El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Esta semana vamos a hablar de un tema que sigue muy de actualidad, no solo científica, sino también social: las diferencias entre hombres y mujeres, en particular, las diferencias en lo que concierne al manejo de la información recibida en las experiencias vitales y las emociones y recuerdos que esa información suscita.
Hace cerca de veinte años hablaba de este tema en un artículo en el que relataba unos interesantes experimentos llevados a cabo con 12 voluntarios y 12 voluntarias que donaron sus cerebros a la ciencia por unas horas, lo que permitió estudiar su actividad. El estudio ilustra bastante bien, además, el funcionamiento de la ciencia; cómo esta emite hipótesis razonables sobre los hechos observados y, a partir de esas hipótesis, intenta conseguir nuevas observaciones que las confirmen o las desmientan. Esto es importante, porque no debemos olvidar que la ciencia no es solo el conocimiento que esta adquiere sobre el mundo que nos rodea, sino también, sobre todo, el procedimiento válido que debe emplearse para conseguir dicho conocimiento: el método científico.
Aquí podéis leer lo que escribí sobre el tema hace cuatro lustros
Como vemos, el estudio obtenía evidencias que, aunque apoyaban la hipótesis del estilo cognitivo, no invalidaban por ello la hipótesis de la intensidad afectiva. Parece, por tanto, que las diferencias entre el funcionamiento de los cerebros de hombres y mujeres son reales y pueden deberse a al menos las dos causas estudiadas, la intensidad afectiva y el estilo cognitivo.
Sin embargo, este aparente descubrimiento no explica por qué mujeres y hombres sufren de diferente intensidad afectiva, y también de diferente estilo cognitivo. ¿Qué causas subyacen en esas diferencias?
El asunto se ha estudiado con bastante intensidad estas dos últimas décadas. Para tener una idea, baste con considerar que el año 2001 la base de datos Pubmed, que almacena las publicaciones biomédicas realizadas en todo el mundo, recogía la publicación de 456 artículos relacionados con diferencias cerebrales entre los sexos. La cantidad de estudios ha ido incrementándose constantemente de manera que, en el año 2021, veinte años más tarde, los artículos científicos publicados sobre este asunto fueron 2,571. Hasta el 12 de mayo de 2022, fecha en la que grabo este programa, se han publicado ya 948 estudios, por lo que es posible que se supere la cifra anterior este año.
¿Qué han descubierto estos estudios? Evidentemente, no podemos explicar aquí todo lo que han desvelado, pero sí podemos decir que los estudios confirman que las diferencias entre hombres y mujeres se extienden no solo al aspecto emocional, sino también a otros aspectos cognitivos, como la atención o la memoria no relacionada con las emociones, o a la susceptibilidad a la ansiedad o a la depresión. También se ha comprobado que el cromosoma X ejerce un importante efecto sobre esas diferencias, incluso sobre la anatomía fina del cerebro, como era de esperar. Asimismo, se han descubierto diferencias debidas a mecanismos epigenéticos, es decir, a diferentes modificaciones químicas del ADN de las células cerebrales que impactan en el funcionamiento de los genes, lo que finalmente genera diferencias en el funcionamiento cerebral.
En resumen, podemos afirmar que las diferencias cognitivas entre hombres y mujeres son variadas en su cualidad, y varían también en su intensidad. Algunos estudios han indicado igualmente que esas diferencias, como ya no debería sorprender a nadie, han ido surgiendo a lo largo de la evolución de nuestra especie, y deben por ello ejercer, o al menos haber ejercido, algún efecto sobre nuestra supervivencia y nuestro éxito evolutivo. Probablemente, cada sexo ha desempeñado para ello un papel inconsciente, involuntario, que probablemente sigue ejerciendo hoy. Por ello, creo que entender esas diferencias, y aprender a canalizarlas, es importante. Aceptar las diferencias entre hombres y mujeres que la ciencia nos desvela no es tampoco ir en contra de la igualdad, sino, bien al contrario, favorecerla, porque, en mi humilde opinión, pienso que la igualdad no se logra empeñándose en obviar las diferencias que la naturaleza nos ha impuesto, sino empeñándose en conseguir las condiciones que nos hagan a todos, hombres y mujeres, igualmente felices, a pesar de nuestras diferencias.
(Jorge Laborda 14/05/2022)
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