Desde abril de 1995, el profesor Ulises nos ha ido contando los fundamentos de la ciencia. Inspirado por las aventuras de su ilustre antepasado, el protagonista de la Odisea, la voz de Ulises nos invita a visitar mundos fascinantes, sólo comprendidos a la luz de los avances científicos. Con un lenguaje sencillo pero de forma rigurosa, quincenalmente nos cuenta una historia. Un guión de Ángel Rodríguez Lozano.
Los griegos disfrutaban observando las mágicas propiedades que un pedazo de ámbar. Una barra de esta ancestral resina fósil, al ser frotada enérgicamente, adquiría el poder de atraer plumas, pajas y otros objetos. Esa propiedad, que ahora denominamos carga eléctrica, se manifestaba de muchas otras maneras. El sabio Aristóteles hablaba del pez torpedo, maravillado ante su habilidad para soltar descargas que paralizaban a sus presas.
A principios del siglo XVII, un médico inglés llamado Gilbert, entretenía a la corte de Isabel I atrayendo pequeños objetos con ámbar frotado y con otras sustancias que se comportaban de forma semejante. Recordando que los griegos llamaban "elektron" al ámbar, dio el nombre de "electricidad" al fenómeno. A mediados de ese mismo siglo, Franklin demostró la naturaleza eléctrica de los rayos. Un día hizo volar hacia una nube de tormenta una comenta de armadura metálica de la que colgaba un hilo de seda que sostenía una llave. Comprobó que la llave se cargaba de electricidad y basándose en ese resultado ideó el pararrayos. El experimento demostró ser muy peligroso porque ofrecía un camino fácil para la caída del rayo, de hecho, fue repetido posteriormente por otros investigadores que no tuvieron tanta suerte como Franklin y perdieron la vida en el intento.
En el siglo XVIII, un físico italiano llamado Luigi Galvani descubrió accidentalmente la conexión entre la electricidad y la materia viva. Un ayudante estaba manipulando unas ancas de rana situadas, por casualidad, en las cercanías de un generador electrostático, cuando, para susto del muchacho, al tocar un nervio con el bisturí las patas del animal se encogieron bruscamente como si hubiera cobrado vida de nuevo.
Galvani investigó el fenómeno y llegó a la conclusión de que existía un fluido sutil que recorría los nervios y los músculos al que denominó "electricidad animal". Como buen experimentador que era, probó mil formas de provocar contracciones en las ancas de rana: las conectó a un pararrayos en días de tormenta, las hacía contraerse al contacto con dos varillas de diferente metal soldadas entre sí y colgaba varias de ganchos de cobre para hacerlas bailar al contacto con una barra de hierro. Su concepto de "electricidad animal" no tuvo mucho éxito pero gracias a sus investigaciones hablamos hoy de pila galvánica, galvanómetro o hierro galvanizado.
Después de la muerte de Galvani, los físicos continuaron estudiando y jugando con la electricidad. En el siglo XIX se fabricaban largos tubos de vidrio dentro de los cuales quedaban sellados unas varillas -electrodos- de metal. El experimentador extraía el aire del tubo y aplicaba grandes voltajes a los electrodos. En el interior surgía luz y, si la presión interior era muy pequeña, un rayo saltaba entre los electrodos para deleite del público.
Hasta 1897 se hicieron todos los experimentos imaginables con la electricidad, se construyeron infinidad de aparatos eléctricos, se desarrollaron todas las herramientas matemáticas y físicas que ayudaban a predecir el comportamiento de la electricidad, pero su esencia seguía siendo un misterio. Unos decían que eran ondas, otros hablaban de fluido eléctrico y otros defendían que era una forma de materia desconocida.
La respuesta llegó cuando Joseph John Thomson, un físico brillante y, curiosamente, célebre por su torpeza con los aparatos de laboratorio. Sus ayudantes, sin embargo, eran excepcionales y gracias a ellos descubrió que la electricidad era un flujo de partículas diminutas, -después se les llamó electrones-, mucho más pequeñas que el átomo de hidrógeno.
Ulises nos cuenta la historia del electrón invitándonos a visitar un mundo exótico: Penumbria. (Escuchen a Ulises)
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