El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Sabemos que, hace decenas de miles de años, los seres humanos habían desarrollado herramientas de piedra, hueso y madera que les permitían sobrevivir en un ambiente hostil. Dominaban el fuego y muchos de ellos utilizaban cavernas naturales para resguardarse de los rigores del clima y de sus enemigos. Aunque aún no habían desarrollado la escritura, sí tenían un cerebro capaz de plasmar su mundo en forma de dibujos y grabados que fueron adornando las paredes de sus viviendas naturales. Algunas de esas muestras de arte primitivo se han conservado hasta nuestros días y su estudio es una fuente de información valiosísima sobre una parte de nuestro pasado que no pudo ser escrito.
No es fácil el estudio de esas muestras ancestrales del arte y el ingenio humano, incluso hubo tiempos en los que fue difícil creer en su existencia. La prueba de ello fue el calvario que tuvo que pasar el descubridor y defensor de la Cueva de Altamira, Marcelino Sanz de Sautuola, cuando intentó dar a conocer su descubrimiento, sin éxito, a los expertos de la época, allá por 1880. No es de extrañar, la extraordinaria abundancia de las pinturas, su estilo y calidad, chocaban de lleno con la idea que tenemos de aquellos toscos cazadores y recolectores de tiempos prehistóricos.
Ahora las cosas han cambiado mucho. No solamente la cueva de Altamira, y otras de su entorno, son consideradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, sino que su estudio es un fecundo campo de investigación para historiadores, paleontólogos, físicos, geólogos, químicos, etc. Así, expertos en distintas disciplinas científicas trabajan, hombro con hombro, aportando sus mejores conocimientos para hallar respuesta a las preguntas que surgen al contemplar estas antiquísimas obras de arte.
Hace apenas unos días, se celebró en Ciudad Real, el I Congreso Nacional sobre Documentación y Arqueometría del Arte Rupestre , dirigido por Jorge Onrubia Pintado, Director del Laboratorio de Arqueología, Patrimonio y Tecnologías Emergentes de la UCLM. Durante dos días de sesiones, expertos en las más variadas disciplinas fueron exponiendo los avances en los métodos y técnicas aplicables al estudio de las pinturas rupestres.
Lo mismo que un artista actual utiliza para realizar su obra pictórica los distintos colores, pinceles, lienzos y mateirales disponibles a su alrededor; el artista prehistórico encontraba en su entorno los elementos necesarios para plasmar su obra. El lienzo utilizado era la roca desnuda, una roca distinta en unos lugares y otros y por ello, susceptible de ser estudiada por geólogos y geoquímicos que obtienen información sobre su composición y evolución con el tiempo. Los pinceles no existían, en su lugar utilizaban el carbón de una madera quemada para generar los trazos negros que contornean las figuras, los óxidos de hierro, abundantes en ciertas rocas, para extraer los pigmentos de color rojo y los pedazos de carbonato cálcico para dibujar los trazos blancos. El carbono dejado en la pared permite ahora que los físicos y químicos puedan calcular la edad de las pinturas utilizando técnicas de datación del carbono 14. Así se han datado muestras en distintos lugares de la Tierra que van desde tiempos recientes hasta los 40.000 años de antigüedad.
Al estudio de las pinturas rupestres se han sumado un conjunto de técnicas propias de la exploración espacial. Las mismas técnicas de teledetección e imagen que se emplean en las sondas espaciales para obtener la composición química del suelo de un asteroide o planeta, permiten ahora extraer información sobre los componentes de una pintura rupestre sin necesidad de poner en peligro su integridad. El uso de cámaras hiperespectrales, capaces de obtener imágenes en distintas frecuencias de luz, cámaras infrarrojas, etc., permite obtener información tanto de los restos visibles en la actualidad, como de los restos más antiguos que han desaparecido o son imposibles de observar a ojo desnudo. Los trazos, las correcciones del artista, las partes deterioradas o casi desaparecidas por el paso del tiempo, pasan así a formar parte del conocimiento humano.
De estas y otras cosas habla hoy Jorge Onrubia Pintado, Director del Laboratorio de Arqueología, Patrimonio y Tecnologías Emergentes de la UCLM. Os invito a escucharle.
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