El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Echar la vista atrás para intentar vislumbrar el pasado de nuestra especie es un reto impresionante porque de nuestros antepasados más lejanos apenas se han encontrado unos pocos fósiles, escasos y dispersos. Sin embargo, una criatura que vive en la actualidad, conocida como chimpancé de sabana, se enfrenta en estos momentos a retos similares a los que tuvieron que afrontar nuestros más remotos ancestros. Esa es la razón por la que estos simios se han convertido en modelos vivientes que nos permiten entender la evolución humana. Así se deduce del contenido del trabajo codirigido por nuestra invitada en Hablando con Científicos, Adriana Hernandez Aguilar y publicado en la revista en la revista científica Evolutionary Anthropology.
Los humanos y los chimpancés compartimos un antepasado común que vivió en África hace unos 6 millones de años. De esa criatura se desgajaron las dos ramas que siguieron caminos evolutivos diferentes. Una rama generó criaturas que se hicieron bípedas, abandonaron el bosque, comenzaron a habitar espacios abiertos e iniciaron una senda evolutiva que les permitió desarrollar un cerebro más grande y dominar todo el planeta. La otra rama, formada por criaturas que conservaron y mejoraron sus habilidades para sobrevivir en las regiones boscosas y selváticas, con abundante vegetación, emprendió un camino evolutivo hasta los actuales chimpancés.
Aquellos primeros homininos, que así se identifica a simios que adoptaron la posición bípeda, forzados por el continuo retroceso de los bosques africanos se vieron obligados a sobrevivir en los espacios abiertos, con pocos árboles, grandes extensiones de pastos y plagados de depredadores, parecidos a las sabanas actuales.
Los científicos intentan imaginar cómo era la vida de aquellos lejanos antecesores nuestros y, por suerte para nosotros, en ciertos lugares diseminados por África central existen poblaciones de chimpancés se enfrentan actualmente al mismo desafío, han aprendido a sobrevivir en las sabanas africanas y se han convertido en un modelo de valor incalculable para aprender cómo debió ser la vida de los ancestros del ser humano actual.
El estudio de los chimpancés de sabana comenzó en 1958, cuando los primatólogos japoneses Kinji Imanishi y Junichiro Itani estudiaron por primera vez estos simios en regiones de África oriental y occidental. Aquellos primeros estudios revelaron cuán difícil era la observación de estos grupos porque los animales eran poco numerosos, se movían por espacios extensos y no permitían el acercamiento de los humanos interesados en observarlos. Esa convivencia entre chimpancés e investigadores es fundamental para observarlos y, aunque se ha conseguido con relativa frecuencia con los chimpancés de bosque y selva, la convivencia con los chimpancés de sabana es muy difícil.
Desde aquellas primeras investigaciones hasta ahora, el estudio de los chimpancés de sabana ha ido creciendo, especialmente gracias a nuevas técnicas de observación a distancia y el uso de tecnologías como cámaras trampa y análisis de sus restos empleando métodos típicos de la arqueología. Ese conocimiento adquirido ha llevado a la investigadora mexicana Adriana Hernández Aguilar, profesora Serra Hunter de la Universidad de Barcelona, junto a Stacy Lindshield, de la Universidad Purdue (USA), a publicar una revisión de lo que se conoce actualmente sobre comportamiento y la ecología de los chimpancés que habitan en la sabana.
Adriana Hernández Aguilar comenta hoy en Hablando con Científicos que no hay diferencias entre los chimpancés de sabana y los que habitan las regiones boscosas o de selva, son animales de la misma especie pero se diferencian en la forma de afrontar los retos a los que los somete el ambiente. Las sabanas son entornos abiertos, con una variación estacional muy marcada, y los chimpancés se ven obligados a establecer estrategias de conducta, tanto individuales como sociales, que les permiten sobrevivir.
Ya las primeras investigaciones demostraron que los chimpancés forman grupos estables que se dividen temporalmente en subgrupos más pequeños cuando realizan distintas tareas. Así se comprobó que, al igual que sus homólogos de bosque, los chimpancés de sabana cazan y comen mamíferos y utilizan herramientas para capturar hormigas y termitas. Sin embargo, en las sabanas el clima es más extremo y los chimpancés tienen que desarrollar estrategias para protegerse del calor, unos buscan cuevas o cavernas donde protegerse a la sombra durante las horas más calientes del día y, si tienen cerca algún riachuelo, se sumergen en el agua para refrescarse. Si el agua escasea, excavan agujeros en el suelo para buscarla.
Estos condicionantes ambientales son iguales que los primeros homininos tuvieron que soportar por lo que los chimpancés de sabana se han convertido en un ejemplo vivo que nos permite explorar nuestros propios orígenes. Por otro lado, dado el proceso de cambio climático en el que estamos inmersos, estas investigaciones permiten conocer cómo los chimpancés que habitan en los bosques y selvas podrían adaptarse a climas más secos y extremos, un conocimiento esencial para salvar a una especie que va perdiendo sus hábitats y cuya supervivencia se encuentra seriamente amenazada.
Os invito a escuchar a Adriana Hernández Aguilar, Profesora Serra Hunter de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona y Codirectora de Investigación del Instituto Jane Goodall España
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Referencias:
Lindshield S, Hernandez-Aguilar RA, Korstjens AH, Marchant LF, Narat V, Ndiaye PI, et al. Chimpanzees (Pan troglodytes) in savanna landscapes. Evolutionary Anthropology. 2021;1–22. https://doi.org/10.
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