El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
En este programa, vamos a tratar de un tema que considero muy adecuado para la modalidad Vintage de Quilo de Ciencia: el olvido. Hace más de veinte años se debatía con cierta intensidad el asunto de si los recuerdos que vamos almacenando conforme pasa la vida pueden ser controlados conscientemente. En particular, se debatía con rabia si podemos o no olvidar conscientemente parte de lo vivido. Vamos, que si cuando te dicen: olvídalo, es posible o no olvidarlo consciente y voluntariamente.
Permitidme que os cuente los interesantes experimentos realizados hace algo más de veinte años, que indicaban que Freud estaba en lo cierto cuando postuló la existencia de recuerdos reprimidos. Son experimentos, en mi opinión, bastante educativos sobre cómo debe funcionar la ciencia. A continuación, visitaremos brevemente la situación actual del tema, que también nos va a ofrecer la oportunidad de echar un vistazo al funcionamiento de la ciencia y de la formación de tribus de científicos, tribus que, lejos de ser salvajes, están formadas por personas de lo más educadas que la humanidad puede ofrecer, pero que no dejan de ser tribus, a fin de cuentas.
A finales de enero de 2004, explicaba lo siguiente: Leer aquí el artículo
Así estaban las cosas hace cuatro lustros sobre el fenómeno del olvido voluntario. Aunque los estudios explicados son sólidos y parecen demostrar, dejando poco espacio para la duda, que el olvido voluntario es posible y que este viene acompañado por cambios en la actividad cerebral, no todos los neurocientíficos ni psicólogos aceptaron esta conclusión. Y eso que es una conclusión apoyada también por el hecho de que, como sucede con cualquier propiedad biológica, no todos los sujetos la poseen en la misma extensión. Al igual que hay personas más altas o bajas, más inteligentes o menos, según los estudios anteriores, también parece haberlas con mayor o menor capacidad de olvidar voluntariamente lo que puedan desear.
El debate sobre si el olvido voluntario es posible está lejos de ser olvidado, y sigue muy de actualidad hoy. De hecho, es tan actual que algunos científicos han decidido estudiar la dinámica del propio debate, como si este fuera un fenómeno científico por derecho propio.
En un reciente artículo, publicado muy apropiadamente en la revista Diario de Desórdenes de Ansiedad (Journal of Anxiety Disorders), científicos de varios centros de investigación de varios países europeos unen fuerzas para estudiar los artículos publicados en las tres últimas décadas sobre este asunto en revistas científicas. Estos autores revisan 434 publicaciones relativas al olvido voluntario o a la amnesia traumática. Identifican tres picos de publicaciones, periodos en los que el debate alcanzó cotas superiores a las normales. Estos periodos van de 1994 a 2000, de 2003 a 2009 y de 2012 a 2021. Este último pico es reciente, e indica que el tema no está ni mucho menos cerrado todavía.
Según el análisis realizado por los autores de este estudio bibliométrico, el 40% de los científicos expertos en el tema apoyan la existencia del olvido traumático o voluntario, pero el 29% lo niegan. Aunque los autores no lo mencionan, es de suponer que el 31% de científicos restantes continúan indecisos.
Y aquí tenemos un ejemplo de lo que mencionaba al principio sobre la formación de tribus de científicos a la que uno u otro decide pertenecer. Es de esperar que los científicos, como gente sensata que son, decidan pertenecer a una u otra tribu de acuerdo con las evidencias acumuladas y nada más. Sin embargo, no estoy seguro de que esta sea la situación en este caso, y determinadas emociones o deseos de cómo debería ser la psique humana no interfieran en el proceso. Afortunadamente, al final del proceso de acumulación de evidencias, el avance de la ciencia termina por disolver las tribus de científicos, aunque está lejos de acabar con las tribus de los no científicos. Por ejemplo, hoy podemos afirmar que no hay científico alguno que pertenezca a la tribu que crea que los genes no se encuentran en el ADN. No hay debate sobre el asunto. Sin embargo, no sucede lo mismo en el caso del asunto de los olvidos voluntarios tras más de tres décadas de investigación. Esto es un ejemplo de cómo funciona la ciencia y la naturaleza humana, atrapada en millones de años de evolución tribal, aunque muchos aún sigan negando la evolución de las especies a pesar de la enorme cantidad de evidencia a favor de este fenómeno.
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