Por primera vez en la historia de la humanidad somos conscientes de que nuestras acciones pueden influir en el devenir del planeta y, ante tal responsabilidad, tener muchos ojos para observar los cambios globales puede ser vital para nuestro futuro. Fenómenos como el cambio climático global, la evolución de la capa helada sobre los polos terrestres, el agujero de ozono o la subida del nivel de los océanos son sólo algunos de los aspectos más llamativos de nuestras nuevas preocupaciones. Aunque para muchos los cambios globales parezcan lejanos y ajenos a la vida cotidiana, la realidad es que todo está conectado por sutiles hilos que nos envuelven por completo, de hecho, lo que sucede al planeta en su conjunto es el resultado de la suma de infinidad de cambios a menor escala, que, en mayor o menor medida, afectan a en nuestras vidas. Interpretar correctamente las señales es difícil, se requiere una enorme cantidad de información y técnicas adecuadas de investigación.

Teledetección.

La palabra teledetección significa “detección a distancia” y se puede aplicar a cualquier técnica que permita obtener información de un objeto sin necesidad de entrar en contacto con él. La teledetección abarca un enorme número de posibilidades, desde una imagen del interior del cerebro vivo por Resonancia Magnética Nuclear hasta la observación del estado de la atmósfera por un satélite meteorológico, por poner dos ejemplos. Nuestros ojos son los instrumentos más familiares de teledetección pero actualmente se ha desarrollado un conjunto de novedosas tecnologías que los superan en muchos aspectos y que están demostrando su valía a la hora de observar fenómenos que tienen lugar a muy diversas escalas.

Nuestros ojos sólo pueden usar la teledetección de forma pasiva, es decir, se limitan a detectar las radiaciónes visibles que envían los objetos que vemos, ya sea porque ellos emiten luz, una llama encendida por ejemplo, o porque reflejan la luz emitida por el Sol u otra fuente luminosa. Lo no podemos hacer es emitir radiación, a menos que seamos uno de esos superhéroes de ficción que echan rayos por los ojos. Sin embargo, lo que la naturaleza nos ha negado, lo hemos conseguido con la tecnología, así se han desarrollado tecnologías que utilizan la teledetección de forma activa, es decir, emitiendo una señal que, al ser reflejada por el objeto, devuelve en el reflejo la información que el emisor desea obtener. Si le han puesto alguna vez una multa de tráfico por exceso de velocidad, se lo tiene que agradecer a esta tecnología. Por otro lado, el sentido de la vista se basa en la captación de un margen estrecho de frecuencias de radiación electromagnética (luz) que identificamos como colores, una limitación que las modernas tecnologías de teledetección han superado y gracias a ellas, podemos observar imágenes obtenidas con radiaciones que escapan a nuestra vista, como las microondas, el infrarrojo, ultravioleta o los rayos X.

Teledetección satelital

Una de las mayores revoluciones de la teledetección moderna se ha originado gracias a la tecnología espacial. Desde el espacio exterior, una legión de satélites artificiales gira alrededor de la Tierra con un variado número de sensores que vigilan continuamente en la distancia los cambios que tienen lugar en nuestro planeta. Esos satélites y los sensores que transportan son ojos con los que la tecnología está proporcionando al ser humano vistas inéditas de lo que acontece en la Tierra a muy diversas escalas. Los modernos ojos de la humanidad tienen una visión más aguda, ven ondas electromagnéticas que escapan a nuestra vista, ofrecen, dada su posición en el espacio, perspectivas únicas del planeta y de los fenómenos que en él acontecen, a diversas escalas y durante prolongados periodos de tiempo.

Para conocer algunas de las aplicaciones de la teledetección satelital hoy hablamos con Juan Manuel Sánchez Tomás, investigador de la Universidad de Castilla-La Mancha y profesor en el departamento de Física Aplicada de la Escuela de Ingeniería Minera e Industrial de Almaden (Ciudad Real). Sus trabajos se centran en la teledetección e interpretación de imágenes que permiten captar el intercambio de agua por evaporación y por transpiración de la cubierta vegetal (evapotranspiración) que tiene lugar en amplias zonas de la Tierra. Un índice de la importancia de estos estudios es el Premio Internacional Norbert Gerbier-MUMM 2010 que La Organización Meteorológica Mundial concedió a nuestro invitado y su equipo por un estudio de la región italiana de Basilicata.

Juan Manuel Sánchez Tomás investiga los índices de evapotranspiración obtenidos a través de observaciones por satélite y su aplicación a diversos campos de estudio como la elaboración de modelos de predicción de riesgo de incendios forestales, el cálculo de las necesidades hídricas de plantaciones agrícolas o la evaluación de la calidad de las aguas de lagos y embalses. Actualmente participa en el proyecto del satélite HYSPIRI de la NASA para el estudio de las regiones áridas y semiáridas de los estados de Arizona y Nuevo Méjico en Estados Unidos.

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