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Hoy, vamos a retomar un tema que no envejecerá por mucho que nos empeñemos. El tema no es otro que el envejecimiento, o, mejor dicho, cómo impedirlo. Mucho me temo que el asunto de frenar el envejecimiento seguirá vigente por los tiempos de los tiempos, porque la ciencia, a pesar de todos sus esfuerzos, no conseguirá impedir el envejecimiento de seres multicelulares complejos, como nosotros, pero no se dará por vencida nunca. De hecho, hay estudios científicos que sugieren que detener el envejecimiento es irrealizable, aunque claro, también los había para afirmar que volar con una máquina era imposible. Sea como sea, dejar de envejecer y seguir vivos, es decir, alcanzar la vida eterna, es uno de los objetivos más populares de todos los tiempos, tanto de la ciencia como de lo que no lo es. Es un objetivo que nunca envejece y en el que miles de millones se empeñan en creer posible.
Para aumentar la diversidad genética, e incrementar así la resistencia de una especie a los avatares del entorno, la Naturaleza ha encontrado la solución de la reproducción sexual. Sin embargo, de vez en cuando se producen excepciones. Una de ellas es muy reciente, ya que apareció solo en 1995. Se trata de una nueva especie de cangreja de río llamada Procambarus virginalis. Esta especie consta solo de hembras que, obviamente, se reproducen sin machos de manera asexuada. Estas cangrejas ponen huevos fértiles de los que solo nacen hembras que son clones virtualmente idénticos a sus madres. Cada ocho semanas una de estas hembras genera otras cien. Desde entonces, ha colonizado varios países de Europa central y la isla de Madagascar. No es conocido cómo esta especie puede realizar esta hazaña, pero estudios recientes indican que la respuesta podría encontrarse en la epigenética, es decir, en modificaciones químicas en el ADN que controlan el funcionamiento de los genes.
Desde 1995, se vienen observando ejemplares de sapo deformes en el centro del continente norteamericano, en la región entre los Estados Unidos y Canadá. Los Sherlock Holmes o Hercules Poirot de la ciencia han estado luchando durante años para intentar comprender la misteriosa y repentina aparición de sapos con deformidades en sus extremidades. Para muchos, esos defectos indicaban un claro deterioro del entorno en el que viven estos animales. Sin embargo, la respuesta no era tan obvia, en el proceso intervienen dos factores que se potencian entre sí: un parásito y la contaminación. La historia contiene los componentes más importantes de la investigación científica: la observación de un fenómeno; la formulación de hipótesis para intentar explicarlo; la realización de experimentos bien diseñados y controlados para confirmar o refutar las hipótesis y, finalmente, la interpretación de los resultados de dichos experimentos para alcanzar la conclusión más probable.
Un nuevo descubrimiento, junto con observaciones telescópicas de algunas zonas de nacimiento de estrellas en la galaxia, y sofisticadas simulaciones realizadas por ordenador, han permitido a los astrofísicos M. Gounelle y G. Maynet, explorar nuevas posibilidades para explicar el nacimiento del Sol. La historia completa la publican en la revista especializada Astronomy and Astrophysics. El Sol proviene de una o varias primeras supernovas, verdaderamente gigantescas, que originaron una nube colosal de materia dispersa. Al congregarse parte de los restos de estas supernovas nació una estrella supermasiva, unas 30 veces mayor que el Sol y cientos de estrellas similares a nuestro Sol, las cuales orbitaron alrededor de la masiva estrella central.
No todas las células de nuestro organismo pueden poseer la misma longevidad. Los neutrófilos que fagocitan bacterias, por ejemplo, llevan una vida intensa, pero corta, mientras que las neuronas forman redes conectadas cuya estructura debe ser mantenida toda la vida del organismo. El principal proceso que afecta a la longevidad de cada tipo celular es el proceso de muerte celular programada, llamado, en lenguaje científico, apoptosis. La investigación científica ha desvelado que el mecanismo de suicidio dispone de varias proteínas que lo regulan, producidas por la actividad de sus genes correspondientes. Algunas de esas proteínas son pro-suicidio y otras son anti-suicidio. Investigadores de la Universidad de California han descubierto recientemente que las neuronas poseen alguna proteína anti-suicidio que hace mucho mas difícil su muerte y que esta proteína proviene del mecanismo de procesamiento alternativo de un gen llamado BAK1.
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