El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Hoy iniciamos un viaje de ida y vuelta hasta el asteroide Bennu, un cuerpo rocoso, de apenas medio kilómetro de diámetro que pertenece al grupo de asteroides denominados Apolo, porque siguen órbitas cercanas a la de la Tierra. Allí se encuentra en estos momentos OSIRIS-Rex, una sonda espacial de la NASA que lo orbita y observa con detalle el asteroide antes de acercarse lo suficiente a su superficie como para recoger muestras de material. Un material que guardará como un tesoro para traerlo a la Tierra, donde los seres humanos estudiarán su contenido buscando claves que permitan entender mejor estos cuerpos menores que almacenan pedazos de historia de la formación del Sistema Solar.
La sonda OSIRIS.Rex tuvo a la vista a Bennu por primera vez en agosto de 2018 y en diciembre de ese mismo año realizó las maniobras que lo colocaron en órbita alrededor de él. Desde entonces, la sonda ha obtenido infinidad de imágenes con los instrumentos OCAMS, OVIRS y OTES.
La primera sorpresa que revelaron las imágenes fue el tipo de terreno que presentaba Bennu. En lugar de ofrecer una superficie más o menos limpia y suave, compuesta de regolito y polvo, como existe en otros cuerpos semejantes, el asteroide está sembrado de multitud de rocas y cascotes de distintos tamaños. Se calcula que hay más de 200 rocas de dimensiones superiores a los 10 metros y multitud de ellas de menores, de hecho, el análisis de las imágenes sugiere que toda la superficie está llena de pedazos rocosos con tamaños entre 0,5 y 5 cm. Ante tal abundancia de rocas en la superficie, la operación de recogida de muestras por el brazo robótico de la misión plantea riesgos que el equipo de ingenieros de la NASA intenta solventar escogiendo un lugar idóneo.
La mayor sorpresa que proporcionó el asteroide surgió cuando, en un estudio rutinario de las imágenes, se descubrieron partículas que emergían desde un lugar concreto de Bennu y se dispersaban por el espacio. Nadie esperaba que el asteroide estuviera activo, de hecho, como comenta Julia de León durante la entrevista, cuando se estudian los distintos cuerpos que pueden ser objetivo de la misión, se tiene mucho cuidado de escoger uno que carezca de actividad, porque la eyección de material al espacio, algo normal en los cometas, puede comprometer la seguridad de la misión.
La actividad de Bennu quedó patente al observar un total de tres eventos de eyección de partículas, el 6 y 19 de enero y el 11 de febrero de 2019, una emisión que, además, tuvo origen en diferentes lugares en la superficie de Bennu. Las partículas eyectadas describían órbitas cada vez más cercanas a la superficie hasta que volvían a caer de nuevo.
Después de valorar distintas opciones, el equipo de investigadores llegó a la conclusión de que la eyección de material podría ser debido a tres causas principales. La primera sería el impacto de meteoritos sobre la superficie de Bennu. No obstante, un impacto crearía un cráter que dejaría a la vista el interior del asteroide, algo que no se ha podido comprobar. Otra posibilidad es que la eyección se deba a fracturas súbitas en las rocas de la superficie debidas a la enorme diferencia de temperaturas a las que son sometidas al rotar el asteroide. La rotación de Bennu tiene un periodo de 4,3 horas y el paso de luz a oscuridad produce cambios de temperatura que superan los 150ºC de diferencia. Este cambio podría producir fracturas en las rocas y, dada la baja gravedad, al romperse, expulsar partículas al espacio. Una tercera posibilidad es que ciertos minerales detectados, que se produjeron al contacto con agua líquida en el pasado remoto, puedan liberar el agua atrapada al ser calentados con el sol, creando una presión que escapa al fracturarse las rocas que la contienen.
OSIRIS-Rex continua su misión, el próximo y más delicado momento tendrá lugar cuando la nave se aproxime a Bannu y extienda su brazo robótico para capturar las partículas que previamente hará saltar insuflando gas a presión sobre la superficie. Después, si la operación tiene éxito, volverá a la Tierra, dejará caer el preciado tesoro de partículas capturadas en una cápsula hermética y continuará su camino.
OSIRIS-Rex no es la primera misión que se acerca a un asteroide, muchas de las naves que han viajado hacia los planetas exteriores, como la Galileo, Cassini o New Horizons cruzaron el Cinturón de Asteroides y pasaron cerca de algunos de ellos proporcionando imágenes que hablaban de la enorme diversidad de cuerpos que habitan esos parajes. Aquellas eran naves de paso, otras tuvieron como objetivo distintos cuerpos y quedaron unidas a ellos. Solamente dos misiones japonesas, de nombres Hayabusa I y II y OSIRIS-Rex fueron diseñadas para descender hasta la superficie de distintos asteroides, extraer muestras de su material y traerlo de vuelta a la Tierra.
Julia de Leon, investigadora en el Instituto de Astrofísica de Canarias, comenta en este programa de Hablando con Científicos algunos de los descubrimientos de OSIRIS-Rex y de las misiones Hayabusa I y II. Os invitamos a escucharla.
Más información en:
Lauretta et al., Episodes of particle ejection from the surface of the active asteroid (101955) Bennu Science 366, eaay3544 (2019) 6 December 2019
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