El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
En junio de 1991, el volcán Pinatubo, ubicado en la isla filipina de Luzón, despertó de forma dramática después de 500 años de letargo. Tras varias erupciones iniciales durante los primeros días de junio, el día 15, una erupción masiva de enormes dimensiones, que hizo perder a la montaña 260 metros de altura, creó una caldera de dos kilómetros y medio de diámetro. La erupción fue de tal magnitud que envió enormes cantidades de gases y ceniza hasta una altura de 34 kilómetros, una nube que fue esparciéndose después por todo el planeta, provocando una caída de medio grado en la temperatura media de la Tierra.
La erupción del Pinatubo es la más conocida porque se produjo cuando disponíamos de una instrumentación más avanzada, pero, la historia habla de otras mayores que provocaron desastres locales e influyeron de forma dramática en las poblaciones humanas de todo el planeta. Es muy famosa la erupción del Krakatoa en Indonesia que en 1883 destruyó el archipiélago del mismo nombre y cuyos efectos fueron observables desde Europa durante varios años. Otra erupción, mayor aún pero menos conocida es la del Huaynaputina, en los Andes del peruanos, que tuvo lugar en el año 1.600 y que produjo una reducción de 3 grados en la temperatura media del planeta. La más grande conocida es la del volcán Salamas, en 1257, también en Indonesia, cuyos efectos globales provocaron pérdidas de cosechas y hambrunas en Europa y otros lugares y está considerada como una de las mayores de todo el Holoceno. Estos ejemplos ilustran la extraordinaria energía que pueden desprender los volcanes y, por esa razón, estudios como el realizado por Ernesto Tejedor Vargas, nuestro invitado en Hablando con Científicos, publicado recientemente en PNAS, son de gran valor porque, no solamente permiten recuperar la historia pasada y los efectos climáticos durante esos momentos dramáticos, sino que facilita información de lo que puede suceder en un futuro más o menos cercano.
Durante una gran erupción volcánica de tipo explosivo se inyectan a la estratosfera enormes cantidades de gases y cenizas, ricas en azufre, que generan aerosoles de ácido sulfúrico. Estos aerosoles tienen un doble efecto, por un lado, dispersan la radiación que procede del Sol y devuelven al espacio una parte de ella, por otro absorben la radiación infrarroja procedente de la superficie. Como consecuencia, la estratosfera se calienta pero la superficie terrestre se enfría, se produce así una variación de temperatura que tiene efectos nocivos en los ecosistemas terrestres y marinos. Los efectos para las sociedades humanas son dramáticos y tienen un alcance global, las plantas crecen más lentamente, las cosechas se arruinan y se producen hambrunas por la falta de alimentos. Además, las erupciones volcánicas de gran magnitud tienen capacidad para perturbar la interacción entre océano y atmósfera a gran escala, algo que tiene consecuencias en la distribución de los recursos hídricos, se produce un aumento de precipitaciones en ciertas regiones y grandes sequías en otras durante varios años después de la erupción.
El trabajo publicado por Ernesto Tejedor y sus colegas analiza las consecuencias climáticas de las erupciones volcánicas tropicales que sucedieron durante los últimos mil años y fueron más grandes que la del volcán Pinatubo. El equipo de investigadores ha utilizado una herramienta de investigación denominada PHYDA (Paleo Hydrodynamics Data Assimilation) que hace uso de los datos de múltiples investigaciones y modelos de paleoclima obtenidos a partir de los anillos de crecimiento de los árboles, sedimentos en lagos y marinos, testigos de hielo extraídos en las masas heladas del planeta, crecimiento de corales, etc.
Los resultados de la investigación no solamente permiten calcular con más exactitud el efecto de las grandes erupciones del milenio pasado, sino que
sugiere que las consecuencias de esas erupciones son mayores y más duraderas que las obtenidas hasta ahora con otros modelos. Este resultado es más realista y puede ser crítico a la hora de evaluar los efectos de la próxima gran erupción que, tarde o temprano, tendrá lugar, probablemente, durante el presente siglo XXI.
Ernesto Tejedor es, además, un divulgador científico. Participó en el documental titulado Tras las huellas del pasado, producido y elaborado por investigadores del Departamento de Geografía de la Universidad de Zaragoza. Un documental extraordinario que os invito a ver porque permite entender cómo los científicos estudian las variaciones del clima en el pasado a través de los anillos de los árboles, los sedimentos, los corales, las erupciones volcánicas, las rogativas, etc.
Ernesto Tejedor es geógrafo físico y actualmente investigador posdoctoral asociado al Departament of Atmospheric and Environmental Sciences de la Universidad de Albany, en el estado de Nueva York en Estados Unidos. El artículo mencionado ha sido publicado junto a colegas de las universidades de Columbia, Jerusalén y la Universidad Autónoma de Madrid.
Referencia:
Ernesto Tejedor , Nathan J. Steiger , Jason E. Smerdon , Roberto Serrano-Notivoli , Mathias Vuille Global hydroclimatic response to tropical volcanic eruptions over the last millennium PNAS marzo de 2021, 118 (12) e2019145118;
Documental Tras las huellas del pasado
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