El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Cuando observamos la Luna con un telescopio llama nuestra atención la enorme cantidad de cráteres de impacto que jalonan su superficie. Los hay de muchos tamaños y son fáciles de distinguir porque suelen estar delimitados por una circunferencia montañosa que se eleva sobre el terreno circundante, formada por el material eyectado en el momento del impacto. Estos cráteres son los más habituales, pero en 2009, cuando los científicos examinaban una imagen de la región conocida como Marius Hills, tomada por la nave japonesa Kaguya, descubrieron un pequeño círculo en el suelo que llamó su atención. La abertura carecía del anillo elevado en los bordes, era más bien un agujero, un pozo profundo que se abría en la superficie plana de la Luna. En el momento de la fotografía, los rayos del sol incidían desde lo alto en el lugar y eso permitió ver las paredes verticales que se adentraban en el terreno hasta el fondo, situado a más de 80 metros de profundidad. Este tipo de formaciones tienen su homólogo en la Tierra, incluso en Marte y Venus, y se conoce con nombres como cráter de subsidencia, cráter de pozo o, como lo llaman los de habla inglesa, un “pit cráter”.
Si bien el pit cráter de Marius Hills fue el primero en ser descubierto, las imágenes tomadas por las naves que han orbitado la Luna después, en especial la Lunar Reconnaissance Orbiter de la NASA ( LRO), han permitido descubrir muchos más, como comentan nuestros invitados en Hablando con Científicos Gabriel López Martínez y Laura Parro.
Gabriel López Martínez es ingeniero aeronáutico y está realizando un máster en Astronomía y Astrofísica en la Universidad Internacional de Valencia, dirigido en la distancia por Laura M. Parro, doctora en geología planetaria e investigadora en el Lunar and Planetary Laboratory de la Universidad de Arizona. Ambos han llevado a cabo un estudio de los cráteres de subsidencia identificados en la Luna, cuyo número, en estos momentos, se acerca a 300.
Gabriel comenta que los pit craters lunares tienen un origen volcánico. Cuando la Luna se formó, tras el choque de un cuerpo del tamaño de Marte con La Tierra, la superficie de nuestro satélite estaba incandescente y se fue enfriando poco a poco. En algunos lugares, bajo la corteza, fluían ríos de lava subterráneos que, cuando el flujo terminaba, se vaciaban dejando atrás cavidades de muy diversos tamaños. Cuando el flujo tenía lugar cerca de la superficie, los techos de estas cavidades subterráneas eran más débiles y se producía un colapso creando un pozo de subsidencia o pit cráter.
Los pit craters que se han identificado hasta ahora sobre la superficie lunar están irregularmente distribuidos, dice Laura Parro, existen lugares de mayor concentración que en otros, algunos están alineados revelando la existencia de los túneles de lava bajo la superficie. En general todos estos datos aportan información sobre la geología lunar y permiten determinar qué zonas son las más interesantes para su estudio posterior.
El trabajo de Gabriel consiste en elaborar un código que permite analizar los 278 pit craters lunares conocidos hasta ahora, para determinar cuáles son los más interesantes de cara a ser utilizados como refugio de futuras bases lunares. Los astronautas que realicen actividades de larga duración sobre la superficie lunar están expuestos a condiciones extremas provocadas por la radiación excesiva, los micrometeoritos y cambios tremendos de temperatura. Un pit cráter puede ser la puerta de entrada a una cavidad subterránea donde las paredes y techos de roca se convierten en escudos que protegen de la radiación o los micrometeoritos y, además, ofrecen unas condiciones de temperatura mucho más estables. Por otro lado, el estudio intenta determinara cuál de los cráteres de pozo conocidos puede ser el mejor atendiendo a la cercanía a fuentes de recursos, como puede ser el agua acumulada en forma de hielo en ciertos cráteres a cuya sombra nunca incide la luz del Sol.
Ahora que la exploración lunar entra en una nueva fase con el programa ARTEMIS que pretende enviar de nuevo a seres humanos a la Luna con el objetivo de establecer allí una presencia continuada, tanto en superficie como en órbita, estudios como los elaborados por Gabriel López y Marta Parro son de vital importancia para seleccionar los mejores lugares de futuras bases lunares y facilitar la información sobre geología lunar.
Gabriel López y Laura Parro presentan los resultados de sus investigaciones en la XV Reunión Científica de la Sociedad Española de Astronomía (SEA).
Gabriel López Martínez es ingeniero aeronáutico y está realizando un máster en Astronomía y Astrofísica en la Universidad Internacional de Valencia.
Laura M. Parro es doctora en geología planetaria e investigadora posdoctoral Margarita Salas en el Lunar and Planetary Laboratory de la Universidad de Arizona.
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