus compañeras. La tendencia a la conformidad es igualmente propia de nuestra especie, lo que ha sido puesto de manifiesto en múltiples estudios. Estos estudios indican que la evolución no es solo cuestión de genes. Puede ser también cuestión de cultura.
Referencia: Etienne Danchin et al (2018). Cultural flies: Conformist social learning in fruitflies predicts long-lasting mate-choice traditions. Science 362, 1025–1030 (2018) 30 November 2018.
Más información en el Blog de Jorge Laborda.
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