El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Un virus es diminuto, un ente entre lo animado y lo inanimado, pero con una fascinante historia. El virus de la gripe infecta a los humanos desde tiempo inmemorial y lo mismo hace con aves, cerdos, elefantes, ballenas y un número enorme de especies animales. Un virus que, no contento con llenar al mundo animal de toses, mocos y fiebres, se dedica a saltar de una especie a otra con la habilidad de un malabarista.
El virus de la gripe es una diminuta bolita que contiene en su interior ocho porciones de material genético, ocho genes, envueltos por una cápsula (cápside) o carcasa de proteínas. De la envoltura exterior sobresalen moléculas de hemaglutinina especialmente dotadas para anclarse a las células e iniciar su asalto. Una vez dentro de la célula, utiliza la maquinaria celular para sacar infinidad de copias de su material genético y, terminada la infección, los virus van saliendo de la célula por gemación, sembrando la membrana de pequeñas protuberancias víricas que se separan de la pared celular gracias a otra proteína, la neuraminidasa.
El cuerpo humano lucha contra estos agentes invasores reconociendo sus armas y neutralizándolas. Cuando el virus ataca, el sistema inmune estudia las moléculas químicas que intervienen en el proceso y diseña un arma específica que bloquea la replicación del virus. Desgraciadamente, ese es un proceso que lleva su tiempo y mientras el organismo diseña sus defensas específicas, el virus sigue avanzando con notable rapidez. Cuando las armas del sistema inmune, los anticuerpos, están diseñadas, nuestro cuerpo las produce en masa para controlar a los invasores. Después, una vez terminada la contienda, almacena la información sobre las armas empleadas para estar prevenidos ante un nuevo ataque.
Las vacunas actúan de manera semejante al virus porque ofrecen al sistema inmune información sobre las armas del enemigo, aunque sin infectarlo. La Organización Mundial de la Salud ha creado por toda la Tierra una red de centros especializados cuyo cometido consiste en vigilar la aparición de nuevos virus, recoger muestras de las personas infectadas, manipular los virus para generar vacunas y, lo más importante, prevenir a la población de los posibles riesgos de pandemias. Su labor de vigilancia ha quedado patente con las amenazas del llamado "virus de la gripe aviar" que fue descubierto en 1999 y el actual virus de la mal llamada "gripe porcina".
La semana pasada, nuestro invitado, Don Enrique Tabarés, nos habló del virus de la gripe, de su composición y de algunas de sus estrategias de ataque. Nos contó que existe una primera clasificación en tipos A, B y C. Los tipos que realmente provocan reacciones indeseadas son el A, que tiene su origen en las aves, y el tipo B, que es estrictamente humano, pero la variedad es mucho más amplia porque cada uno de estos tipos agrupa a un conjunto de virus que se diferencian unos de otros por sus proteínas externas y sus genes.
Cada año, los virus que infectan a los seres humanos sufren cambios menores, mutaciones, que les permiten presentar una cara diferente, sortear las defensas e infectarnos de nuevo. Contra ellos se diseñan vacunas que contienen información sobre varios tipos de virus a la vez, virus que, en un momento dado, están infectando a diferentes poblaciones. Sin embargo, de cuando en cuando, un virus salta la barrera de las especies y entra en juego cogiendo desprevenidas a nuestras defensas.
El virus de la gripe de tipo A afecta a un número enorme de especies. Las aves acuáticas salvajes los llevan de un lado a otro sin presentar síntomas de infección, son lo que se conoce como reservorio. De ellas ha pasado a otras especies en múltiples ocasiones a lo largo de la historia. No es paso fácil porque para que un virus infecte al ser humano debe llevar en la carcasa exterior los "ganchos moleculares" adecuados para acoplarse a otras moléculas que tienen las células en la superficie, deben encajar como una llave y su cerradura. Cuando encajan, el virus abre la pared celular, penetra en la célula y se produce la infección.
Dependiendo del tipo de "ganchos" del virus (hemaglutinina) así será la infección. Se puede dar el caso que un animal, el cerdo es un ejemplo clásico, se infecte al mismo tiempo con dos virus distintos, uno procedente de un ave y otro de un humano (las células del cerdo tienen ganchos que ambos pueden abrir) y que, una vez dentro, redistribuyan sus genes. El virus que emerge de la célula, puede tener, entonces, una mezcla de genes de ambos invasores, aviares y humanos. Hablamos de recombinación o virus recombinante.
Los virus recombinantes han surgido repetidas veces a lo largo de la historia y, conocer esos hechos, es imprescindible para comprender con detalle la evolución de una epidemia o una pandemia (hablamos de epidemia cuando los afectados pertenecen a una población localizada, y pandemia cuando afecta a personas repartidas por todo el mundo).
Don Enrique Tabarés nos cuenta hoy la historia de las grandes pandemias de gripe y de los virus que las produjeron, desde la llamada "gripe española" de 1918, hasta las últimas amenazas como las del llamado virus de la gripe aviar o el virus de la gripe porcina.
Don Enrique Tabarés es Catedrático de Microbiología en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid.
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