Desde abril de 1995, el profesor Ulises nos ha ido contando los fundamentos de la ciencia. Inspirado por las aventuras de su ilustre antepasado, el protagonista de la Odisea, la voz de Ulises nos invita a visitar mundos fascinantes, sólo comprendidos a la luz de los avances científicos. Con un lenguaje sencillo pero de forma rigurosa, quincenalmente nos cuenta una historia. Un guión de Ángel Rodríguez Lozano.
Corría el mes de noviembre del año 1895, Wilhelm Conrad Röntgen, el jefe del departamento de física de la Universidad de Würzburg andaba por los pasillos de la facultad más callado y taciturno que de costumbre. Llevaba varios meses investigando el comportamiento de los rayos catódicos, que más tarde serían identificados por otros científicos como electrones.
Röntgen sabía que esos rayos eran detenidos con facilidad por la materia y apenas lograban sobrevivir unos pocos centímetros en el aire. Sin embargo, la tarde del día 8 de noviembre, había podido observar una extraña imagen lejos del tubo de rayos catódicos, demasiado lejos como para ser producida por los rayos normales.
Los días siguientes fueron de una frenética actividad, experimentó de mil maneras la emisión de los enigmáticos rayos, tan enigmáticos que los llamó, con un sentido del humor no exento de sorna, “Rayos X”. No se atrevía a publicar el descubrimiento, de hecho, durante muchos días sólo se lo comentó a su esposa y a su amigo Theodor Boveri. “He descubierto algo interesante –le dijo a Boveri- pero no sé si mis observaciones son correctas o no”.
El domingo antes de Navidad, Bertha, su mujer, lo convenció para que la llevara a su laboratorio, quería ver con sus propios ojos los extraños rayos que tenían a su esposo más distraído que de costumbre. Röngen preparó los aparatos y pidió a Bertha que pusiera la mano izquierda en un lugar determinado, sobre una placa fotográfica. Encendió el tubo de rayos catódicos y consiguió la primera fotografía de Rayos X de la historia. En ella se distinguen con nitidez los huesos desnudos de Bertha y el anillo que portaba en el dedo anular.
Una semana después, Röntgen publicó su descubrimiento en un corto artículo que tuvo una repercusión sin precedentes. El 5 de enero salió publicado en la prensa de Viena y diez días después en el New York Times. Jamás había tenido tanta repercusión en la prensa corriente un artículo científico. A pesar del gran número de inventos que habían surgido durante la última mitad del siglo XIX, la magia de unos rayos desconocidos capaces de atravesar la carne y mostrar los huesos de un cuerpo humano, sin cortarlo ni abrirlo, despertó la imaginación de las masas. Hubo científicos que conocieron el descubrimiento por la prensa, antes de leerlo en las publicaciones especializadas, y algunos de ellos no lo creyeron. Lord Kelvin, el científico más respetado de aquella época, dijo: “Los Rayos X son una patraña”. Por supuesto, no tardó en cambiar de opinión.
Un par de meses después, médicos de Europa y América utilizaban los Rayos X para muy diversos cometidos, algunos ciertamente sorprendentes. El Colegio de Médicos y Cirujanos de Nueva York, por ejemplo, describía un método para conseguir que los estudiantes recordaran con más facilidad los esquemas de anatomía. ¡Proyectaban los diagramas con Rayos X directamente sobre sus cabezas!
A pesar de la tremenda repercusión del descubrimiento y de las distracciones producidas por la súbita fama, Röntgen logró escribir dos artículos más en 1896 informando de los efectos de los Rayos X sobre diferentes materiales. Después no volvió a escribir nada más sobre el tema, aunque siguió investigando. En 1901 recibió el primer Premio Nobel de Física de la historia.
La verdadera naturaleza de los Rayos X, como una forma de luz de muy alta frecuencia y energía, no se descubrió hasta 15 años después. Hoy sabemos que son radiaciones muy penetrantes que, a pesar de su indudable utilidad, si se abusa de ellas pueden provocar daños y potenciar la aparición de ciertas formas de cáncer.
Ulises nos habla hoy de los Rayos X y el Cáncer.
Apoya a CienciaEs haciéndote MECENAS con una donación periódica o puntual.
40,8 millones de audios servidos desde 2009
Agradecemos la donación de:
Angel Quelle Russo
“Vuestra labor de divulgación de la ciencia y en particular del apoyo a los científicos españoles me parece muy necesario e importante. Enhorabuena.”
Angel Rodríguez Díaz
“Seguid así”
Anónimo
Mauro Mas Pujo
Maria Tuixen Benet
“Nos encanta Hablando con Científicos y el Zoo de Fósiles. Gracias.”
Daniel Dominguez Morales
“Muchas gracias por su dedicación.”
Anónimo
Jorge Andres-Martin
Daniel Cesar Roman
“Mecenas”
José Manuel Illescas Villa
“Gracias por vuestra gran labor”
Ulrich Menzefrike
“Donación porque me gustan sus podcasts”
Francisco Ramos
Emilio Rubio Rigo
Vicente Manuel CerezaClemente
“Linfocito Tcd8”
Enrique González González
“Gracias por vuestro trabajo.”
Andreu Salva Pages
Emilio Pérez Mayuet
“Muchas gracias por vuestro trabajo”
Daniel Navarro Pons
“Por estos programas tan intersantes”
Luis Sánchez Marín
Jesús Royo Arpón
“Soy de letras, sigo reciclándome”