Desde abril de 1995, el profesor Ulises nos ha ido contando los fundamentos de la ciencia. Inspirado por las aventuras de su ilustre antepasado, el protagonista de la Odisea, la voz de Ulises nos invita a visitar mundos fascinantes, sólo comprendidos a la luz de los avances científicos. Con un lenguaje sencillo pero de forma rigurosa, quincenalmente nos cuenta una historia. Un guión de Ángel Rodríguez Lozano.
Sabemos en qué lugar vivimos, en qué ciudad, estado o país habitamos y conocemos muy bien el Planeta al que pertenecemos. Sin embargo, más allá de la Tierra y del Sistema Solar los conocimientos se van haciendo más y más escasos. Hoy, Ulises ayuda a ampliar ese conocimiento con un viaje Imaginario por los poblados barrios estelares de la Vía Láctea.
Al observar nuestra Galaxia desde nuestro punto de visión, es decir, desde la posición que ocupa la Tierra en el espacio, tenemos una sensación que se parece mucho a la que sentimos al mirar nuestra cuidad de noche, desde un punto de observación elevado. Las luces de la cuidad se extienden de izquierda a derecha y agrupándose en una línea de luz casi continua en la línea del horizonte. Si levantamos la vista al cielo o hacia nuestros pies, los puntos iluminados disminuyen en número y se hacen más dispersos o desaparecen por completo. En cambio, si cambiamos de lugar de observación y miramos las luces de la ciudad desde un punto mucho más elevado, un avión en vuelo por ejemplo, el espectáculo cambia radicalmente. Ante nuestros ojos se extiende una gran mancha de luz de contornos más o menos definidos y, a lo lejos, se divisan las manchas dispersas de las ciudades cercanas.Algo parecido sucede al observar la Vía Láctea ¡Nuestra Cuidad Cósmica!.
La Vía Láctea es una inmensa ciudad de estrellas. El Sistema solar ocupa un lugar alejado del centro, en un barrio conocido como “Brazo de Orión”. Si pudiéramos montar en un imaginario autobús interestelar que viajara a la velocidad de la luz, es decir, 300.000 kilómetros por segundo, el periplo por la galaxia superaría con creces nuestra vida y la duración de nuestras civilizaciones presentes y pasadas.
Comencemos ese viaje imaginario. Partimos desde la Tierra en dirección hacia el Centro Galáctico. A la velocidad de la luz llegaríamos a la Luna en poco más de un segundo, pasaríamos por las cercanías del Sol ocho minutos y medio, superaríamos las órbitas de los planetas en pocas horas y nos perderíamos por el espacio casi vacío durante cuatro años hasta llegar a la estrella más cercana a nosotros, Próxima de Centauro. A pesar de movernos a la velocidad más alta que puede existir, el viaje sería extraordinariamente tedioso a medida que nos adentramos en la Vía Láctea, las visitas a las distintas estrellas irían separadas por años de travesía en el despoblado espacio interestelar.
Mil años más tarde, los encuentros estelares se harían aún más escasos, estaríamos abandonando el Brazo de Orión en camino hacia la siguiente barriada estelar: El brazo de Sagitario.
El Brazo de Sagitario agrupa una mayor densidad de estrellas, como corresponde a una barriada estelar más cercana al centro de la Vía Láctea, no obstante, las distancias entre ellas siguen siendo enormes. Dos mil años emplearíamos en cruzarlo y, en el camino, el firmamento mostraría estrellas totalmente nuevas a nuestros ojos, porque aquellas que eran visibles desde la Tierra haría miles de años que las habríamos dejado atrás.
A pasar de lo lento que pueda parecer el viaje, aún tardaríamos 25.000 años en alcanzar las regiones densas y pobladas del Centro Galáctico. Allí el cielo es extraordinariamente brillante, las estrellas se encuentran muy cerca unas de otras y todas giran vertiginosamente alrededor del inmenso Agujero Negro que habita en su interior.
Las inmediaciones del agujero negro son poco recomendables para un visitantes pequeños y débiles como nosotros. No obstante, si sobreviviéramos a semejante encuentro y continuáramos nuestro viaje, aún tendríamos por delante otros 50.000 años antes de abandonar por completo nuestra ciudad estelar, viajando a la velocidad de la luz, por supuesto.
El viaje al que nos invita Ulises no acaba ahí. Una vez que nuestro imaginario transporte intergaláctico abandona la Vía Láctea, aún quedan por delante millones de años de travesía entre galaxias enormes, como Andrómeda, y galaxias enanas que conforman el Grupo Local. Os invitamos al viaje escuchando este podcast de “Ulises y la Ciencia”.
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