Buscando "Bacterias"
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Campos del conocimiento tan distantes y tan diversos como la física, la economía, la biología, la arquitectura o los juegos, por poner unos ejemplos, deben su desarrollo a las matemáticas, ya sea por su ayuda para la resolución de los problemas más simples o por hacer posibles sus avances más espectaculares. Hoy les ofrecemos la visión de un sorprendente campo de aplicación: la oncología matemática ¿Cómo pueden las matemáticas ayudar a la lucha contra el cáncer? Para responder a esta pregunta hablamos con Juan Belmonte Beitia, investigador del Grupo de Oncología Matemática que desarrolla su labor en el Instituto de Matemática Aplicada a la Ciencia y la Ingeniería de la Universidad Castilla-La Mancha.
Si hay aprovechados en esta vida, el parásito de la malaria, el plasmodium, es un verdadero maestro entre los seres que sacan partido de otros. El plasmodium se aprovecha de la sed de sangre de la hembra del mosquito anófeles para saltar de ser humano en ser humano y asegurarse la supervivencia. Bien mirado, el mosquito, el parásito y el ser humano son tres actores de una misma obra vital. Ulises nos habla en el programa de hoy de la vida del parásito y, como complemento, les contamos la vida del mosquito y les ofrecemos un vídeo que ilustra el proceso de infección.
En su publicación de la estructura del ADN, en 1953, Watson y Crick indicaron que ésta sugería un mecanismo por el que la información podía ser copiada y la copia ser transmitida así a las siguientes generaciones. Sin embargo, no fueron más específicos y en su artículo no describieron lo que tenían en la cabeza acerca del mecanismo de replicación, no estaba claro cómo la información era copiada de hebra en hebra y, de hecho, se manejaban varias posibilidades. Era pues necesario recabar evidencia que apoyara alguna de las posibilidades e idealmente, también descartara a las otras. Aquí es cuando surge la genialidad de dos científicos estadounidenses, Matthew Meselson y Franklin Stahl. Hoy os contamos su legado.
En nuestros estudios de bachillerato aprendimos que en la Naturaleza hay dos formas fundamentales de ganarse la vida. Una consiste en fabricarse la propia comida a partir de compuestos minerales y energía solar, y la otra, en aprovecharse del trabajo de los primeros y robársela, ya sea utilizándolos como alimento o consumiendo de sus desechos. A los primeros pertenecen las plantas o las algas verdes y se conocen como “autótrofos”. En el lado opuesto están los “heterótrofos”, entre ellos estamos nosotros, los demás animales, los hongos y otras criaturas. Pero no acaba ahí la historia, como nos cuenta María del Carmen Muñoz Marín, Investigadora de la Universidad de Córdoba, hay seres que utilizan ambas estrategias, es decir, son capaces de capturar la energía del Sol para fabricarse sus propios alimentos a partir de compuestos inorgánicos y, cuando la ocasión es propicia, pueden alimentarse de la materia orgánica que los rodean. Estos son los “mixótrofos”. Podríamos pensar que los mixótrofos son unos “bichos raros”, una minoría, pero os sorprenderá saber que, no solamente abundan, sino que les debemos la vida porque generan el 50% del oxígeno que respiramos.
Cuando observamos los restos neolíticos en un museo, encontramos multitud de herramientas de sílex, como cuchillos, puntas de flecha, raspadores, etc. Son herramientas hábilmente talladas, pero aparecen inconexas y dispersas porque, al faltar restos de madera y otros materiales, nos hacen pensar que aquellas gentes eran toscas y atrasadas. Esta fue mi percepción hasta que tuve la oportunidad de conocer el trabajo de Juan F. Gibaja sobre el yacimiento de La Marmotta, ubicado en el lago Bracciano, cerca de Roma, Italia. Este yacimiento excepcional se encuentra en el fondo del lago a 11 metros de profundidad y ha conservado los restos de un poblado y multitud de enseres: canoas de grandes dimensiones, herramientas completas utilizadas en labores agrícolas, arcos y flechas, cestos, semillas de cereales, opio, etc., objetos que muestran la complejidad de las poblaciones neolíticas.
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