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Quilo de Ciencia

El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.

Del Madrid de “¡no pasarán!” a la pelagra y Francisco Grande Covián.

Francisco Grande Covian - Quilo de Ciencia podcast - Cienciaes.com

En una España dividida en bandos por la Guerra Civil Española (1936-1939), Madrid se convirtió en símbolo de la resistencia del bando republicano. El “¡No pasarán!”, llamamiento por radio que realizó Dolores Ibárruri, ”La Pasionaria”, se convirtió en la consigna para detener el avance de los militares sublevados sobre Madrid, pero a un alto precio. La capital sufrió un bloqueo por parte de las tropas nacionales que causaron grandes carencias de abastecimiento. La población madrileña fue sometida a un ensayo clínico de restricción alimenticia sin que ningún comité de ética pudiese dar su veredicto.

En toda situación, por mala que sea, se pueden extraer experiencias y derivar conclusiones útiles para la humanidad. Ante este episodio, un grupo de científicos españoles consiguió obtener importantes contribuciones en el área de la nutrición y la neurología. Entre las contribuciones más dignas de destacar, y que hoy relataremos, se encuentra la del colungués Francisco Grande Covián (1909-1995), el cual, con un gran esfuerzo, enorme rigor y con escasos medios, efectuó varios estudios sobre las carencias nutricionales de la población madrileña que actualmente siguen siendo referencia obligada en la bibliografía científica sobre enfermedades carenciales.

Grande Covián había obtenido el título de médico en la Universidad Central de Madrid, completando su formación en prestigiosos centros de Alemania, Inglaterra, Suecia y Dinamarca. Fue uno de los discípulos destacados, junto a Severo Ochoa, del Dr. Juan Negrín López, catedrático de la Universidad Central de Madrid, que ocupaba el cargo de ministro de Hacienda al estallar la Guerra Civil Española.

Negrín, al comienzo de la contienda, creó el Instituto Nacional de Higiene de la Alimentación, nombrando para su dirección al catedrático de Fisiología Dr. José Puche y al Dr. Grande Covián para la subdirección, pero, dado que Puche ejercía el cargo de rector de la Universidad de Valencia, fue, en la práctica, Grande Covián, el que dirigiría esta institución. En este Instituto se abrió una consulta para el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades nutricionales, donde se remitía a los pacientes de la capital con síntomas carenciales.

Antes de continuar, conviene hacer un breve recordatorio del descubrimiento e impacto que tuvo una de las enfermedades carenciales que apareció en Madrid durante la Guerra Civil. La historia se remonta al siglo XVIII cuando el médico, Gaspar Casal (1680-1759), descubre en los valles asturianos lo que los lugareños conocían como “El mal de la rosa”. Casal describe, por primera vez esta enfermedad en 1735, relatando a la perfección todos los síntomas de la misma: la demencia, diarrea y dermatitis (Enfermedad de las 3D) en su libro “La Historia Natural y Médica del Principado de Asturias”. Los síntomas dermatológicos descritos por Casal son aspereza y enrojecimiento en el dorso de las manos, cuello y pies, que degenera en dolorosas costras escamosas con fisuras. En 1771, el italiano Francesco Frapolli dio a esta enfermedad el nombre “pelagra” (pelle: piel, agra: áspera) que es como se conoce en la actualidad.
La pelagra causó estragos en Estados Unidos en el siglo XIX y principios del XX, llegando a constituir la cuarta causa de muerte en el estado de Mississippi. Dada esta expansión de la pelagra, en 1914 el investigador Joseph Goldberger del Servicio de Sanidad de Estados Unidos fue enviado a la ciudad de Jackson (Mississippi) para investigar las causas de la pelagra. Goldberger dedujo que se trataba de una enfermedad causada por una deficiencia alimentaria.
Gracias al descubrimiento de Goldberger y el logro, nada fácil, de reproducir la pelagra en la especie canina, en 1937, Conrad Elvehjem de la Universidad de Wisconsin, demostró que la pelagra en el perro se podía tratar y curar con el ácido nicotínico, o vitamina B3.

Conviene recordar que las vitaminas son sustancias necesarias para un correcto funcionamiento de los seres vivos, pero que estos son incapaces de producirlas por lo que es necesario que las incorporen en su dieta. No todos los organismos necesitan que su dieta contenga las mismas vitaminas; para una determinada especie será necesaria una vitamina y para otra, no. Así, por ejemplo, sólo se conocen cinco especies en las que el ácido ascórbico es una vitamina, la vitamina C, (es decir que tenemos que incorporarlo a nuestra dieta). Estas son especie la humana, los monos antropoides, el cobaya, el murciélago de la fruta y el ruiseñor chino. Todas las demás especies no tienen problemas en fabricar esta sustancia.

El hecho comentado de que fue muy difícil conseguir reproducir la pelagra en una especie animal, se debe al hecho de que, como acabamos de comentar, las vitaminas no son las mismas para las distintas especies.

La falta de vitamina B3 (ácido nicotínico) impide que podamos producir unas moléculas denominadas coenzimas, necesarias para que determinadas enzimas puedan utilizar la glucosa, las proteínas y generar energía necesaria para nuestras células. Al disminuir la actividad de estas enzimas, consecuencia de la falta de esta vitamina, se producen anomalías en la reparación de las células que están dañadas de nuestros tejidos, lo que se pondrá de manifiesto, en primer lugar, en aquellos que tengan un recambio celular alto, como son la piel o el intestino, u otros que necesitan mucha energía, como es el cerebro (el cual se nutre fundamentalmente de glucosa). Por esta razón, la pelagra produce sus primeros síntomas en la piel (dermatitis), el tubo digestivo (diarrea) y el cerebro (demencia).

El hecho de que las lesiones cutáneas se produzcan fundamentalmente en la piel que está expuesta a los rayos solares, se debe a que las coenzimas dependientes del ácido nicotínico son muy importantes para las enzimas implicadas en la reparación de la epidermis dañada por la radiación ultravioleta, así como para otras sustancias que nos protegen frente a ella.
Volvamos al Madrid durante la Guerra. Grande Covián pudo analizar con bastante precisión la dieta que consumían los madrileños desde el verano de 1937 hasta el fin de la guerra, realizando el cálculo a partir de los datos de abastecimiento de la ciudad. Según sus estudios, la dieta pasó de 1.550 calorías/día a mediados de 1937 hasta solo la mitad (770 calorías/día) a finales de 1938. Téngase en cuenta que un adulto sano que no efectúe un trabajo físico intenso requiere 2.400 calorías/día. Además, observó que la dieta era deficitaria en proteínas, grasas, minerales y vitaminas. A principios de 1938, empezaron a acudir al Instituto Nacional de Higiene de la Alimentación pacientes con lesiones cutáneas en el cuello, manos y pies, así como con trastornos gastrointestinales y neurológicos. Grande, que era un gran observador y tenía unos amplios conocimientos, diagnosticó con gran precisión que padecían pelagra. Conocía muy bien la historia del “mal de la rosa” gracias a la lectura del libro citado de Gaspar Casal, del que su abuelo, Ricardo Covián, tenía un ejemplar en su biblioteca de Colunga (Asturias).

En 1938, el descubrimiento de Elvehjem llegó a conocimiento de Grande a través del artículo que aquel publicó en el Journal of Biological Chemistry, revista que el Dr. Puche, recibía en la Universidad de Valencia y que reenviaba al Instituto, del que era director. Con ayuda de uno de los químicos del Instituto, el Dr. Ángel del Campo, consiguieron fabricar ácido nicotínico a partir de la nicotina que encontraron y requisaron de los establecimientos de productos agrícolas y de jardinería, utilizada para matar el pulgón de las plantas. Al ir aumentando el número de pacientes, se hizo necesario fabricar más ácido nicotínico y esto se consiguió con la colaboración del químico turolense, Dr. Gómez Aranda.

La pelagra, durante la guerra y postguerra, llegó a ser la enfermedad carencial más prevalente en Madrid. Se calcula que en el Instituto trataron unos 3.500 casos de pelagra y más de 30.000 en otros centros de la capital.
Las publicaciones de Grande Covián sobre de las deficiencias nutritivas de la población española le darían reconocimiento internacional. Sin embargo, la dictadura de Francisco Franco no le perdonó haber sido discípulo de Negrín, el cual terminó siendo Presidente de la República, y lo marcó como colaboracionista y persona “non grata”. Avisado de su posible detención, tuvo que esconderse durante el verano de 1939 en un cortijo de Úbeda, donde aprovechó para escribir su experiencia sobre las carencias nutricionales sufridas por la población madrileña. Incluso después de que la dictadura perdiera interés en detener a “colaboradores”, el Tribunal de Responsabilidades Políticas lo “depuró”, prohibiéndole opositar a cualquier universidad española por un periodo de diez años.

Durante estos años, se vio obligado a trabajar en los laboratorios Ibis sintetizando vitaminas, y posteriormente en el Centro de Investigaciones Médicas. Cuando se le permite opositar, en 1949, obtuvo la Cátedra de Fisiología de la Universidad de Zaragoza. La incómoda atmósfera política y los escuetos fondos de investigación hicieron que sus perspectivas de investigación fueran escasas. En 1952, el Dr. Ancel Keys de la Universidad de Minnesota, USA, realiza una encuesta sobre enfermedades cardiovasculares en Madrid, en la que Grande le brinda su colaboración y, como resultado, Keys le invita a ir a trabajar a su laboratorio en Minnesota. Él acepta y al año siguiente consigue el pasaporte y junto con su familia se muda a los Estados Unidos donde permanecería durante las próximas dos décadas.

En Minnesota, realizó una brillante tarea investigadora. Las principales contribuciones de Grande Covián, en su etapa americana, se agrupan en tres líneas generales de investigación: 1) el estudio de los efectos de la restricción calórica e hídrica en el rendimiento del ejercicio, conocido como “El experimento de Minnesota”, que permitió conocer los mecanismos de adaptación humana a condiciones extremas; 2) el estudio de los factores hormonales en el metabolismo de los lípidos, donde reveló el papel que desempeñan las hormonas en la absorción de las grasas; y 3) los efectos de la grasa de la dieta sobre el colesterol del suero sanguíneo. Fue en esta investigación en la que Grande hizo sus contribuciones más relevantes sobre el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular. Demostró que no todas las grasas son iguales: unas aumentan el colesterol; otras, lo reducen; algunas son neutras. Mediante mediciones cuidadosas de los cambios del colesterol de individuos sometidos a dietas estrictamente controladas, él y sus colaboradores desarrollaron una ecuación, conocida como “ecuación de Keys-Anderson-Grande”, que permite predecir el cambio del colesterol de la sangre a partir del porcentaje de grasas poliinsaturadas, monoinsaturadas y saturadas y del colesterol de la dieta, ecuación que sigue vigente en la actualidad. Por estos estudios sobre las grasas y el colesterol, recibió múltiples distinciones y fue propuesto para el Premio Nobel de Medicina en varias ocasiones.

A mediados de los años setenta, Grande se retiró de su puesto de investigación en Minnesota para volver a España y regresa a Zaragoza donde se hizo cargo de la dirección del Instituto de Investigación Bioquímica y de Nutrición Don Juan Carlos I. Él se refería a este retiro en Zaragoza como su “reencarnación”, ya que al poco de llegar fue nombrado Catedrático Extraordinario de la Universidad de Zaragoza. Su regreso a España coincidió con un período de creciente interés popular en la dieta y la salud. Grande se convirtió en un icono por sus clases y conferencias. Su facilidad de palabra, su amplitud de conocimientos, su naturaleza amable y filosófica, lo convirtieron en un invitado habitual en programas de radio y televisión. Fue un ávido promotor y defensor de la dieta mediterránea y realizó numerosos estudios sobre el aceite de oliva y la salud. Fue fundador de la Sociedad Española de Nutrición e impulsor del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Zaragoza, donde dirigió 18 tesis doctorales, publicó múltiples artículos científicos, cultivó una nueva escuela de ciencias de la nutrición en España, y todo ello lo consiguió estando “jubilado”.

Actualmente es ampliamente citado en materia de nutrición y recordado por sus estudios, en especial sobre la pelagra. Juan Velarde Fuertes (1927-2023), el que fue director de los Cursos de La Granda, Asturias, dijo referente a este eminente colungués: “El pueblo de Madrid tiene una deuda impagada con Francisco Grande”.

Miguel Pocoví (31/05/23)

Fuentes bibliográficas.

Jiménez García F, Grande Covián F. Algunas observaciones sobre las dietas consumidas por los enfermos carenciales de Madrid. Rev Clin Esp 1940; 1:41-47.
Grande Covián F, Jiménez García F. El tratamiento de la pelagra por el ácido nicotínico. Rev Clin Esp 1940; 2:144-152.
Elvehjem CA, Madden RJ, Strong FM, Woolley DW. Isolation and identification of anti-black tongue factor. J Biol Chem 1938; 123:137.
Keys A , Grande F, “Role of Dietary Fat in Human Nutrition, III. Diet and the Epidemiology of Coronary Heart Disease,” Am J Public Health. 1957; 47: 1520–1530.
Keys A, Anderson JT, Grande F. “Diet-Type (Fats Constant) and Blood Lipids in Man,” J. Nutr. 1960; 70: 257.
Keys A, Anderson JT, Grande F, “Serum Cholesterol Response to Changes in the Diet,” Metabolism: Clinical and Experimental. 1965; 14: 747-787.
Francisco Grande Covián. Nutrición y sociedad (Caja de Ahorros de Asturias: Oviedo, 1984).
Marino Gomez-Santos. Francisco Grande Covián (Gráficas Summa, S.A.: Oviedo, 1991).


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