Desde abril de 1995, el profesor Ulises nos ha ido contando los fundamentos de la ciencia. Inspirado por las aventuras de su ilustre antepasado, el protagonista de la Odisea, la voz de Ulises nos invita a visitar mundos fascinantes, sólo comprendidos a la luz de los avances científicos. Con un lenguaje sencillo pero de forma rigurosa, quincenalmente nos cuenta una historia. Un guión de Ángel Rodríguez Lozano.
Una tarde de otoño del año 1911, Alfred Lothar Wegener, doctor en astronomía pero apasionado por la geofísica, estudiaba una serie de artículos en la biblioteca de la Universidad de Malburg. Sobre su mesa había varias revistas científicas y una de ellas había atraído su atención de forma especial. En un artículo se mostraba una larga lista de fósiles de plantas y animales encontrados a ambos lados del océano Atlántico. A pesar de la distancia que separan esas costas, los fósiles pertenecían a las mismas especies.
Intrigado sobremanera por esa similitud, comenzó a moverse nervioso por la biblioteca, saltando de una estantería a otra en busca de información sobre organismos idénticos separados por grandes océanos. La explicación que se daba entonces a esas extrañas coincidencias consistía en suponer que en tiempos lejanos una franja de tierra estrecha, una especie de puente natural ahora sumergido, unió las masas continentales permitiendo que los animales y plantas pudieran cruzar el extenso océano.
Pero Wegener no se dejó convencer por tan forzada explicación. Con los mapas de África y América del Sur ante sus ojos comprendió que ambos continentes encajaban como las piezas de un inmenso rompecabezas. ¿Sería posible que ambos continentes estuvieran unidos en tiempos remotos y que esos organismos habitaran aquella tierra antes de que una fuerza desconocida la quebrara en dos ? Aquella idea echó raíces en su cabeza y ya no le abandonó nunca.
A partir de aquel día Wegener fue encontrando más y más evidencias que cuadraban con su teoría. No sólo había animales y plantas fósiles idénticos a ambos lados del océano, también encajaban ciertos rasgos geológicos. Los montes Apalaches de Norteamérica encajaban con las tierras altas de Escocia y los estratos de Karoo en Sudáfrica son idénticos a los de Santa Catarina en Brasil.
Los fósiles no sólo hablaban de criaturas extinguidas, también dan información sobre el clima en el que se desarrollaron. Descubrió que el clima de las tierras conectadas era muy diferente al actual, por ejemplo, en la isla ártica Spitsbergen se encuentran fósiles de helechos y otras plantas tropicales.
Todos esos datos sirvieron a Wegener para proponer su teoría de la deriva continental. En 1915 publicó sus revolucionarias ideas en el libro: “El origen de los Continentes y Océanos”. En él presenta a la Tierra como un planeta geológicamente vivo, cuya superficie está quebrada en múltiples pedazos que se mueven lentamente, chocando y deslizándose unos sobre otros.
Ahora, se acepta que la Tierra era muy distinta en el pasado remoto. Existía un enorme continente llamado Pangea. Hace 200 millones de años, Pangea se partió en dos y después, esas masas de tierra se quebraron a su vez en numerosos pedazos que han dado origen a los continentes actuales.
Hoy Ulises nos habla del rompecabezas terrestre.
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