El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Buena ciencia, amigos de Quilo, Hoy os ofrecemos Ángel Rodríguez Lozano, La fundación Francisco Grande Covián y yo mismo, una nueva entrega de Quilo de Ciencia en su modalidad In memoriam. Como sabéis, esta modalidad de Quilo de Ciencia se elabora en honor y memoria del Dr. D. Francisco Grande Covián, investigador en Fisiología y Nutrición, candidato a Premio Nobel y mi antiguo profesor en tanto que catedrático de Bioquímica y Biología Molecular, a quien me place mucho honrar y recordar y quien cada programa sigue ilustrándome con su sabiduría, aun después de décadas tras su desaparición.
Hoy, el Dr. Grande Covián nos introduce por la excentricidad de las dietas de moda, en particular por la dieta llamada dieta de Hay, popularizada en España en los años 80 del siglo pasado. Escuchad con atención lo que el Dr. Grande Covián nos cuenta al respecto, porque estoy convencido de que sus enseñanzas os van a traer a la mente problemas sociales que siguen de plena actualidad. Por mi parte, no puedo contenerme de comentar brevemente sus palabras, pero voy a dejar cualquier comentario para después. Disfrutad de las palabras de D. Francisco Grande Covián con su propia voz y estilo, rescatado gracias a la inteligencia artificial.
La resurrección de la dieta de Hay
La aparición de nuevas dietas destinadas, al parecer, a curar todos los males de la humanidad doliente se sucede con tal rapidez que es prácticamente imposible estar al tanto de todas ellas. El éxito pasajero que tales dietas alcanzan, aun las más descabelladas, muestra claramente la credulidad del género humano, su escasa capacidad crítica y su falta de información en cuanto a cuestiones relacionadas con la nutrición se refiere. Muchas de estas dietas son pronto olvidadas y no vuelve a hablarse de ellas, lo que parece indicar que los resultados obtenidos no han debido estar a la altura de las esperanzas que despertaron.
No menos sorprendente que la incesante aparición y desaparición de nuevos regímenes dietéticos es, a mi parecer, la reaparición de dietas que alcanzaron popularidad en el pasado, y de las que no ha vuelto a hablarse desde hace mucho tiempo. Tal es el caso de la llamada dieta de Hay, o dieta «separada». Patrocinada por un cantante popular, y ampliamente anunciada en los medios de comunicación, la dieta de Hay parece ser una de las nuevas contribuciones a la confusión que en materia de nutrición y alimentación padecemos. Estamos, de hecho, asistiendo a la resurrección de un sistema dietético condenado al olvido hace muchos años, que aparece en España como una novedad, y cuya propaganda no siempre reconoce claramente la paternidad de las ideas en que se basa.
En una obra sobre La historia del hombre y su alimento, publicada en 1937 y aparecida en varias ediciones posteriores (Furnas y Furnas, The history of man and his food, The New Home Library, Nueva York) se describe así la dieta de Hay: «El huracán dietético que ha causado más víctimas en años recientes parece haber sido el resoplido de William Howard Hay, de Briar Cliff Manor (Nueva York), dedicado a la venta de cereales y libros, y a prodigar toda clase de consejos prácticamente gratis.»
Afirma Hay que las proteínas y los hidratos de carbono no pueden ser consumidos juntos en la misma comida, porque la digestión de las primeras requiere un medio ácido, mientras que la de los segundos requiere un medio alcalino. Cualquiera que tenga un conocimiento elemental de la fisiología de la digestión sabe que nuestro aparato digestivo es perfectamente capaz de digerir, sin la menor dificultad, los innumerables alimentos o mezclas de alimentos que contienen proteínas e hidratos de carbono en las más variadas proporciones. La digestión de las proteínas, por ejemplo, se inicia en el medio ácido del estómago y continúa en el medio alcalino del intestino. La fase final de la digestión de las proteínas y los hidratos de carbono se verifica simultáneamente en el medio alcalino del intestino. Los agentes responsables de la actividad digestiva (enzimas) de las distintas secreciones del aparato digestivo son exquisitamente específicos, y nada indica que los que actúan sobre las proteínas sean menos activos en presencia de hidratos de carbono o viceversa. No hay, pues, razón alguna que justifique la peregrina afirmación de Hay.
Afirma también Hay que: «Cuando mezclamos en nuestra comida (por razones gustativas) lo que la naturaleza ha separado, violamos las leyes químicas de la digestión.» Tales leyes no han existido nunca más que en la mente de Hay; son simplemente invención suya. La naturaleza, por su parte, contradiciendo a Hay, mezcla proteínas e hidratos de carbono en muchos de nuestros alimentos habituales. La leche materna, el único alimento que merece en justicia el título de «alimento natural», para los primeros meses de la vida de nuestra especie, contiene hidratos de carbono y proteínas. Hay resuelve este problema de manera expeditiva, clasificando los alimentos a su capricho, de forma tan arbitraria que parece inspirada por Humpty-Dumpty, el conocido personaje de los cuentos de Lewis Carroll. «Cuando yo empleo una palabra —dice Humpty-Dumpty— significa justamente lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos.» Siguiendo su ejemplo, Hay clasifica al pan como alimento hidrocarbonado, olvidando que el pan blanco corriente contiene un ocho por cien de proteínas, aproximadamente. Con el mismo criterio clasifica a la leche como alimento proteico, olvidando que la leche humana no contiene mucho más del uno por cien de proteínas y un seis por cien de hidratos de carbono (principalmente lactosa). La leche de vaca contiene alrededor de un tres coma cinco por cien de proteínas y un cinco por cien de hidratos de carbono. Así pues, Hay, tras invocar las supuestas leyes de la naturaleza, hace caso omiso de ellas.
Por si todo esto fuese poco, sostiene Hay que el consumo de dietas en las que se encuentran juntos los hidratos de carbono y las proteínas no sólo es la causa de muchas alteraciones digestivas y de numerosas alteraciones del metabolismo. Lo es también, según sus palabras: «De la mayor parte de las enfermedades, incluyendo los tumores malignos.» La lista de enfermedades que Hay atribuye al consumo de dietas en las que las proteínas y los hidratos de carbono están juntos es realmente aterradora. Citaré solamente algunas: anemia perniciosa, asma, nefritis, diabetes, reumatismo, artritis, neuritis, úlceras de estómago e intestino, toda clase de alteraciones digestivas, enfermedades de la piel, tumores de todas clases, tuberculosis, etc. Creo que no hace falta decir más para que el oyente comprenda lo desatinado de las ideas de Hay.
Los supuestos éxitos atribuidos a la dieta de Hay, nunca aparecidos en publicaciones científicas, pueden explicarse sin dificultad en personas acostumbradas a comer desordenadamente dietas excesivas, al verse sometidas a un régimen ordenado y restringido en cantidad. Pero tales éxitos nada tienen que ver con las ideas de Hay.
La aceptación que regímenes alimenticios tales como el propuesto por Hay —y otros igualmente irracionales— encuentran en muchos miembros de la sociedad contemporánea no tiene fácil explicación, aparte del natural deseo de conservar la salud a toda costa. Algunas personas muestran una tendencia invencible a aceptar todo lo que les parece nuevo, sin preocuparse de saber si realmente lo es. Otras parecen movidas por un deseo de notoriedad, de distinguirse de alguna manera del común de los mortales. Parece que estas personas vuelven del revés las ideas de Brillat-Savarén, quien sostenía que los hábitos alimenticios del hombre son el reflejo de su personalidad. Tales personas adoptan regímenes alimenticios estrafalarios en un vano intento de ser reconocidas como personalidades excepcionales. En no pocos casos, son personas que no están satisfechas con los resultados del tratamiento a que han sido sometidas por el médico y se deciden a experimentar por su cuenta y riesgo.
Algunas personas adoptan regímenes alimenticios peculiares como forma de protesta contra la desigualdad y la injusticia social. En mi juventud, existían en Madrid personas bien conocidas, de distintas profesiones y actividades, que se caracterizaban por ser vegetarianos y esperantistas y por pertenecer a distintas agrupaciones que propugnaban cambios radicales en la sociedad. Posiblemente creían que la igualdad social, por la que luchaban, consistía en que todo el mundo comiese lo mismo y hablase el mismo idioma. Al parecer, creían también, como el poeta Shelley, que el consumo de carne conduce a la maldad y el crimen, mientras que el consumo exclusivo de alimentos de origen vegetal conduce a la virtud, la tolerancia y la bondad.
Siento curiosidad por saber cómo las ideas de Hay, unánimemente condenadas por los conocimientos científicos de la nutrición y prácticamente olvidadas en su país de origen, se han abierto camino hasta llegar al público español en nuestros días. Me figuro que han llegado a nosotros a través de la República Federal de Alemania, donde las ideas de Hay, con ciertas modificaciones, han sido difundidas por el doctor Walb. La publicación del doctor Walb ha alcanzado treinta y cuatro ediciones y ha sido ampliamente difundida a través de la televisión. Pero las ideas de Hay y su versión germánica no han encontrado aceptación entre los estudiosos de la nutrición en aquel país. El lector interesado puede encontrar una documentada crítica de las ideas de Hay en la publicación de 1981 redactada por el doctor E. Menden, del Instituto de Ciencia de la Nutrición de la Universidad Justus Liebig, de Giessen (Alemania Federal). La implacable crítica del doctor Menden no deja duda alguna en cuanto a la total carencia de base científica que caracteriza las ideas de Hay.
La resurrección de la dieta de Hay no puede contribuir en modo alguno a mejorar los hábitos alimenticios y el estado nutritivo de la población española. Su única contribución será la de aumentar la confusión que nuestra sociedad padece en cuanto se refiere a la nutrición y la alimentación del hombre.
Pero la dieta de Hay es sólo un ejemplo de las dietas cuya propaganda llega continuamente a los miembros de nuestra sociedad. La excelente obra del profesor Arnold E. Bender ¿Salud o fraude?, recientemente traducida a nuestro idioma, contiene una demoledora critica de tales dietas, que seguramente ha de interesar a cuantos se preocupan seriamente por el problema de la alimentación y la nutrición del ser humano.
Y esto es todo cuanto quería contarles hoy. Muchas gracias por su atención.
Francisco Grande Covián
Así terminaba su crítica a la dieta de Hay el Dr. Francisco Grande Covián.Como habéis podido comprobar, las cosas no han cambiado mucho en los últimos cuarenta años con respecto a ideas completamente anodinas y falsas abrazadas por muchos sobre la nutrición y también sobre otros aspectos de las ciencias de la salud. Por ejemplo, las vacunas, que siguen siendo cuestionadas o rechazadas por muchos absolutamente ignorantes sobre su funcionamiento, a pesar de que es uno de los avances de la ciencia que más vidas han salvado.
En este sentido, si me permites, me gustaría hacer algunos breves comentarios . El primero es que la ignorancia sobre los más elementales aspectos de la ciencia sigue rampante en nuestra sociedad, a pesar del extraordinario aumento y poder de la tecnología hoy complementada por la inteligencia artificial. El negacionismo y la ignorancia siguen habitando entre nosotros, a pesar de todos los esfuerzos de muchos por disminuir el nivel de desconocimiento de la ciencia de la sociedad, y a pesar de que la realidad reclama siempre su lugar por mucho que la niegues.
El segundo comentario es que muchos de los movimientos pseudocientíficos son estimulados por personalidades populares, como cantantes, actores, escritores, etc. En general, gente del mundo de la emoción y de las letras, no del mundo de la ciencia, que rara vez alcanzan la popularidad de un artista escénico. Sin embargo, algunas de las modas pseudocientíficas son apoyadas por médicos. Además de dietas como de la que nos hablaba el Dr. Grande Covián, podemos incluir también la larga lista de pseudoterapias de toda condición, incluida, como no, la homeopatía. ¿Por qué sucede que ciertos médicos apoyan estas terapías o dietas carentes de bases científica? Puede haber varias razones para ello, como la búsqueda de notoriedad, fama o riqueza, pero, en mi opinión, como antiguo decano de una facultad de medicina, creo que la formación científica de los médicos es deficitaria para los tiempos que corren. Sea como sea, no porque un médico, o incluso un premio Nobel apoye alguna idea sobre la salud, esta es verdadera. El Dr. Hay era médico, fue director de un hospital dietético, pero también se oponía a la vacunación contra la viruela. Creía igualmente que era pernicioso para los pacientes de diabetes de tipo 1 recibir inyecciones de insulina. Espero que no muchos pacientes de esta enfermedad le hicieran caso, aunque estoy seguro de que los que lo hicieron no siguieron su consejo por mucho tiempo: o se inyectaron de nuevo insulina al día siguiente, o murieron pronto. La moraleja de todo esto es que no porque te diga algo un médico es verdad, pero es más cierto aún que si no te lo dice un médico o un científico en biomedicina, es muy probablemente un a patraña.
Finalmente, no sé si tienes curiosidad por saber quién fue el conocido cantante que popularizó la dieta Hay en España en los años 80 del pasado siglo. El Dr. Grande Covián, muy discretamente, evitó mencionar su nombre. Me he permitido, no obstante, realizar una búsqueda por Internet y preguntarle a la Inteligencia artificial. Lo que he averiguado no te va a sorprender si estás en la pomada, como se decía antaño con más frecuencia. Se trata de Miguel Bosé, una conocida personalidad del mundo de la canción que volvió a la carga en plena pandemia de COVID-19 para negarla y desaconsejar el uso de mascarillas. Hay quien no aprende jamás y encima está orgulloso de ello.
Jorge Laborda (28/11/2024)
Referencias
Isabelle Szott et al. Denuncia de delitos contra la fauna: adiestramiento de ratas gigantes africanas para detectar fauna traficada ilegalmente.Front. Conserv. Sci. , 30 de octubre de 2024. Volumen 5 – 2024 | https://doi.org/10.3389/fcosc.2024.1444126
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