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Hablando con Científicos

El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.

El polen, la tinta con la que se escribe la historia. Hablamos con José Antonio López Sáez.

Paleopalinología y Peste Negra- Hablando con Científicos podcast - CienciaEs.com

Cuando se estudia un yacimiento arqueológico o paleontológico, los que no somos expertos en la materia solemos pensar que lo que allí se encuentran son restos fosilizados de huesos o, si el yacimiento está ligado a actividades humanas, vasijas o herramientas que han logrado resistir al paso del tiempo. Sin embargo, en un yacimiento existen muchas más cosas y cada una de ellas cuenta una parte de la historia. Las piezas más diminutas del inmenso rompecabezas con el que arqueólogos y paleontólogos intentan revelar los hechos, criaturas y circunstancias del pasado son diminutas, microscópicas, y proceden de las plantas que crecieron en aquel momento y lugar. Son los granos de polen y esporas.

El polen no es otra cosa que el aporte masculino de las plantas a la reproducción, como lo son los espermatozoides en los animales. Lógicamente, las plantas no pueden desplazarse de un lado a otro así que liberan el polen en enormes cantidades y esperan a que el viento, el agua o animales como insectos, aves o murciélagos lo lleven a su destino, que no es otro que el órgano femenino de las plantas.

Lo que muchos no podíamos sospechar es lo extremadamente resistente que es un grano de polen. Nuestro invitado, el investigador del Instituto de Historia José Antonio López Sáez, explica que están protegidos por una cubierta de quitina, es decir, la misma sustancia que forma las partes duras de los insectos, y le proporciona un escudo protector que le permite resistir al paso del tiempo. Así el polen liberado por plantas hace miles, incluso millones de años, puede permanecer almacenado en los sedimentos del fondo de los lagos, en turberas o en tierra. Descubrir e identificar esos granos de polen es el cometido de los paleopalinólogos, investigadores que, como José Antonio López Sáez, estudian los pólenes antiguos.

La labor del paleopalinólogo se complementa con la de los arqueólogos o paleontólogos porque permite obtener información del ecosistema en los tiempos en los que se formó un yacimiento. Para estudiar el polen antiguo, los investigadores suelen perforar los sedimentos y extraer testigos cilíndricos que contienen restos almacenados de forma cronológica, de manera que los depósitos más profundos corresponden a tiempos más antiguos. Un tratamiento adecuado del testigo permite liberar los granos de polen almacenados en él y obtener así una muestra que posteriormente debe ser analizadas con un microscopio.

Cada especie vegetal o cada familia de plantas tiene su polen y, dependiendo de la forma que tiene la cutícula externa, se pueden identificar las familias e, incluso, las especies vegetales que lo generaron.

El estudio del polen de épocas pasadas puede aportar información que complementa el conocimiento que se tiene de ciertos periodos históricos. Un buen ejemplo es el trabajo recientemente publicado en la revista en Nature Ecology and Evolution por un equipo internacional de investigadores entre los que figura José Antonio López Sáez. El estudio analiza un periodo de tiempo marcado por la pandemia de Peste Negra que, según se piensa, mató a la mitad de la población europea entre 1347 y 1352. Aunque se tienen multitud de datos de aquel terrible periodo, obtenidos fundamentalmente de comentarios en fuentes escritas medievales de algunas zonas de Europa Occidental, nuestro conocimiento global de lo ocurrido sigue siendo limitado, porque son informaciones restringidas a zonas urbanas cuando la mayor parte de la población europea era, en aquellos tiempos, de carácter rural. El trabajo realizado por José Antonio López y sus colegas amplía el conocimiento sobre aquella terrible pandemia gracias al estudio del polen que quedó almacenado en 261 sitios de ubicados en 19 países europeos actuales. En esos lugares se tomaron testigos de los sedimentos en lagos y humedales y se estudiaron los pólenes almacenados durante el siglo XIV. El análisis de los distintos tipos de polen permitió evaluar, entre otros datos, la abundancia de cereales, un índice claro de la capacidad de las sociedades agrícolas para labrar la tierra. Así, algunas regiones muestran un cambio sustancial en la vegetación durante los años de la pandemia y posteriores. La cantidad de polen procedente de los cereales disminuyó, aumentando en paralelo, el polen de otras plantas silvestres y de bosque, un cambio debido, probablemente, a que la región sufrió una mortandad elevada y, como consecuencia, muchas tierras de labor quedaron abandonadas. Igualmente se estudiaron los cambios de vegetación indicadores de actividades ganaderas.

El trabajo revela que la pandemia fue inmensamente destructiva en algunas áreas, pero en otras tuvo un efecto mucho más ligero. Los resultados indican que hubo un fuerte declive agrícola en varias regiones de Europa, algo que coincide con los análisis de fuentes históricas, especialmente en regiones de Escandinavia, Francia, Alemania occidental, Grecia e Italia central, donde se produjo una alta mortalidad. Al mismo tiempo, hay mucha evidencia de continuidad y crecimiento agrícola ininterrumpido en regiones de Europa central y oriental, y varias regiones de Europa occidental, particularmente en Irlanda e Iberia. Hasta ahora se pensaba que la bacteria causante de la Peste Negra (Yersinia pestis) se había extendido de manera uniforme por toda Europa, algo que, según muestran los resultados de este estudio, no fue así.

Os invito a escuchar a José Antonio López Sáez, pelopalinólogo, investigador del Grupo de Arqueología Medioambiental en el Departamento de Arqueología y Procesos sociales del Instituto de Historia.

Referencia:
Izdebski, A., Guzowski, P., Poniat, R. et al. Palaeoecological data indicates land-use changes across Europe linked to spatial heterogeneity in mortality during the Black Death pandemic. Nat Ecol Evol 6, 297–306 (2022). https://doi.org/10.1038/s41559-021-01652-4


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