El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Hoy conversamos con Ignacio Oliva Monpean, una persona que nos muestra hasta qué punto la investigación científica es posible gracias a la cooperación entre múltiples disciplinas. Ignacio Oliva es profesor de Historia del Arte en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, ciudad en la que dirigió un curso de verano organizado por la Universidad de Castilla – La Mancha que llevaba por título Digitalización paleontológica del Yacimiento de Lo Hueco.
El proyecto tiene su origen en la propuesta de digitalización del dinosaurio carnívoro Concavenator corcovatus, que vivió hace unos 125 millones de años en Las Hoyas , otro de los yacimientos de Cuenca. Sobre este dinosaurio, el grupo IDECA para la Investigación y Desarrollo de Contenidos audiovisuales, dirigido por Ignacio Oliva, tiene prevista la elaboración de un audiovisual que mostrará la forma y vida del afamado dinosaurio jorobado. Como introducción a la entrevista que les ofrecemos hoy hablaremos de Lo Hueco.
Lo Hueco
Hace 70 millones de años, ni la península Ibérica era una península, ni Europa era el subcontinente que hoy nos muestran los mapas. Si pudiéramos desplazarnos en el tiempo hasta entonces, nos parecería estar ante un desconocido planeta con abundantes islas de gran tamaño surcadas por ríos que conectan ciénagas y marismas. Entre la gran variedad de criaturas que habitaban aquellos parajes había grandes y pesados dinosaurios herbívoros parcialmente acorazados, veloces carnívoros de mandíbulas poderosas cubiertos de plumas, suarios enormes emparentadas con los cocodrilos, tortugas, peces, etc.
El clima era muy húmedo, las lluvias y tormentas descargaban de cuando en cuando enormes cantidades de agua que desbordaban los ríos y arrasaban la zona arrastrando a las criaturas que encontraban a su paso. Cuando una de esas avenidas tenía lugar, los cadáveres arrastrados se amontonaban en los remansos y envueltos en barro. A veces, el barro que los cubría resistía el paso de los años y se convertía en una mortaja que desafiaba el tiempo durante millones de años.
Pasó la época de los dinosaurios. las tierras emergidas modificaron su forma, las placas continentales se movieron. África empujó desde el sur, América del Norte se alejó hacia el Oeste y, desde el Este, lo que después sería el gran continente asiático contribuyó con su presión a elevar las tierra europeas y a modelar su aspecto actual. Durante los 70 millones de años que duró ese proceso, el clima cambió una y mil veces y los sedimentos se fueron acumulando encima de los restos de aquelllos tiempos. Ahora, los estratos yacen, unos sobre otros, en el centro de la Península Ibérica.
A pesar de los cambios geológicos, algunos de aquellos huesos olvidados resistieron al paso de tiempo y permanecieron ocultos, convertidos en fósiles. A principios del siglo XX, en Cuenca en los parajes que rodean al municipio de Fuentes, el paisaje no tenía nada que ver con los de antaño. En lugar de ríos, ciénagas y playas, ahora había un terreno seco y desolado, transitado de cuando en cuando, por carruajes de caballos que llevaban a los seres humanos de un lado a otro. Al pasar por la zona cercana Fuentes, los viajeros comprobaban extrañados que el sonido de los cascos de sus monturas se amplificaba, retumbaba como si bajo ellas el terreno estuviera vacío. Así fue cómo el paraje recibió el nombre Lo Hueco.
Los tiempos modernos llegaron y las viejas caballerías fueron sustituidas por medios de transporte mucho más rápidos, entre ellos, muy recientemente, el tren de alta velocidad, el AVE. Las exigencias de estos rapidísimos trenes, que se mueven a velocidades que superan los 300 kilómetros por hora, obligaron a diseñar una nueva red ferroviaria para conectar las grandes ciudades españolas. El trazado de uno de los tramos, el que une a Madrid con Valencia, pasaba por Lo Hueco. Al llegar al lugar, las obras de construcción de la vía se encontraron con una elevación del terreno, un cerro de baja cota que había que abrir en canal para dejar paso a las vías. Cuando las excavadoras abrían la trinchera comenzaron a aparecer enormes huesos de criaturas pretéritas. Así se descubrió en 2007 uno de los yacimientos paleontológicos más impresionantes de Europa.
En un tiempo récord, la excavación paleontológica extrajo decenas de fémures, columnas vertebrales completas, huesos de la pelvis, dedos y centenares de restos de unas criaturas grandes y pesadas de largos cuellos y colas, algunos parcialmente acorazados, llamados titanosaurios. Junto a ellos, había restos de cráneos, garras y mandíbulas de carnívoros, cráneos de cocodrilos, tortugas y restos de otras criaturas. Miles de restos fósiles fueron extraídos en un tiempo récord y almacenados para su posterior estudio. Según las palabras de Francisco Ortega, uno de los directores del proyecto, apenas el 10 por ciento de los más de 10.000 restos fósiles extraídos ha podido ser estudiado hasta ahora. El futuro es prometedor en todas sus facetas, el yacimiento continúa excavándose, los restos almacenados proporcionan un material de estudio que tendrá entretenidos a los paleontólogos durante años y, por último, gracias a las técnicas de digitalización que hoy nos explica Ignacio Oliva Monpeán, se abren puertas a novedosas formas de difusión mediante el uso de realidad aumentada. La creación de una “Ruta de los dinosaurios de Cuenca” ofrecerá en un futuro cercano la posibilidad de visitar los parajes de “Las Hoyas” y “Lo hueco”. La visita irá acompañada de información interactiva que se podrá descargar en los dispositivos móviles para aprender sobre el terreno. Así, gracias a los avances de las nuevas tecnologías, los dinosaurios, cocodrilos y el resto de las criaturas que poblaron Cuenca hace muchísimos millones de años, volverán a pasear entre ríos y cíénagas, como antaño.
Les invito a escuchar a Ignacio Oliva Monpeán.
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