Desde abril de 1995, el profesor Ulises nos ha ido contando los fundamentos de la ciencia. Inspirado por las aventuras de su ilustre antepasado, el protagonista de la Odisea, la voz de Ulises nos invita a visitar mundos fascinantes, sólo comprendidos a la luz de los avances científicos. Con un lenguaje sencillo pero de forma rigurosa, quincenalmente nos cuenta una historia. Un guión de Ángel Rodríguez Lozano.
Estamos a las puertas de las Fiestas Navideñas y, por estos lugares al menos, suele ser costumbre preparar una suculenta cena en familia, un reto nada fácil de afrontar, por cierto. A la elaboración del menú, suele añadirse la elaboración de una larga lista de ingredientes que hay que conseguir a buen precio en el mercado de turno. Lo malo es que todos quieren hacer lo mismo y la compra se convierte en una prueba no exenta de riesgo. Si, además, como suele ocurrir, olvidamos algo, tenemos que volver. Lo mejor es apuntarse bien todo antes de salir y, si no tenemos con qué apuntarlo, rezar para que la memoria no nos juegue una mala pasada. Hay quien no duda a encomendarse a San Memorín Bendito, como hoy nos cuenta Ulises en el programa. El personaje que nos presenta es una excusa estupenda para hablar de la memoria, una facultad que, por cierto, no sólo tenemos nosotros. Como complemento, hablaremos de la memoria de las moscas, con Don Alberto Pascual, investigador del CSIC.
Cómo estudiar el cerebro
Hay muchas formas de estudiar el cerebro. Una consiste en considerarlo como una caja negra en la que observamos lo que entra y lo que sale, sin importarnos lo que hay dentro. Algo así como lo que hacemos al sacar café de una máquina automática. Introducimos las monedas, presionamos algunos botones y, tras unos instantes de espera, vemos como cae el vaso y sale el café. Nada sabemos sobre el camino seguido por las monedas, las corrientes eléctricas o los mecanismos de su interior, pero hemos aprendido a asociar cada botón con un resultado. Algunas de las funciones cerebrales, como la memoria, por ejemplo, pueden ser analizadas de la misma manera.
A modo de ilustración les invito a hacer un experimento: Hagan una lista de objetos comunes, aparentemente inconexo, como por ejemplo un libro, cuadro, fútbol, cerveza, sombrero, lluvia… en fin, los que quieran. Háganla bastante larga, de 25 objetos por lo menos y luego pidan a alguien que intente memorizarla. Al leer la lista intentando retener el mayor número de nombres posibles estamos actuando como al introducir las monedas de la máquina del café. Dentro de su cabeza están teniendo lugar procesos químicos, eléctricos y biológicos de los que no sabemos nada…. Después de unos momentos, intenten recordar los objetos de la lista. Con un poco de suerte, si consigue recordar entre cinco y 10 de ellos estarán por encima de la media.
Apartir del estudio de situaciones como esta se llega a ciertas conclusiones interesantes. Una de ellas es que el cerebro asocia cuanto le llega de forma automática. Cualquier estímulo procedente del exterior es comparado con experiencias previamente almacenadas y, si no interesa, lo rechaza. Y ustedes se preguntarán… ¿Para qué puede ser útil saber una cosa así? Pues, por ejemplo, para mejorar el resultado del experimento que acabamos de realizar.
Veamos cómo. Intente memorizar la lista pero, esta vez, asociando cada objeto con una situación conocida. Por ejemplo: Imagínese que está sentado en el comedor de su casa leyendo un libro mientras toma una cerveza con unas patatas fritas libro, cerveza y patatas están en la lista, piense que en la pared hay un cuadro con un barco y que en el televisor aparece un policía con sombrero -cuadro, barco, policía y sombrero también están en la lista…. Así podemos ir asociando mentalmente cada objeto con una situación y, de esta forma, facilitamos la labor de grabación y recuperación de datos del cerebro. Ya lo ven, basta con utilizar esta técnica para recordar muchas más cosas de la lista, ¡sin la necesidad de recurrir a San Memorín Bendito!
La memoria es un ejemplo elocuente de lo complejo que es el sistema cerebral. Las investigaciones han logrado averiguar que ni está localizada en una zona concreta ni existe una sola clase de memoria. Por ejemplo, los sucesos del presente se almacenan en una memoria a corto plazo que está situada en una zona llamada Hipocampo y en las Amígadalas cerebrales que son unas formaciones en forma de almendra que hay en su interior. Existe otra memoria asociada con la planificación de movimientos corporales y ésa se encuentra en las zonas frontal y parietal, al frente y arriba del cerebro. Los recuerdos antiguos pertenecen a la memoria a largo plazo que está ligada a los lóbulos temporales, situados a los lados… Total que si pusiéramos marcas, estarían repartidas por toda la masa cerebral. Con razón, se dice que la memoria es un fantasma esquivo.
Para determinar el lugar que corresponde a cada clase de memoria, los investigadores se apoyan también en personas que por accidente o enfermedad han sufrido lesiones en algunas zonas del cerebro. Son lesiones que producen efectos sorprendentes. Existen pacientes incapaces de fijar nuevos recuerdos y, sin embargo, rememoran sin dificultad hechos de su infancia. A uno de estos pacientes, se le comunicó la muerte de un familiar querido y lloró desconsoladamente. Al día siguiente lo había olvidado, se le dio de nuevo la noticia y volvió a llorar con idéntica pena. Y así lo hace cada vez que se le comenta el caso. Todo porque en algún lugar del cerebro, se rompió el sutil equilibrio que une a los cien mil millones de neuronas que lo forman. Un equilibrio que hace de nosotros unos seres curiosos, con una insaciable capacidad de aprender del mundo que nos rodea.
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