El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
A medida que la humanidad crece, las necesidades de energía y los problemas aumentan. No es que tiempos pasados fueran mejores, la cruda realidad es que ahora somos muchos más, hay más personas que viven mejor que nunca en la historia (otras no) y valoramos la importancia de nuestros problemas con otra vara de medir. Lo que nadie puede negar ya es que el futuro plantea grandes retos que, al menos por ahora, no estamos preparados para resolver. Sólo por mencionar un par de ellos, uno es la búsqueda de fuentes sostenibles de energía y otro el control de las enormes cantidades de basura que generamos en nuestra loca existencia. Por supuesto, no existen fórmulas mágicas y, si alguien defiende que las hay, seguro que no sirven para todo el mundo.
Es difícil imaginar que las futuras necesidades energéticas se resuelvan con una única fuente, todo apunta a que, como ahora, sean varias las opciones que se sumen para resolver el problema. Entre esas opciones, el aprovechamiento de la energía de la biomasa es una interesante posibilidad por varias razones, porque aporta energía que está a nuestro alcance, tecnológicamente hablando, porque no contribuye significativamente al aumento de gases de efecto invernadero y porque ofrece la posibilidad de disminuir la abundante carga de desperdicios con los que estamos contaminando el planeta.
Por supuesto, la energía de la biomasa no es la panacea. Como todo en esta vida, su utilidad depende de cómo se utilice y de la tecnología que seamos capaces de desarrollar. La energía de la biomasa es aquella que se obtiene a partir de la materia orgánica generada por los seres vivos. Si usted hace una hoguera con ramas secas para calentarse, está utilizando energía de la biomasa y lo mismo ocurre si, por poner otros ejemplos, logramos reciclar los desechos vegetales que se producen en la agricultura, si conseguimos recoger el aceite usado en las labores culinarias y los restos animales que se generan por miles de toneladas en las industrias cárnicas y los convertimos en un combustible fácil de utilizar. De esa manera estaremos logrando tres avances importantes: disminuir la contaminación, generar energía y evitar el uso de otras fuentes, como el petróleo, que contribuyen a aumentar la contaminación ambiental y potencian las emisiones de gases de efecto invernadero. Si lo hacemos así, perfecto.
Ahora bien, si para conseguir la materia prima con la que se fabrica un biocombustible deforestamos salvajemente el planeta o destinamos a la producción de plantas de alto rendimiento energético una superficie que necesitamos para sembrar especies que nos sirvan de alimento, mal iremos.
En ambos casos es energía de la biomasa la que se obtiene pero, como ven, el cuchillo en sí no es bueno ni malo, depende de quien lo maneje.
Hechas las salvedades anteriores, y como no está la situación para ahondar en tristezas, imaginemos que somos “como debemos ser” y utilizamos la biomasa como se debe. En ese caso, además de la materia prima, es decir, la biomasa, necesitaremos desarrollar tecnologías que nos permitan extraer de ella la energía que contiene de manera que sea útil y rentable para nosotros. Como es natural, a nadie se le escapa que, en estos tiempos, encendiendo hogueras no logramos que funcionen los motores de combustión de nuestros vehículos ni las máquinas de las fábricas, pero ya existe la tecnología que permite convertir la biomasa en combustible y, gracias a ella, contamos con un buen número de los llamados biocarburantes, como el biodiésel, el bioalcohol.
Ahora bien, los biocarburantes se pueden obtener a partir de materia prima muy diversa, nos es lo mismo obtener biodiésel a partir de los desechos agrícolas excedentes de la elaboración del vino, o sea, los restos de pepitas y piel de la uva, que elaborarlo a partir de pepitas de girasol, del serrín de las fábricas de muebles o de las grasas animales de las industrias cárnicas. Esas diferencias obligan a que, una vez creado, se deba estudiar su comportamiento en laboratorios especializados. Antes de distribuirlo para su consumo hay que comprobar si puede ser utilizado sin problemas en los motores, medir su poder energético y compararlo con el de otros combustibles fósiles, determinar si producen más o menos partículas y productos carbonados contaminantes, etc.
En la Universidad de Castilla-La Mancha existen centros en los que se investigan estas cosas. Uno de esos centros está en la ETS de Ingenieros Industriales de Ciudad Real. Allí, un equipo de investigadores que forman el Grupo de Combustibles y Motores de la UCLM estudia los procesos de combustión y la caracterización de emisiones contaminantes en motores de combustión interna alternativos, principalmente diésel. Hoy en “Hablando con Científicos” conversamos con Juan José Hernández Adrover, Catedrático de Universidad del Area de Máquinas y Motores Térmicos. Les invitamos a escucharlo.
Más información:
Area de Máquinas y Motores Térmicos de la UCLM
Combustion characterizations of producer gas from biomass gasification.
Autores: Hernández, J.J.; Barba, J.; Aranda, G.
Global Nest Journal, (Aceptado), año 2012, Global Nest.
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