Desde abril de 1995, el profesor Ulises nos ha ido contando los fundamentos de la ciencia. Inspirado por las aventuras de su ilustre antepasado, el protagonista de la Odisea, la voz de Ulises nos invita a visitar mundos fascinantes, sólo comprendidos a la luz de los avances científicos. Con un lenguaje sencillo pero de forma rigurosa, quincenalmente nos cuenta una historia. Un guión de Ángel Rodríguez Lozano.
Circular con un coche por una moderna autovía nos proporciona una insólita vista de historia de la Tierra. Los ingenieros no dudan en hacer profundos cortes en las colinas y montañas para evitar que la pendiente supere límites razonables. Como si estuviera seccionada con un fino cuchillo, las laderas muestran un conjunto de capas superpuestas, estratos geológicos, que hablan de lo sucedido en el planeta en tiempos pretéritos.
La historia comenzó a finales del siglo XVIII con la invención de la máquina de vapor, el primer motor de la Revolución industrial. La máquina de vapor fue utilizada inicialmente como fuerza bruta en minería y posteriormente, con la invención de ferrocarril para transporte en superficie, contibuyó al conocimiento de la historia de la Tierra.
En 1793, un geólogo de minas alemán, llamado Warner, descubrió que los mismos estratos de tierra aparecen en lugares muy distantes, como si su causa hubiera actuado a gran escala. El geólogo inglés, William Smith, observó que algunas capas estaban cargadas de fósiles y llegó a la conclusión de que la historia del mundo podía leerse en la secuencia de fósiles que contienen las rocas.
Por aquellos tiempos la historia de la Tierra estaba marcada por las creencias religiosas. Grandes próceres de la ciencia, entre ellos Kepler y Newton, utilizaron la Biblia como fuente de información y calcularon que el Día de la Creación había tenido lugar 4.000 años antes de Cristo.
A principios de siglo XIX, las máquinas de vapor comenzaron a moverse por la superficie terrestre. Los constructores abrían la tierra y atravesaban las montañas al paso de los raíles y los geólogos que supervisaban las construcciones encontraron un generoso regalo que aprendieron a leer como las páginas de un precioso libro de historia. Las hojas de esa historia, en forma de estratos, mostraron restos de criaturas fantásticas, peces fósiles a miles de metros sobre la superficie del mar, restos de conchas marinas... Según las Sagradas Escrituras, todos los seres vivos habían sido creados desde el principio y ninguno había desaparecido desde entonces. ¿Qué explicación tenían pues todas esas fantásticas criaturas?.
Una corriente de pensamiento, inspirada por el Diluvio Universal, defendía que todos los cambios del pasado se habían producido de forma repentina, en forma de grandes catástrofes que habían levantado montañas, elevado al cielo los lechos marinos y condenado a muchas especies a la extinción. Esta hipótesis, llamada "catastrofismo", cuadraba con la descripción bíblica y permitía creer que la historia de la Tierra se remontaba sólo unos miles de años.
Frente al catastrofismo, un geólogo inglés, llamado Charles Lyell, opinaba de forma muy distinta. Afirmaba que los cambios no eran bruscos sino graduales. Las montañas se elevaban poco a poco, a lo largo de grandes periodos de tiempo, y eran degradadas lentamente por la erosión del aire y el agua. Las criaturas así mismo cambian y, como después defendería Darwin, se adaptan paulatinamente siendo sustituidas por otras nuevas, condenando a la extinción a las inadaptadas. Todo ello se produce suavemente, por causas naturales que vemos cada día. Por desgracia, este proceso necesita mucho tiempo para actuar, cientos de millones de años.
Lyell escribió: Los bosques pueden ser tan densos y elevados como los de Brasil, y pueden abundar en cuadrúpedos, aves e insectos, pero después de diez mil años una sola capa de mantillo negro, de pocos centímetros de espesor, puede ser el único vestigio de esa infinidad de árboles, hojas, flores y frutos, de esos innumerables huesos y esqueletos de aves, cuadrúpedos y reptiles que ocupaban esa fértil región. Si finalmente esa tierra quedase sumergida, las aguas pueden barrer en pocas horas esa capa de mantillo.
La polémica entre catastrofistas y uniformistas fue encarnizada y en esa lucha se enriqueció el conocimiento humano. Pero éste es sólo un corto capítulo de la Historia de la Tierra, hoy Ulises nos da una visión general en su "Parábola de la ciudad perdida".
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