El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Hoy hablamos del libro Matrix de la Homeopatía con Jorge Laborda, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Castilla-La Mancha (Albacete), y divulgador científico.
Según nos cuenta el autor, “La homeopatía es un método de tratamiento terapéutico inventado por el médico alemán Samuel Hahnemann allá por el año 1796. Es importante mantener esta fecha en la memoria simplemente para hacernos una idea del profundo nivel de ignorancia científica en el que el mundo aún andaba sumergido por aquellos años. Sin ir más lejos, en 1796 solo hacía 25 años que se habían descubierto el nitrógeno y el oxígeno como componentes del aire. Ese año todavía no se había ni siquiera postulado la teoría celular de la vida, que establece que todos los seres vivos están compuestos por células, la cual se postuló en 1839. Por supuesto, tampoco se sabía nada de la teoría de la evolución de las especies, propuesta por Charles Darwin en 1859, sin la que nada tiene sentido hoy en Biología y, por extensión, en Medicina. Igualmente, en 1796 no se sabía aún prácticamente nada de las masas de átomos y moléculas, o de la cantidad de ellas que podía haber en un gramo de sustancia. Esto es fundamental para poder luego comprender lo infundado de los principios en los que se basa la homeopatía.
La primera tabla de masas atómicas fue publicada en 1805 por John Dalton, es decir, casi 10 años más tarde de que Hahnemann propusiera su método homeopático. Estos conocimientos científicos estaban, además, solo al alcance de muy, pero de muy pocos.
La teoría homeopática postulada por Hahnemann mantenía que lo similar cura lo similar (similia similibus curentur). En otras palabras, una sustancia (una sustancia material, no nada espiritual o psicológico) que causa síntomas similares a los de la enfermedad en sujetos sanos será un agente terapéutico eficaz en sujetos enfermos. Esto implicaría, por ejemplo, que, si pinchar con un alfiler a alguien sano le causa picores, los picores de alguien enfermo se curarían pinchándole con un alfiler.
Esta idea tan poco evidente se le ocurrió a Hahnemann, en primer lugar, porque estaba descontento con las prácticas terapéuticas propias de la época, entre las que se encontraba el sangrado, o el empleo de sales de arsénico, que hoy sabemos son tóxicas. Hahnemann creía, acertadamente, que esos tratamientos producían más daño que beneficio y, por ello, se propuso crear una Medicina alternativa a la “oficial”.
En segundo lugar, la idea del tratamiento homeopático vino a la mente de Hahnemann al estudiar el efecto de diversas sustancias o extractos, no en pacientes, sino en personas sanas. Estos estudios siguieron el camino iniciado por el trabajo pionero del médico austriaco Anton von Störck, quien fue el primero en suponer que las sustancias curarían los mismos síntomas en las personas enfermas que aquellos síntomas que producían en las personas sanas. Así, si una sustancia producía fiebre en una persona sana, sería capaz de curar la fiebre en una enferma que adoleciera de ella. Por supuesto, esta idea era algo atrevida; para la cual, por otra parte, no se disponía de evidencia alguna.
La Medicina de aquella época se parecía mucho a la política de hoy, e iba avanzando a base de ocurrencias varias, algunas de las cuales podían ser ciertas; otras, ser completamente falsas. Evidentemente, para que una sustancia produzca síntomas propios de alguna enfermedad, entre ellos la fiebre, que es un síntoma muy común, la sustancia tiene que ser tóxica en algún grado. Para disminuir la toxicidad, Hahnemann tuvo la brillante idea de diluir las sustancias tóxicas con las que pretendía tratar a los pacientes, siguiendo un protocolo de numerosas diluciones seriadas y de fuerte agitación (sucusión).”
(Extracto del libro “Matrix de la Homeopatía”.)
Valgan estas líneas, extraídas del libro, para poner en antecedentes al lector y oyente de este capítulo de “Hablando con Científicos”. El texto no es más que el punto de partida de un viaje en el que se responden, a la luz de la ciencia, muchas de las cuestiones que plantea la homeopatía. Jorge Laborda nos invita a seguir una serie de razonamientos con el fin de responder a la pregunta que sirve de complemento al título del libro: “Por qué la homeopatía no puede funcionar en el mundo real, pero sí puede hacerlo en el imaginario.”
En el libro, y en la entrevista, se va recorriendo un camino que permite al lector y oyente recabar datos, comparaciones y ejemplos con la idea de informar para que sea él, quien, a la luz de la información recibida, saque sus propias conclusiones.
Laborda ofrece una explicación de los conceptos básicos que permiten comprender cómo funciona un fármaco, sea homeopático o no. No duda en recurrir a comparaciones astronómicas para ofrecer una imagen clara sobre la concentración de efecto activo contenida en preparado homeopático, así como las dosis necesarias para lograr que un medicamento tenga un efecto terapéutico real. No falta una exposición de las explicaciones más populares sobre las bondades de los compuestos homeopáticos, como, por ejemplo, el de “memoria del agua”. Respecto a los efectos de los preparados homeopáticos en el “mundo imaginario”, el autor nos introduce en los últimos descubrimientos sobre el efecto placebo y el efecto nocebo. Por último, no faltan referencias a las compañías que fabrican los preparados homeopáticos y un repaso a la legislación vigente.
Les invitamos a escuchar a Jorge Laborda Fernández, investigador, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Castilla-La Mancha (Albacete), y divulgador científico.
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