Desde abril de 1995, el profesor Ulises nos ha ido contando los fundamentos de la ciencia. Inspirado por las aventuras de su ilustre antepasado, el protagonista de la Odisea, la voz de Ulises nos invita a visitar mundos fascinantes, sólo comprendidos a la luz de los avances científicos. Con un lenguaje sencillo pero de forma rigurosa, quincenalmente nos cuenta una historia. Un guión de Ángel Rodríguez Lozano.
Quimiorreceptores
Los quimiorreceptores son moléculas corporales que se combinan químicamente con las que llegan desde el exterior, podríamos decir que son trampas químicas para capturar a los intrusos. Los hay de muchas clases y, de hecho, una molécula que llegue solo caerá en una trampa determinada que se ajusta a ella como una llave a su cerradura.Aquel día, algunas de las moléculas procedentes de los garbanzos chocaron con la pared nasal de nuestro protagonista, reaccionaron químicamente con algunas de sus trampas químicas y quedaron unidas. Esa reacción disparó un pulso eléctrico, una señal, que emprendió una loca carrera hacia el cerebro a través de las neuronas que hacen las veces de cables conductores de la electricidad.
La neurona conduce de la señal de alarma
Una neurona típica tiene numerosas ramificaciones cortas por las que entra la señal, llamadas dendritas, y una rama larga, o axón, que termina en más ramificaciones, por las que la señal encuentra la salida. Esas ramas pueden alcanzar longitudes asombrosas. Una misma neurona puede ir desde el dedo gordo del pié, atravesar toda la pierna y la médula espinal, hasta acabar en el cerebro. En una jirafa, una célula de este tipo puede medir hasta cinco metros, y en el ser humano, cerca de dos.
El cometido de las neuronas es muy diverso. Un tipo concreto, las neuronas sensitivas, se encarga de recoger las sensaciones que nos llegan desde el exterior y transportarlas hasta el lugar adecuado. Neuronas de este tipo reaccionan ante los olores, detectan señales sonoras, distinguen los colores de la luz, descifran los sabores o nos informan de que algo está tocando nuestra piel. Sin ellas sería imposible oler, oír, ver, palpar o degustar. La vida sería un absoluto aburrimiento.
La señal de respuesta a un estímulo se transmite a una velocidad extraordinaria, llega hasta los 700 kilómetros por hora en algunas neuronas de los vertebrados. Cuando la información llega al cerebro, es analizada, comparada con experiencias anteriores y almacenada. En respuesta, desde el cerebro parten señales a las cuerdas vocales, a los músculos, a los ojos, etc, para obrar en consecuencia.
Respuesta callada y preparación para la huida
Y al mismo tiempo que se desarrolla la escena, otro grupo de neuronas, las que forman el sistema nervioso autónomo o involuntario, ejercen una función callada. Su función es regular actividades esenciales como la respiración, el ritmo cardíaco, o la digestión. Sin él moriríamos en segundos. Las neuronas que controlan estas funciones tienen dividido el trabajo. Mientras unas potencian una función otras la relajan.
Al recibir la señal de alarma entran en funcionamiento y preparan el cuerpo para la acción. Si se detecta un peligro, una señal del cerebro ordena acelerar los latidos de su corazón y otra incrementa el ritmo respiratorio para enviar más sangre y oxígeno a las células. Por otro lado, el movimiento rítmico del intestino se detiene, la glándula suprarrenal aumenta la producción de adrenalina, las pupilas se dilatan, los esfínteres se relajan y el hígado aumenta la producción de glucosa como fuente de energía suplementaria para los músculos.
Como consecuencia de esa constelación de respuestas, el cuerpo se prepara para “luchar o huir”. La abuela de Ulises decidió luchar. Compruébenlo escuchando el podcast.
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