Conservar células, tejidos, órganos o cualquier otro componente biológico congelándolos a temperaturas extremadamente bajas permite preservar la estructura y la función celular a largo plazo. Este proceso, denominado criopreservación, consiste en mantener el material biológico a las temperaturas del nitrógeno líquido, a -196°C. Es posible gracias al uso de sustancias conocidas como crioprotectores, que previenen la formación de cristales de hielo que podrían dañar o destruir las células. A esas temperaturas, todas las actividades metabólicas se detienen completamente, lo que permite preservar la estructura y la función celular a largo plazo.

La criopreservación de gametos, es decir, de espermatozoides y óvulos, se utiliza habitualmente en seres humanos y en muchos otros animales y plantas. No obstante, la eficacia de la técnica puede variar significativamente entre especies. En algunos casos, como en las aves, la criopreservación de óvulos sigue siendo un reto considerable.

Un área de interés particular es la aplicación de la conservación de espermatozoides y óvulos de pollo, una especie que se ha tomado como modelo para el desarrollo de protocolos de criopreservación de otras especies ovíparas como el pavo, el pato, los flamencos, los pingüinos e incluso las tortugas.

Nuestra invitada en “Hablando con Científicos”, Berenice Bernal Juárez, investigadora posdoctoral Marie-Curie en la Universidad de Wageningen, en los Países Bajos, trabaja en el proyecto CRYOCHICK, una iniciativa de la Unión Europea que busca avanzar en el campo de la criopreservación de material reproductivo de pollo con el objetivo de buscar alternativas que permitan conservar esta y otras especies de aves.

Los espermatozoides de pollo, debido a su estructura filiforme y con muy poco citoplasma alrededor del núcleo, son especialmente sensibles al proceso de congelación, comenta Berenice. Por otro lado, los óvulos de gallina, que son los huevos que habitualmente consumimos, son demasiado grandes para ser congelados con éxito. Para superar estos inconvenientes, se utilizan células primordiales que existen en los embriones de las aves y que posteriormente se diferencian para convertirse en espermatozoides y óvulos.

El proyecto CRYOCHICK se centra en superar estos desafíos mediante la investigación y el desarrollo de nuevas técnicas de criopreservación para óvulos de pollo. Este proyecto busca mejorar las tasas de supervivencia y viabilidad post-descongelación, lo que podría tener un impacto significativo en la conservación de las distintas variedades y la industria avícola. La colaboración internacional es un componente clave del proyecto, uniendo a expertos del Centro de Recursos Genéticos de los Países Bajos (CGN) en colaboración con el Centro Nacional para la Biodiversidad y la Preservación de Genes de Hungría, el Instituto Roslin de Escocia y Cobb Europa.

Os invito a escuchar a Berenice Bernal Juárez, investigadora posdoctoral Marie-Curie en la Universidad de Wageningen y responsable del Proyecto CRYOCHICK.