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Ulises y la Ciencia

Desde abril de 1995, el profesor Ulises nos ha ido contando los fundamentos de la ciencia. Inspirado por las aventuras de su ilustre antepasado, el protagonista de la Odisea, la voz de Ulises nos invita a visitar mundos fascinantes, sólo comprendidos a la luz de los avances científicos. Con un lenguaje sencillo pero de forma rigurosa, quincenalmente nos cuenta una historia. Un guión de Ángel Rodríguez Lozano.

Cuida tu máquina. Efectos del alcohol y las drogas.

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Nuestros cuerpos son unas máquinas maravillosamente ajustadas. Contienen miles de millones de piezas, las células, que se agrupan en órganos especializados que realizan su cometido rodeados de fluidos corporales perfectamente equilibrados. La naturaleza ha diseñado el conjunto con un cuidado exquisito, pero toda esa complejidad no es suficiente si no lo tratamos con el cuidado que se merece. A pesar de lo maravillosa que es la máquina corporal, todos hemos pasado por momentos en los que nos gustaría ser más inteligentes, más ágiles, más guapos, más ingeniosos… y, por supuesto, nos gustaría conseguirlo sin esfuerzo. Las drogas, algunas más que otras, parecen ofrecer esas maravillas pero la realidad es que tan solo provocan una momentánea euforia lograda a un precio muy alto: la ruptura el equilibrio de nuestro organismo. Cuando nuestros cuerpos detectan la pérdida de equilibrio producido por una droga, reaccionan intentando recuperarlo. En cierta medida la droga obliga a luchar contra el propio organismo, una lucha en la que hay un claro perdedor, aquel que la consume.

Efectos del consumo excesivo de alcohol en el organismo.

Hablaremos hoy de una droga blanda pero no por ello menos peligrosa, el alcohol. El etanol, el componente típico en las bebidas alcohólicas, es una sustancia muy escurridiza. Desde el mismo momento en el que depositamos la bebida en nuestra boca, una pequeña parte del etanol comienza a atravesar las mucosas hasta alcanzar el torrente sanguíneo. El resto va hasta el estómago, donde ni siquiera los ácidos gástricos logran destruirlo, entra en el intestino y pasa a la sangre a través de sus paredes. El ritmo de absorción depende de varios factores. Si el alcohol se mezcla con bebidas carbonatadas se absorbe más rápido, pero si bebemos y comemos al mismo tiempo, la absorción es más lenta. Lo importante es que, se haga como se haga, la mayor parte del alcohol que se ingiere acaba en la sangre.

Una vez en la sangre, el alcohol que se difunde por todos los lugares del organismo donde hay agua. En las grasas y en los músculos, que contienen poco agua, se acumula menos cantidad, pero en otros órganos, como en el cerebro, el nivel de alcohol aumenta notablemente. El organismo detecta el desequilibrio provocado por el alcohol e intenta eliminarlo de varias maneras. Una pequeña proporción, que no supera el 10 por ciento del total, es eliminado por tres vías diferentes: a través de los riñones, por la orina, a través de la piel, con el sudor, y una pequeña cantidad se exhala a través de los pulmones. Por cierto, ésta última vía es la que utilizan los policías de tráfico para detectar el nivel de alcohol consumido por los conductores. El 90 por ciento restante se metaboliza en el hígado, es decir se consume como cualquier otro alimento. El alcohol es un alimento que contiene unas 7 calorías por gramo, una cantidad muy superior a la energía almacenada en los hidratos de carbono que tomamos en forma de harinas y pastas (éstos solo contienen 4 calorías por gramo) y es ligeramente inferior al de las grasas (9 cal/gr). Como pueden adivinar, no están equivocados los que dicen que el alcohol engorda.

Toxicidad del alcohol.

La bebidas alcohólicas o, más concretamente, el etanol que contienen, son tóxicas especialmente para el cerebro. Influye en el la química cerebral alterando la actividad de un ácido (GABA) que está relacionado con la inhibición. Su efecto consiste en retardar la actividad de los lóbulos frontales de manera que la persona valora en menor medida las respuestas negativas, o, dicho con otras palabras, el bebedor se vuelve más imprudente, más audaz y más dicharachero. Este es uno de los peligros ocultos del alcohol porque muchas personas, llevadas por ese estado de ánimo, acaban atrapados en el alcoholismo. Pero hay más inconvenientes, a nivel celular, el alcohol modifica el comportamiento de las membranas de las células porque, al aumentar su concentración en el exterior, éstas intentan disminuir la concentración expulsando agua desde el interior. Como consecuencia las células se deshidratan y de ahí viene la sed típica de las resacas. Por último, el alcohol influye en el intercambio de sustancias entre las células nerviosas provocando alteraciones motoras y sensoriales de sobra conocidas por todos.

¿Cómo eliminamos el exceso de alcohol en el cuerpo?

El organismo no puede eliminar el alcohol de forma inmendiata, lo hace, pero a un ritmo determinado. Si un persona lo ingiere a una velocidad mayor, el alcohol se acumula en el organismo. Cada molécula de etanol que entra en el cuerpo debe experimentar una serie de cambios químicos hasta que acaba convertida en en agua y dióxido de carbono. En el proceso intervienen moléculas especializadas y una de ellas, identificada con las siglas NAD, es precisamente la que pone los límites. Todos nosotros tenemos una cantidad limitada de NAD y de esa cantidad depende el ritmo al que es metabolizado el alcohol. Para hacernos una idea, el organismo de una persona de tamaño medio, trabajando a la máxima capacidad, tarda una hora en eliminar el alcohol contenido en una botella de un tercio de litro de cerveza. Cuando se ingiere alcohol a un ritmo superior, como el cuerpo no es capaz de eliminarlo, éste se va acumulando y sus efectos tóxicos también. Si una persona supera ciertas cantidades la sensación de euforia pasa convertirse en somnolencia, le resulta difícil articular palabras, pierde el equilibrio y, si continúa bebiendo, puede poner en peligro su vida. Con altas cantidades de alcohol en la sangre, los centros reguladores de la respiración o del ritmo cardíaco quedan anestesiados y, como consecuencia, se puede producir una parada cardiorespiratoria.

La moderación tiene premio

Cuando el alcohol se consume en pequeñas dosis no se han detectado efectos nocivos, salvo en personas con problemas muy concretos de salud. De hecho, e los resultados de algunos estudios científicos indican que tomar una copita de vino al día puede tener efectos beneficiosos para el corazón y para otros órganos. Ciertos experimentos realizados con voluntarios han demostrado que un joven inteligente y entrenado en hacer cálculos matemáticos resuelve mejor problemas de lógica simbólica con una copa de vino, es decir, con concentraciones muy bajas de alcohol en a sangre. Pero no se entusiasmen porque, con dos copas más, se pierde esa ventaja y, a partir de ahí, la habilidad se deteriora ostensiblemente. La memoria experimenta cambios curiosos: los acontecimientos que suceden bajo los efectos del alcohol se recuerdan mejor con un par de copas en el cuerpo, en cambio, los que se fijan en la memoria estando sobrios son más fáciles de recordar si no se ha probado ninguna bebida alcohólica.

Cualquier grado de intoxicación, aunque se trate de un desliz esporádico, provoca notables alteraciones en nuestro cuerpo. La mejor demostración son los síntomas de la resaca: nauseas, dolor de cabeza, gastritis, sed… Estos síntomas son la mejor demostración de que se ha perturbado el normal equilibrio del cuerpo. Lo mejor es actuar con cordura y, como decía mi abuelo, ¡cuidar la máquina!.

Si el alcohol es una droga cuyo consumo hay que cuidar, existen muchas otras que provocan efectos mucho más importantes en el organismo. Para hablar de ellas les ofrecemos una entrevista con D. José Cabrera Forneiro, médico forense y antiguo director de la Agencia antidroga de Madrid.


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