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Ulises y la Ciencia

Desde abril de 1995, el profesor Ulises nos ha ido contando los fundamentos de la ciencia. Inspirado por las aventuras de su ilustre antepasado, el protagonista de la Odisea, la voz de Ulises nos invita a visitar mundos fascinantes, sólo comprendidos a la luz de los avances científicos. Con un lenguaje sencillo pero de forma rigurosa, quincenalmente nos cuenta una historia. Un guión de Ángel Rodríguez Lozano.

La cara enrojecida del hermano Luna. Eclipses.

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Un eclipse total de Sol es un espectáculo inolvidable. Los cambios de luz, la oscuridad y el brillo de las estrellas en la plenitud del día son acontecimientos que marcan para siempre a las personas que lo viven. Después cada cual describe el suceso a su manera. Un eclipse que tuvo lugar el 28 de mayo del año 1900 fue descrito así por el escritor español Gabriel y Galán:

… y todo quedó envuelto en una luz que no era cárdena, ni violácea, ni lívida, aunque parecía todas esas cosas. Era una luz vaga y tristísima que todo lo llenó de su profunda melancolía y hondísima tristeza. Si Dios quería matar al mundo de pena, no tenía que hacer más que teñirlo de aquella luz por espacio de ocho días.

Todos los pueblos de la Tierra han visto estos fenómenos y todos han buscado explicaciones mágicas para ellos. Existen miles de historias tanto para justificar la extraña desaparición del Sol a plena luz del día, un eclipse de Sol, como para explicar el lento desaparecer de la luna llena en una noche estrellada, el eclipse de Luna. Para algunos pueblos del Amazonas, el Sol era el padre del día y la Luna, que también era de sexo masculino, era el padre de la noche. Contaban que, a veces, el Sol escondía su cuerpo en la maloca, una vivienda común entre los indios, y se producía un eclipse. Otras veces era el padre Luna el que escondía su rostro. Una de las historias mas bellas dice así:

Cada noche, la joven y bella Tierra, recibía en la oscuridad un amante secreto. Sigilosamente, protegido por las sombras, el amante desconocido tocaba su hamaca y ambos se fundían en un amor sin límites. Cuando la pasión los saciaba, siempre antes de que las luces del amanecer pudieran iluminar su rostro, el enamorado abandonaba el lecho sin que su amada pudiera reconocerlo.
Un día, la Tierra, urdió una estratagema para descubrir la identidad del amante misterioso. Antes de acostarse, puso bajo su hamaca un cuenco con un tinte rojo y esperó. EL enamorado llegó y cuando, hartos de amarse, éste quedó dormido, la Tierra tocó su cara con las manos manchadas de tinte carmesí. Antes del amanecer, como siempre, el confiado visitante abandonó el lecho si sospechar nada. Amaneció, la Tierra se levantó y se sentó a la puerta de la maloca para ver pasar a los habitantes del poblado. Pasaron muchos jóvenes pero ninguno de ellos llevaba la marca de su pasión. Cuando harta de esperar se levantó, vio que tras la puerta entornada asomaba la cara enrojecida de…. su propio hermano Luna. Cuentan las viejos que, a veces, Luna recuerda su relación incestuosa y oculta su cara enrojecida tras la puerta para que nadie pueda descubrir su falta.

Esta es una de la muchas historias que explican los eclipses de Luna. La realidad es muy distinta pero no por ello tiene menos magia. Un eclipse es un juego entre tres cuerpos celestes, muy diferentes entre si. Uno de ellos, el Sol, es un gigante. Tiene tal tamaño que, si la Tierra estuviera en su centro, la Luna describiría su órbita completa sin salir de él. Para suerte nuestra, la Tierra no está en su centro sino a 150 millones de kilómetros de distancia, lo suficientemente lejos como para que nos caliente suavemente con sus rayos y llene este planeta de vida. El tercer cuerpo celeste en discordia es la Luna. Es el más pequeño, pero como suele suceder, el más revoltoso. Gira alrededor de la Tierra una vez cada 29 días y medio, al menos una vez en ese periodo se encuentra entre El Sol y la Tierra y otra vez está en el lado opuesto de manera que es la Tierra la que se encuentra en medio.

Es muy fácil eclipsar al Sol, solo necesitamos una simple moneda. Si la alzamos entre nuestros dedos hasta que tape el disco solar – con la debida protección en nuestros ojos por supuesto – lograremos eclipsarlo fácilmente. Así pues, una simple moneda de apenas un centímetro de diámetro es capaz de eclipsar a una estrella que mide, de una extremo a otro, casi 1.400.000 kilómetros. Si alejamos la moneda de nuestro ojo, llegará un momento en el que el disco solar será más grande que ella y no podremos ocultarlo por completo, quedará un anillo de luz alrededor y habremos creado un eclipse anular. Si en lugar de utilizar una moneda usamos la Luna, el Eclipse será más impresionante pero el mecanismo es el mismo.

Para que exista un eclipse el Sol, la Luna y la Tierra deben estar alineados. Como la Luna da una vuelta completa alrededor de la Tierra cada 29 día y medio, podríamos pensar que al menos una vez al mes se debe producir esa alineación, pero no es así. Eso sucedería si la Luna girara alrededor de la Tierra en el mismo plano que la Tierra gira alrededor del Sol, cosa que no es cierta. El plano de giro de la Luna está ligeramente inclinado, 5 grados para ser exactos, y esa inclinación hace que la Luna pase unas veces más arriba y otras más abajo que el Sol, vistos ambos desde la Tierra. En esas ocasiones, los tres cuerpos no están perfectamente alineados y la sombra de nuestro satélite no llega a tocar a la Tierra. Así es como se pierden cinco de cada seis posibles eclipses. Tan solo hay dos momentos durante el año en los que la órbita de la Luna corta a la línea que une la Tierra con el Sol, pero aun así puede suceder que la Luna no esté cerca de ese punto y por lo tanto no se producirá un eclipse. Estas pequeñas cosas son las que hacen que los eclipses de Sol sean raros de ver. Lo mismo sucede con los eclipses de Luna.

Las andanzas de nuestros cuerpos celestes más queridos no terminan ahí porque unas veces la Luna es lo suficientemente grande como para tapar completamente al astro rey y otras no. La causa es que ni la Tierra se mantiene siempre a la misma distancia del Sol ni la Luna está siempre a la misma distancia de la Tierra. Hay una razón para ello y es que la naturaleza parece haber inventado la circunferencia para deleite de los matemáticos pero se niega a utilizarla en sus propios quehaceres. Prácticamente no existe ningún cuerpo celeste que gire alrededor de otro describiendo una circunferencia perfecta, lo común es que su órbita sea una elipse. En ese camino, la Tierra se encuentra en el mes de enero casi cinco millones de kilómetros más cerca del Sol que en el mes de Julio. Aunque la distancia nos parezca enorme, la realidad es que frente a los casi 150 millones de kilómetros de media que nos separan del Sol, esos cinco millones no son gran cosa. Sin embargo hay un aspecto en el que si es interesante: Cuando el disco solar está más cerca nos parece ligeramente más grande, poco más de un 3%, algo muy importante cuando hablamos de eclipses.

La Luna también está unas veces más cerca de la Tierra que otras. En ocasiones su órbita se aleja hasta los 406.700 km y otras desciende hasta los 356.400 km. Las diferencias pueden parecer pequeñas pero, dado que está mucho más cerca de nosotros, el tamaño del disco lunar varía un 12 %. Así pues aunque los tamaños reales del Sol y la Luna no varíen, el tamaño que nosotros vemos sí es diferente.

Para colmo de casualidades, la Luna está una distancia muy interesante de la Tierra. Una distancia tal que, desde nuestro punto de vista, los discos de ambos astros tienen medidas similares. Si la Luna estuviera un poco más lejos o su radio fuera 120 kilómetros menor, sería demasiado pequeña y jamás lograría tapar completamente el Sol. No existirían eclipses capaces de apagar el astro rey hasta el punto de hacer salir las estrellas a pleno día. Si la Luna estuviera más cerca, muy poco más, su tamaño no cabría en el interior del disco solar y sería imposible ver un eclipse anular, aquél en el que el disco lunar se pone delante del sol sin taparlo por completo, dejando un tenue anillo de luz a su alrededor.

La naturaleza ha sido tan generosa que nos ha premiado con ambos fenómenos, unas veces nuestro satélite se cruza con el Sol cuando cuando está más cerca y su tamaño es lo suficientemente grande para tapar el por completo el disco Solar. Se producirá un eclipse total de Sol. Otras veces ambos astros se cruzan cuando la Luna está más alejada y su disco es demasiado pequeño para tapar por completo el disco solar. En ese caso, los afortunados con el espectáculo verán un eclipse anular.

La ciencia ha permitido calcular con exactitud los desplazamientos del Sol, la Tierra y la Luna hasta el punto de conocer con mucha antelación cuando sucederán los distintos eclipses. Podemos predecir, por ejemplo, que el próximo eclipse de Sol sucederá el 13 de septiembre de 2015, desgraciadamente será parcial y será visible sólamente en los países del sur de África y la Antártida. Más suerte tendremos “el 28 de septiembre de 2015, esa noche podremos ver de un eclipse total de Luna desde la mayor parte de Europa y América”: http://www.timeanddate.com/eclipse/lunar/2015-september-28 será el momento ideal para observar la cara enrojecida del amante hermano de la Tierra.


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