El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
A las 5:47 horas del día 23 de mayo de 2020, la estación acelerométrica del Instituto Geográfico Nacional, instalada en el interior del recinto del Real Observatorio de Madrid, detectaba una perturbación de bajo nivel. Aunque la estación está diseñada para detectar terremotos, aquella perturbación tenía un origen muy distinto. Pocos segundos antes, la cúpula que coronaba el edificio Críspulo Moro, situada apenas a 80 metros del observatorio, se había venido abajo. El derrumbe no provocó víctimas, pero los cascotes golpearon el suelo con tal fuerza que el estruendo fue captado por el sismómetro.
En condiciones normales la vibración habría pasado desapercibida para los sismólogos porque la perturbación era tan pequeña que habría quedado oculta bajo el ruido que habitualmente se produce en una gran ciudad como Madrid, pero en aquella ocasión otro acontecimiento marcó la diferencia: la pandemia. Desde mediados de marzo de 2020, el gobierno español había decretado un estado de alarma que confinó a la población y redujo al mínimo la actividad económica y social del país. Las restricciones de movimiento tuvieron una consecuencia imprevista: las fuentes de ruido que tenían su origen en el tráfico rodado, trenes, aviones o actividades industriales se redujeron y lo mismo sucedió con las vibraciones producidas por eventos multitudinarios o festivos. Así, el ruido que habitualmente solapaba las señales débiles en los instrumentos que miden los movimientos sísmicos descendió hasta niveles sin precedentes. Comparado con los niveles anteriores al confinamiento, durante la primavera se produjo un “silencio sísmico” que permitió detectar perturbaciones esporádicas que, en condiciones normales, habrían quedado ocultas..
El ruido sísmico ha sido un compañero inevitable en las mediciones de sismómetros y acelerómetros, comenta Beatriz Gaite Castrillo, sismóloga del Instituto Geográfico Nacional e invitada en Hablando con Científicos. Los sismómetros detectan las vibraciones del suelo independientemente de la causa que las produzcan. Esos instrumentos son muy sensibles y captan rápidamente las vibraciones producidas por los terremotos que tienen una intensidad grande, pero los movimientos sísmicos son esporádicos y de corta duración, pero, una vez que terminan, los instrumentos no quedan en silencio, siguen detectando una señal de baja intensidad que durante mucho tiempo fue desechada como un ruido molesto porque interfería con las señales sísmicas más débiles.
Ahora las cosas han cambiado, comenta Beatriz Gaite durante la entrevista. Aquel ruido sísmico es una fuente plagada de informaciones valiosas que podrían utilizarse para estudiar otros fenómenos naturales y las actividades humanas. Los sismómetros situados en zonas urbanas pueden utilizarse para medir o valorar aspectos del tráfico rodado, comunicaciones suburbanas o ferroviarias, acontecimientos esporádicos, como derrumbamientos o atentados. Otra fuente de información tiene su origen en actividades de tipo industrial, cultural o festiva, ya sean manifestaciones multitudinarias, conciertos de rock, fuegos artificiales o partidos de fútbol. Si, como lo leéis, partidos de fútbol.
En una estación sísmica situada en el Instituto Geociencia de Barcelona (ICTJA-CSIC) instalada para introducir a los visitantes a las ciencias de la Tierra durante las ferias científicas, se detectan habitualmente las variaciones del tráfico en la Av. Diagonal durante el día, noche y fin de semana. Pero fueron particularmente llamativos los registros obtenidos en mayo de 2015, durante el partido de Semifinales de la Liga de Campeones entre el Barcelona y el Bayern de Múnich. Los datos obtenidos muestra claramente las ondas creadas por la afición al saltar de sus asientos para celebrar los tres goles que el equipo local marcó durante los últimos 15 minutos del partido.
El estudio del ruido sísmico tiene un campo muy amplio de aplicaciones presentes y futuras. Puede usarse no solamente para discriminar entre las diferentes fuentes de vibraciones en entornos urbanos o naturales, sino también para estudiar y comprender mejor los mecanismos que involucran la generación de señales sísmicas. La detección de señales de ruido entre dos estaciones distantes permite compararlas y extraer información sobre el interior de la Tierra bajo esos puntos. El empleo de técnicas de interferometría posibilita obtener información sobre el terreno, detectar zonas donde existen fuentes fluidas, ya sea de agua subterránea o depósitos de hidrocarburos, y monitorizar su evolución a lo largo del tiempo.
De estas y muchas otras cosas habla en este nuevo capítulo del podcast Hablando con Científicos, Beatriz Gaite Castrillo, sismóloga del Instituto Geográfico Nacional, una institución que este año cumple ahora su 150 aniversario.
Referencias:
Ruido Sísmico
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