El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Cuando el médico nos receta un medicamento, tendemos a darle toda la confianza y no ponemos en duda que el tratamiento recetado es el adecuado para nuestra dolencia. Pero si, atendiendo a una curiosidad sana, leemos el prospecto antes de ingerir la dosis recetada, no sé a ustedes, pero a mí me entran dudas. Para empezar, no entendemos la composición y ya saben que la falta de conocimiento produce desconfianza, nos surgen dudas respecto a la dosis más adecuada, las contraindicaciones y cuando llegamos al capítulo de los efectos secundarios, difícil se hace no sentir cierta congoja ante tantas posibles complicaciones. Las preguntas se amontonan en nuestra mente. ¿Qué contiene esta medicina? ¿Qué sucederá una vez que la haya ingerido? ¿Qué sucederá con esas sustancias químicas cuando atraviesen todo nuestro sistema digestivo y pasen a la sangre? ¿Llegarán en cantidad suficiente al lugar en el que la necesitamos para curarnos? ¿Qué sucede si la dosis es insuficiente o excesiva, o si interactúa con nosotros provocando efectos no deseados? ¿Qué hará nuestro cuerpo con esa sustancia cuando ya no sea necesaria?
Para responder a estas preguntas nos hemos puesto en contacto con el doctor Paulo Arturo Cáceres Guido, farmacéutico, Miembro del equipo de Farmacología Clínica y profesor en la Farmacoterapia de la Universidad de Buenos Aires. Don Paulo nos introduce con su amena charla y sus claras explicaciones en una rama del conocimiento que se denomina “Farmacocinética Clínica”, una ciencia que afronta el reto de intentar que los tratamientos con fármacos alcancen su máxima eficacia con el menor número posible de efectos adversos.
Sus palabras nos presentan ante una cruda realidad. Las medicinas que tomamos son moléculas químicas que tienen la habilidad de interactuar con las moléculas de nuestro organismo de tal forma, al menos esa es la intención, que produzcan un efecto terapéutico. Como es lógico pensar, la interacción depende de muchísimos factores y, por esa razón, su efecto deseado no sucede en el cien por cien de los casos. La eficacia de un medicamento solamente puede ser medida en términos estadísticos. Así, cuando un fármaco es recetado, se hace con la convicción de que existe una “alta probabilidad” de conseguir el resultado buscado, teniendo en cuenta que, al mismo tiempo, sea mínimamente tóxico para la gran mayoría de los pacientes. Esto, que dicho así parece simple de entender, es muy difícil de conseguir. Pacientes hay de muchos tipos, podríamos decir que cada uno de nosotros es un caso distinto, tenemos distinto peso, tamaño, genética, edad, dolencias, historia clínica, etc. Con tantas variables ¿cómo se determina la dosis óptima de medicamento? En ese sentido, los estudios de lo que se llama “Farmacocinética poblacional” son indispensables.
Son tantos los parámetros a tener en cuenta antes de certificar la eficacia de un medicamento, que se necesitan decenas de años de investigación y estudio, una investigación que no termina ni siquiera después de que las autoridades competentes le hayan dado la aprobación para su uso.
De las estos temas habla hoy el doctor Paulo Arturo Cáceres Guido, fundador de la Unidad de Farmacocinetica Clinica del Hospital de Pediatria JP Garrahan de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, profesor en la Catedra de Farmacologia Clinica (Universidad de Buenos Aires), profesor asociado de Farmacoterapia de la Facultad de Ciencias de la Salud (Universidad Maimonides) y Presidente Electo de la Sociedad Latinoamericana de Investigacion Pediatrica (SLAIP) para 2017.
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