Desde abril de 1995, el profesor Ulises nos ha ido contando los fundamentos de la ciencia. Inspirado por las aventuras de su ilustre antepasado, el protagonista de la Odisea, la voz de Ulises nos invita a visitar mundos fascinantes, sólo comprendidos a la luz de los avances científicos. Con un lenguaje sencillo pero de forma rigurosa, quincenalmente nos cuenta una historia. Un guión de Ángel Rodríguez Lozano.
En el corazón de la isla filipina de Luzon existía un lugar fascinante, dominado por una montaña encantada. Era una zona de tierras negras y fértiles, donde hace muchos, muchos años, llegó una tribu indígena, la de los aetas, cautivada por la riqueza y la magia del lugar… Los relatos fabulosos de sus ancestros decían que en las entrañas del Monte, llamado Pinatubo, dormitaban los “espíritus del fuego”; seres caprichosos que habitualmente velaban por la seguridad de la tribu pero que, de cuando en cuando, despertaban, irrumpían por la boca de la montaña y aterrorizaban con su furia a toda la población. Por fortuna, eso ocurría en muy raras ocasiones
En julio de 1990, un violento terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Ritchter sacudió Luzón. Los habitantes de la isla estaban acostumbrados a esporádicas sacudidas de tierra, pero aquella vez observaron chorros de vapor de agua que escapaban de las profundidades. El dos de abril de 1991, entre explosiones y abundantes chorros de vapor, una fisura de tres kilómetros de anchura se abrió en la cara norte del Pinatubo. Los indígenas avisaron al Centro de Vulcanología de la isla y los científicos aconsejaron la evacuación de los aetas.
Dos meses más tarde, un magma muy viscoso llegó a la superficie del Pinatubo y comenzó a formar un gigantesco domo de lava. Al mismo tiempo, empezaron a multiplicarse los terremotos y las emisiones irrespirables de dióxido de azufre. Cinco días después, el 12 de junio, a primera hora de la tarde, el volcán entró en acción y ofreció a los científicos el espectáculo más fascinante y aterrador de cuantos ha visto la mirada del hombre. Durante dos días, del 12 al 14 de junio, violentas explosiones enviaron a la atmósfera gigantescas columnas de ceniza.
La erupción alcanzó su máxima espectacularidad el día 15 de junio, en el momento de la puesta del sol. A esa hora, el Monte Pinatubo lanzaba a la atmósfera de cinco a diez kilómetros cúbicos de magma, el doble del que había lanzado once años antes el Monte Saint Helens, en Estados Unidos, y más de la mitad que el enviado por el Krakatoa, en Iindonesia, en 1883. Al mismo tiempo, una mezcla de gases calientes, cenizas y bloques de piedra, bajaban por las laderas del volcán a más de 200 kilómetros por hora. Una enorme nube de ceniza en forma de hongo, de doscientos cincuenta kilómetros de radio oscureció el Sol.
Los días pasaron y el Pinatubo fue recuperando la calma. Cuando la nube de polvo se disipó, el volcán apareció transfigurado: la antigua cima había desaparecido y en su lugar se había abierto una enorme caldera de dos kilómetros y medio de diámetro y 650 metros de profundidad. Pero la historia no había terminado. La enorme nube de azufre y partículas que el volcán liberó en su momento de máxima furia, comenzó a extenderse por todo el planeta a una velocidad media de 120 kilómetros por hora. Un mes más tarde, un anillo de azufre y cenizas circunvalaba la Tierra. Durante los dos años siguientes, la nube reflejó la radiación solar y la temperatura media del planeta descendió más de medio grado.
Ulises nos habla de volcanes y mitología. Escuchen ustedes su historia.
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