El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Observar un fenómeno natural y buscarle una explicación a la luz de la ciencia es el un proceso muchas veces arduo y lleno de obstáculos. La fórmula más aceptada es la que ofrece el Método Científico, según él, hay que observar un fenómeno, establecer una hipótesis que lo explique y hacer un experimento que permita establecer si la hipótesis es correcta o no. Si no lo es ¡vuelta a empezar!
Sin embargo, la realidad no suele ser tan simple. Los investigadores son seres humanos y, por lo tanto, pueden a tener observaciones sesgadas, realizar experimentos que no están todo lo bien diseñados que deberían, dejarse llevar por los deseos de tener razón y desechar los resultados que no se ajustan a lo deseado, etc. Y todo eso se puede hacer sin ánimo de engañar, aunque, como todos sabemos, los mentirosos existen. El resultado de todo ello es un número indeterminado de publicaciones científicas que no son correctas o, al menos, todo lo correctas que deberían ser. Por supuesto, la Ciencia tiene sus propios mecanismos de autocorrección y, tarde o temprano, alguien hace de nuevo el experimento o plantea el mismo problema con distinto resultado y se revisa aquello que se daba como cierto. Aunque, en muchos casos pueden pasar años durante los cuales las tesis erróneas prevalecen.
Un buen ejemplo de lo dicho anteriormente es el que nuestro invitado en Hablando con Científicos, el estudiante de doctorado de la Universidad de Granada, Pablo Solana pone de manifiesto en un artículo publicado en la revista Nature Reviews Psicology. En él comenta algo que los lingüistas, psicólogos y neurocientíficos llevan debatiendo durante mucho tiempo: cómo la mente y el cerebro procesan y almacenan la amplia gama de significados que el lenguaje puede transmitir.
El artículo lleva por título “The embodiment and disembodiment of language”, algo que hemos traducido como “Encarnación y desencarnación en el lenguaje”. Se trata, en realidad, de un comentario que nos presenta cómo un experimento para explicar que las regiones del cerebro dedicadas a la percepción y la acción también tienen un papel en la comprensión del lenguaje (hipótesis de la encarnación), publicado en 2013, llegaba a unos resultados que un nuevo experimento, publicado 9 años más tarde, ha puesto en entredicho. Este ejemplo sirve a Pablo para plantear una cuestión más profunda: la necesidad de adoptar prácticas de investigación rigurosas y transparentes para el progreso de la ciencia en general y de la cognición incorporada en particular.
En el experimento de 2013, realizado por los investigadores Shebaniy y Pulvermülle, Pidieron a un grupo de voluntarios que memorizaron verbos relacionados con los movimientos de la mano (como ‘agarrar’) y el pie (como ‘patear’). Una vez que los voluntarios hubieron memorizado los verbos, se les pidió que realizaran una serie de movimientos con las manos o los pies siguiendo un ritmo complejo que nada tenía que ver con los verbos relacionados. Mientras hacían estos ejercicios se les pidió que intentaran recordar los verbos.
Los resultados respaldaron la hipótesis de la encarnación en el lenguaje: los participantes que movían las manos mostraban un menor recuerdo de los verbos de manos que de pies y los que movían los pies mostraban el patrón opuesto. De alguna manera se producía una interferencia entre la parte del cerebro que controlaba los movimientos y la que se concentraba en el lenguaje, cuando los movimientos no estaban relacionados..
Durante años, esta disociación se consideró una prueba clara de la bondad de la hipótesis de la encarnación en el lenguaje. Son embargo, un nuevo experimento realizado en 2022 por Guillermo Montero-Melis y sus colegas, empleando un informe registrado, controles más exhaustivos y con un mayor número de voluntarios, dio unos resultados sorprendentes: los verbos relacionados con los movimientos de brazos y pies se recordaron con una probabilidad similar, independientemente de la parte del cuerpo que los participantes habían estado moviendo. En otras palabras, Montero-Melis no pudo replicar el efecto encontrado en el estudio original, desafiando así la tesis de la encarnación.
Estos antecedentes nos llevan a hacernos una pregunta que va más allá de esta investigación en concreto: ¿Qué proporción de la investigación publicada es probablemente errónea o falsa? No se trata de poner en entredicho las bondades del Método Científico, sino de poner de manifiesto las limitaciones se derivan del uso generalizado de prácticas de investigación no óptimas, como la flexibilidad en la recopilación y el análisis de datos, los tamaños de muestra pequeños y la publicación selectiva de hallazgos estadísticamente significativos.
Os invitamos a escuchar a Pablo Solana, estudiante de doctorado en el Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento de la Universidad de Granada
REFERENCIAS:
Solana, P. The embodiment and disembodiment of language. Nat Rev Psychol (2023). https://doi.org/10.1038/s44159-023-00203-x.
Shebani, Z. & Pulvermüller, F. Moving the hands and feet specifically impairs working memory for arm-and leg-related action words. Cortex 49, 222–231 (2013)
Montero-Melis, G. et al. No evidence for embodiment: the motor system is not needed to keep action verbs in working memory. Cortex 150, 108–125 (2022)
Solana, P. & Santiago, J. Does the involvement of motor cortex in embodied language comprehension stand on solid ground? A p-curve analysis and test for excess significance of the TMS and tDCS evidence. Neurosci. Biobehav. Rev. 141,
104834 (2022)
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