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Hablando con Científicos

El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.

Sumergidos en un océano de radiaciones. Hablamos con Alberto Nájera y Enrique Arribas.

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Vivimos sumergidos en un océano de radiaciones, no se asusten, aunque la palabra se asocie algunas veces con fenómenos de origen nuclear, radiaciones hay de muchas clases y la mayoría de ellas son totalmente inocuas para nosotros. He aquí un ejemplo que habla por sí mismo: el Arco Iris. La preciosa secuencia de colores que ven nuestros ojos no son más que la forma que tiene nuestro cerebro de “sintonizar” las radiaciones electromagnéticas que les llegan. Lo cierto es que el concepto de radiación electromagnética es mucho más amplio que el concepto de luz visible que observamos en el Arco Iris, de hecho la luz que nuestros ojos pueden ver es tan solo una pequeña parte de todas las radiaciones electromagnéticas que existen. Unas son generadas de forma natural y otras son compañeras inseparables de la tecnología moderna.

Origen de la radiación electromagnética

Las radiaciones electromagnéticas tienen su origen en las cargas eléctricas que pueden ser de dos tipos: positivas y negativas. Dos cargas situadas a cierta distancia no pueden sentirse indiferentes. Si son del mismo signo se repelen, y tienden a huir una de la otra, si son de distinto signo sienten una atracción irresistible e intentan juntarse. Si movemos una de las cargas hacia arriba y abajo, la otra, aunque esté lejos, “sentirá” ese movimiento e intentará imitarlo. Básicamente, ése es el principio de funcionamiento de una antena. Si confinamos las cargas en un hilo metálico y las movemos a un lado y otro, a un determinado ritmo, otra carga situada más lejos bailará al mismo son. Esa comunicación a distancia se transmite por el espacio en forma de ondas y pueden ser de frecuencias que van desde unos pocos vaivenes por segundo –un vaivén se llama hertzio- hasta trillones de ellos.

El océano de radiaciones

Las radiaciones electromagnéticas pueden tener un origen muy variado: fenómenos naturales que emiten luz, rayos de las tormentas, las emisiones de los cuerpos calientes o las radiaciones que vienen del espacio exterior son algunos ejemplos. Por otro lado, existen multitud de fuentes de origen artificial: las ondas de radio y televisión, telefonía móvil, redes inalámbricas, señales de radar, hornos de microondas, etc.

Ante tal invasión de radiaciones es humano sentir cierto recelo ¿Tienen algún efecto nocivo para nuestra salud o la de nuestros hijos? Todos aceptamos que poco podemos hacer para evitar las radiaciones de fuente natural, además, si algún peligro hay en ellas, la evolución ya se ha encargado de hacer su selección para hacernos resistentes. Sabemos que la luz del Sol es buena, incluso hemos desarrollado unos ojos capaces de hacer uso de ella para captar los objetos que nos rodean, pero también sabemos que debemos ser cuidadosos y no mirar fijamente al Astro Rey porque nos quedaríamos ciegos. Las radiaciones de origen artificial, en cambio, son otro cantar. Llevamos muy poco tiempo bajo su influencia y desconocemos sus efectos a largo plazo. Sólo podemos hacer una cosa: investigar.

Antes de determinar si un tipo de radiación es o no dañina a largo plazo, hay que responder a muchas preguntas. No todas las radiaciones influyen de igual manera sobre los seres vivos. Sabemos que algunas de ellas tienen efectos devastadores porque llevan energía suficiente como para romper moléculas y, como todos sabemos, de moléculas orgánicas estamos hechos. Los rayos X o los rayos gamma pertenecen a este tipo y de sobra son conocidas las precauciones que se toma el personal médico al hacer una radiografía o las normas estrictas de seguridad que rodean a las instalaciones nucleares. Sin embargo, las radiaciones de menor energía, como las ondas de radio o de telefonía móvil, tienen mucha menor energía y no pueden romper moléculas, así que sus efectos –si los tienen- no están nada claros. Para despejar esas incógnitas son necesarias investigaciones que ataquen el problema desde muchos ángulos. Experimentos que determinen los efectos de las radiaciones de distintas frecuencias sobre los seres vivos en general y sobre el ser humano en particular, experimentos que determinen a qué intensidad puede provocar daños la radiación de una frecuencia dada, establecer límites que no sobrepasen esos niveles y conocer en todo momento a qué tipo de radiaciones estamos sometidos y con qué intensidad nos llegan.

Un proyecto para medir las radiaciones de origen artificial que recibimos

Vivimos en casas con teléfonos inalámbricos y redes WIFI, recibimos señales de radio y televisión, paseamos por la calle unas veces más cerca y otras más lejos de antenas de telefonía, conducimos y miden nuestra velocidad con señales de radar y un nada despreciable etcétera. En cada momento y lugar estamos sometidos a distintas radiaciones con diferentes intensidades, así pues, una labor fundamental consiste en identificar y “medir” la intensidad de las radiaciones que estamos recibiendo en un lugar y un momento de nuestras vidas para saber si existe algún tipo de peligro inmediato. Bien pues, en la Universidad de Castilla – La Mancha, un grupo de científicos está desarrollando un proyecto que pretende exactamente eso, caracterizar el nivel de exposición de personas de una ciudad, en este caso la ciudad de Albacete, a medida que se mueven por ella realizando sus actividades cotidianas.

Participan en Hablando con Científicos

El proyecto lleva por título: Caracterización de la exposición personal a campos electromagnéticos de radiofrecuencia y se propone medir la radiación recibida por un grupo de voluntarios de la ciudad de Albacete a medida que se mueven por ella. Hoy, en Hablando con Científicos, charlamos con dos de los investigadores que participan en el estudio: Alberto Nájera López, director del proyecto, Profesor Contratado Doctor del Departamento de Ciencias Médicas de la Facultad de Medicina de Albacete y Enrique Arribas Garde, Profesor Titular de Universidad del Departamento de Física Aplicada en la Escuela Superior de Ingeniería Informática de Albacete, ambos pertenecen a la Universidad de Castilla – La Mancha


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