El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Nacemos desprotegidos, limitados por nuestra incapacidad para comunicarnos con el mundo que acabamos de pisar, pero no estamos inermes, ya llegamos equipados con todo un conjunto de habilidades que abren el camino a la adquisición de conocimiento y a la supervivencia. Hasta dónde llegan esas habilidades primigenias y cómo se desarrollan es materia de debate entre los estudiosos del comportamiento humano. Durante muchos años investigadores de los distintos campos del desarrollo cognitivo se han preguntado si nuestra habilidad para llevar a cabo razonamientos lógicos comienza a partir de la adquisición del lenguaje o es anterior a él.
La mayoría de los niños son capaces de utilizar unas decenas de palabras a partir de los 18 meses de edad y su vocabulario va aumentando paulatinamente hasta que, a partir de los dos años comienzan a combinar palabras formando las primeras frases. Está claro que la adquisición del lenguaje proporciona unas herramientas interesantes que les permite comunicar un razonamiento deductivo a los adultos que los rodeamos, pero ¿hay alguna forma de averiguar si un bebé de 12 meses está capacitado para hacer ese tipo de razonamientos? Para responder a esta pregunta, un equipo de investigadores del Center for Brain and Cognition de la Universidad Pompeu Fabra, en el que participa Ana Martín, nuestra invitada hoy en Hablando con Científicos, ha llevado a cabo un estudio con más de un centenar de bebés preverbales y ha comprobado que, efectivamente, aunque aún no han aprendido a hablar, pueden hacer razonamientos deductivos. Los resultados se han publicado en la revista Science, un artículo firmado por Nicoló Cesana-Arlotti, Ana Martín, y otros.
Una forma clásica de deducción lógica se presenta cuando, ante un conjunto de soluciones posibles, descartamos las menos adecuadas o imposibles, para llegar a la respuesta correcta: “ Tenemos A o B, si no es A, tiene que ser B” Para un adulto, que domina el lenguaje, expresar este tipo de deducciones es fácil, pero no está claro si los niños que aún no han aprendido a hablar, son capaces de hacerlas. Los experimentos realizados por Ana Martín y sus colaboradores se basan en mostrar a los bebés una serie de escenas de animación en un ambiente controlado y con unos sensores externos capaces de medir las reacciones de los niños en función de la dilatación de sus pupilas.
Nosotros mismos expresamos nuestro asombro ante una situación inesperada abriendo mucho los ojos y fijando nuestra atención en la situación que nos resulta extraña. Esa expresión de asombro se traduce en una sutil dilatación de la pupila, un cambio de tamaño que se puede detectar y medir a distancia con los instrumentos adecuados, sin interferir en la persona observada. Éste es un comportamiento clásico en todas las personas, sean bebés o adultos.
Con estas premisas, los investigadores consiguieron a lo largo de 7 años la colaboración de más de un centenar de familias con bebés (144) de edades comprendidas entre los 12 y 18 meses. Durante las sesiones experimentales, los investigadores presentaban ante los niños, siempre acompañados por sus progenitores, una escena en la que aparecían dos objetos de pequeño tamaño y una copa. Uno de los objetos era un muñeco y otro un paraguas, la copa opaca servía para ocultar uno de los dos objetos. Durante una parte del experimento, los investigadores mostraron de forma visible qué objeto se ponía en la copa y por lo tanto desaparecía de la vista del niño y qué objeto queda fuera, a la vista. En otro momento el proceso de ocultar un objeto se hace fuera de la vista del niño y lo que se muestra es la copa y el objeto que no ha sido escondido, lo que permite deducir qué objeto permanece oculto en la copa. Para un adulto, la deducción es fácil, “si es el paraguas el que aparece a la vista, en la copa debe estar el otro objeto, el muñeco”. Ahora bien ¿qué sucede si una vez que se saca a la luz el objeto que hay dentro de la copa no es el esperado? La ruptura de la lógica provoca sorpresa, una sorpresa que indica que previamente se había hecho un razonamiento lógico y no se ha cumplido.
Las medidas de la dilatación de las pupilas de los niños, y el tiempo de atención que éstos dedicaban al resultado que no cuadraba con la deducción lógica ha permitido comprobar que los bebés de edades previas a la adquisición del lenguaje ya tienen capacidad para hacer razonamientos deductivos.
Os invito a escuchar los detalles contados por Ana Martín, Psicóloga e investigadora en Center for Brain and Cognition de la Universidad Pompeu Fabra (UPF).
Referencias:
Nicoló Cesana-Arlotti, Ana Martín et al.,“Precursors of logical reasoning in preverbal human infants”:http://science.sciencemag.org/content/359/6381/1263 Science 16 March 2018, Vol 359 Issue 6381.
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