El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Un tema de investigación científica que, desgraciadamente, ha adquirido mucha importancia en los últimos años se centra en averiguar las medidas que deben tomarse para preservar mejor la biodiversidad y el medio ambiente. El problema no es solo cómo gestionar los bosques, lagos, ríos o mares, sino, principalmente, cómo gestionar nuestro propio comportamiento. ¿Cómo estimular los comportamientos adecuados e impedir los inadecuados, en particular los delitos contra el me dio ambiente?
Sí, algunos cometen graves delitos contra el medio ambiente. Claro que, por el momento no se trata de negarse a reciclar el vidrio o los plásticos, o negar el cambio climático. Se trata, entre otras cosas, de traficar con colmillos de elefante, con cuernos de rinoceronte, con pieles de burro para fabricar ungüentos anti-edad supuestamente milagrosos, o con especies amenazadas de extinción, como el Pangolín, la especie animal más afectada por esta práctica.
El comercio ilícito de animales salvajes es uno de los crímenes económicos más importantes, y amenaza seriamente a la biodiversidad y a los hábitats de especies en peligro de extinción. Existen poderosos carteles traficantes de animales que también están involucrados en el tráfico de personas, de drogas o de armas. Claramente, estos individuos no ponen todos los huevos en la misma cesta y diversifican lo que pueden sus actividades delictivas.
En lo que respecta al tráfico ilegal de fauna silvestre, de cuernos o pieles, este tiene lugar a través de puertos internacionales, con los biomateriales, o incluso animales vivos, escondidos y camuflados en contenedores. El intenso tráfico internacional de mercancías hace imposible la inspección exhaustiva de todos los contenedores que llegan a los puertos por parte de las autoridades. A pesar de la moderna tecnología de inspección policial, que incluye escáneres de rayos X y otros métodos avanzados, los traficantes se salen demasiadas veces con la suya.
Una alternativa a la tecnología son los perros sabuesos entrenados para detectar olores procedentes de los materiales traficados. Sin embargo, estos son demasiado grandes como para introducirse a fondo por todos los recovecos de los contenedores en busca de materiales ilegales y muchas veces estos no pueden ser detectados.
Por esta razón, un grupo de investigadores de varias universidades o centros de investigación de Tanzania, Sudáfrica, Bélgica y Estados Unidos han unido sus esfuerzos para estudiar si un animal mucho más pequeño que un sabueso, pero con un olfato de sensibilidad similar o incluso superior, podría tal vez ser entrenado para identificar partes de animales o animales vivos, además de detectar también drogas o incluso armas.
Un paso de gigante
Los investigadores volcaron su atención en la rata gigante africana. Los mayores machos de esta especie oscilan entre el kilo y medio y los dos kilos, y las hembras pueden superar el kilo y medio. Del hocico a la cola pueden llegar a medir setenta centímetros. Son mucho más pequeñas que un perro, pero, en comparación, la rata europea, que nos parecería enorme si la viéramos correr por el pasillo de casa, rara vez alcanza el medio kilo y no suele medir treinta centímetros de longitud.
Las ratas gigantes africanas tienen características interesantes. Por ejemplo, poseen bolsas en las mejillas donde almacenan para su transporte alimentos recolectados durante sus exploraciones. Luego pueden extraerlos para consumirlos o guardarlos en su madriguera. Esto las asemeja a los hámsteres, pequeños roedores que muchos conocen como mascotas.
Otra de las características de estas enormes ratas africanas es que tienen muy mala vista, y dependen de sus sentidos del oído y del olfato para desenvolverse en la vida. Este último sentido, el del olfato, está particularmente desarrollado en estos animales. Por otra parte, estas ratas son animales que cuentan con una inteligencia no desdeñable y pueden ser entrenadas con relativa facilidad para realizar ciertas tareas.
Ratas de una especie cercana a la que nos ocupa, la rata gigante de Gambia, ya habían sido entrenadas y utilizadas para detectar minas enterradas y para detectar enfermos de tuberculosis, que, al parecer, emiten al respirar algún olor que está ausente en las personas sanas. Con estos precedentes, los investigadores supusieron que las ratas podrían ser entrenadas para detectar los olores típicos de los cuernos de rinoceronte, de los colmillos de elefante o de las escamas del pangolín, entre otros.
Exhaustivos entrenamientos
¿Y cómo entrenamos a estos simpáticos y grandullones roedores? Por lo que he podido informarme, los científicos utilizan unos dispositivos que colocan a las ratas en forma de chaqueta o chaleco. Cuando la rata efectúa bien una tarea, el dispositivo emite un clic y el animal recibe una recompensa en forma de un trozo de plátano o un cacahuete.
En el caso que nos ocupa, las ratas debieron superar varias etapas de adiestramiento. En la primera, las ratas debían introducir su hocico en uno o u otro par de agujeros que dispensaban diferentes olores. Cuando la rata introducía el hocico en el agujero con el olor que los investigadores pretendían que la rata identificara más tarde, y mantenía el hocico en ese agujero por unos segundos, como para indicar que había reconocido el olor, el animal recibía la recompensa. Si no lo mantenía el tiempo suficiente o introducía el hocico en el otro agujero, no recibía nada. De esta forma, la rata aprendía qué olores estaban asociados con recibir una recompensa y qué olores no lo estaban.
Una vez superada esta etapa de entrenamiento, las ratas eran sometidas a otra en la que tenían que aprender a identificar el olor correcto entre decenas de olores diferentes. Estos incluían olores de materiales usualmente utilizados por los traficantes para enmascarar su contrabando, como cables eléctricos, semillas de café o detergente en polvo. Al final de esta etapa de entrenamiento las ratas fueron capaces de identificar los olores asociados con los animales salvajes objeto de contrabando entre ciento cuarenta y seis olores diferentes. Si tienes tiempo, ganas y perro, desafíalo a hacer lo mismo.
Tras el entrenamiento, los investigadores estudiaron por cuanto tiempo duraba la memoria de estos animales. Por los resultados obtenidos, se puede afirmar que estas ratas tienen una memoria prodigiosa, al menos para lo que les interesa, ya que fueron capaces de identificar correctamente los olores para los que habían sido entrenadas hasta ocho meses después de no haber sido expuestas a estos olores. Al parecer, el método de entrenamiento es muy eficaz.
Las ratas entrenadas de este modo pueden ser, por tanto, eficaces herramientas de detección de materiales ilegales. Gracias a su pequeño tamaño, pueden explorar todos los recovecos de un contenedor, lo que logran con asombrosa rapidez, o gracias a su ligero peso pueden ser elevadas hasta las salidas de ventilación de los contenedores para que husmeen los olores que escapan de ellos, en busca de algún aroma sospechoso, lo que es más difícil de hacer con un perro.
Los científicos tuvieron también que resolver el problema de cómo avisaba la rata desde el fondo de un contenedor de que había encontrado algo ilegal. Para ello, han desarrollado otro chaleco equipado con unas bolitas colgantes de las que las ratas pueden tirar con sus patas. Al hacerlo, el chaleco emite una señal que localiza al roedor.
Estos estudios han sido publicados en la revista Frontiers in Conservation Science, Constituyen una prueba de concepto, es decir, indican que puede merecer la pena dedicar el esfuerzo de entrenar a cientos de ratas gigantes africanas para luchar contra el contrabando organizado de animales salvajes o también de drogas o incluso de personas. Habrá que esperar y ver. En cualquier caso, la investigación sobre este tema es probablemente crucial para el futuro del planeta y, en mi opinión, los estados deberían dedicar a ella un nivel mayor de recursos por el bien de la humanidad.
Jorge Laborda (20/11/2024)
Referencias
Isabelle Szott et al. Denuncia de delitos contra la fauna: adiestramiento de ratas gigantes africanas para detectar fauna traficada ilegalmente.Front. Conserv. Sci. , 30 de octubre de 2024. Volumen 5 – 2024 | https://doi.org/10.3389/fcosc.2024.1444126
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