Aún recuerdo uno de los primeros refranes que aprendí en la infancia: Desayuna mucho, come más, cena poco y vivirás. Haciendo caso de este refrán, algunas personas obesas limitan o se saltan por completo el desayuno, en un intento de adelgazar, aunque compensan luego las escasas calorías ingeridas en el desayuno en el almuerzo, la comida o la cena. ¿Ayuda esta estrategia a gastar más calorías que, por ejemplo, desayunando más y cenando menos?

Existe un conocido fenómeno, que sucede tras la ingesta de alimentos, que se denomina la termogénesis inducida por la dieta. Esta termogénesis supone un mayor consumo de grasas que se “queman” simplemente para generar calor. La termogénesis sigue un ritmo circadiano, es decir, depende del momento del día, por lo que según cuántas calorías se ingieran en uno u otro momento de la jornada es posible que una diferente proporción de grasas sea quemada preferentemente en lugar de ser acumulada en el tejido adiposo. Si esto es cierto, el refrán podría ser cierto.

Investigadores de la Universidad de Lubeck, en Alemania, llevan a cabo un estudio de laboratorio con 16 jóvenes voluntarios. Estos pasaron tres días tomando una dieta en la que el desayuno solo suponía el 11% de las calorías diarias, mientas que la cena suponía el 69%. Dos semanas más tarde, los mismos voluntarios volvieron a pasar tres días en condiciones de laboratorio ingiriendo una dieta en la que el desayuno suponía el 69% de las calorías y la cena solo el 11%. Durante esos dos periodos de tres días, los investigadores determinaron la cantidad de termogénesis inducida por la dieta, y determinaron igualmente los niveles de glucosa en sangre, la tasa de metabolismo de la glucosa y la sensación de hambre y apetencia por los dulces.

Los resultados de este estudio son ciertamente reveladores. La termogénesis inducida por la dieta fue 2,5 veces superior cuando las mismas calorías se ingirieron durante el desayuno que cuando estas calorías se ingirieron durante la cena, es decir, las mismas calorías ingeridas eran quemadas, en lugar de almacenadas, mucho más eficazmente por las mañanas que por las noches. Igualmente, el incremento de los niveles de glucosa en sangre, y también de los niveles de insulina, fue menor cuando se tomaba un desayuno rico en calorías que cuando se ingería una cena de idéntico contenido calórico. Esto sugería que el momento en que se ingiere la mayor parte de las calorías diarias puede incidir en la probabilidad de desarrollar diabetes y resistencia a la insulina. Por último, un desayuno pobre en calorías incrementó la sensación de hambre por las mañanas y el apetito por alimentos dulces, ricos en carbohidratos de rápida absorción, lo que también es un factor de riesgo para desarrollar obesidad y diabetes.

Así pues, según estos datos, es preferible comer un buen desayuno que una buena cena si queremos protegernos del riesgo de desarrollar obesidad y diabetes. Los resultados indican también que saltarse el desayuno, o tomar un desayuno pobre en calorías, es una estrategia equivocada para intentar perder peso.

Referencia:

Juliane Richter et al. (2020). Twice as High Diet-Induced Thermogenesis After Breakfast vs Dinner On High-Calorie as Well as Low- Calorie Meals. J. Clin. Endocrinol. Metab. March 2020, 105(3):1–11. doi:10.1210/clinem/dgz311.

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