El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Cuando pensamos en las gentes del Paleolítico y el Neolítico, solemos considerarlas como personas atrasadas y toscas. Sin embargo, al observar las construcciones que erigieron en algunos lugares, esa concepción se tambalea. Las pirámides de Egipto fueron construidas con bloques de piedra maravillosamente tallados y apilados siguiendo un plan exquisitamente diseñado. El conjunto megalítico de Stonehenge es otro ejemplo de esa habilidad constructora. Estos son los monumentos más conocidos, pero en el sur de España existe uno que, al menos en un aspecto, supera a los anteriores: el Dolmen de Menga.
Las piedras más pesadas de la pirámide de Keops, situadas en la Cámara del Rey, alcanzan las 70 toneladas, mientras que las enormes piedras de Stonehenge pesan entre 20 y 40 toneladas. En el Dolmen de Menga, sin embargo, la enorme piedra que cubre la cámara principal, llamada Losa 5, tiene un peso que supera las 150 toneladas. ¿Os podéis imaginar el volumen de conocimiento y la capacidad técnica de los pobladores que, mil años antes que estos monumentos, diseñaron, esculpieron y transportaron semejante roca para colocarla sobre pilares igualmente impresionantes, hace entre 5800 y 5600 años?
El Dolmen de Menga es un testimonio del ingenio y las habilidades técnicas de las sociedades neolíticas, cuyas capacidades en ingeniería y arquitectura les permitían movilizar grandes cantidades de mano de obra, así como organizar la logística necesaria para trasladar esas gigantescas piedras desde las canteras hasta el lugar de construcción.
Recientemente, un artículo publicado en Science Advances, cuyo primer autor es José Antonio Lozano Rodríguez, nuestro invitado en Hablando con Científicos, propone una interpretación completamente innovadora de cómo se construyó este monumento colosal.
El Dolmen de Menga está situado en la región de Antequera, al sur de España. Se trata de una construcción monumental en forma de galería que tiene 25 metros de largo. Las paredes están formadas por 20 grandes losas verticales (ortostatos) que emergen del terreno y sostienen cinco enormes losas horizontales que hacen de techo. La altura de la galería empieza en 2,5 metros y aumenta hasta alcanzar los 3,5 metros en la sala cubierta por la Losa 5. La anchura máxima de la galería es de 5,7 metros. Tres pilares interiores, alineados con el eje del dolmen, sustentan las losas del techo, proporcionando estabilidad a la estructura. “Aunque hay huellas de un cuarto pilar que ha desaparecido” – comenta José Antonio Lozano durante la entrevista. Todo el conjunto está cubierto por un cúmulo de tierra que lo protege.
Las investigaciones de José Antonio Lozano y su equipo han arrojado luz sobre la compleja ingeniería involucrada en la construcción de Menga. Los investigadores han llevado a cabo un análisis geoarqueológico centrado en tres componentes clave: los ángulos de los planos de las piedras, la polaridad estratigráfica y la profundidad de los cimientos. Los resultados sugieren que los constructores neolíticos poseían un sofisticado conocimiento técnico.
Para transportar estas piedras colosales desde las canteras cercanas, situadas a unos 850 metros del sitio, los ingenieros neolíticos probablemente utilizaron trineos de madera sobre caminos cuidadosamente diseñados para minimizar la fricción. Este método resultaba más eficiente que el uso de rodillos, que habrían sido inadecuados debido a la fragilidad de las rocas utilizadas. Controlar la aceleración y el equilibrio de las piedras durante su transporte era esencial, y se habrían empleado grandes cuerdas para maniobrar estos bloques con precisión.
El Dolmen de Menga no solo es una obra maestra de ingeniería, sino que también tiene un profundo significado simbólico. A diferencia de muchos otros dólmenes, que suelen estar orientados hacia el sol o eventos astronómicos, Menga está alineado con la Peña de los Enamorados, un prominente macizo kárstico visible desde el dolmen, lo que sugiere una relación simbólica con esta formación natural. La orientación del dolmen hacia este paisaje habría tenido un significado cultural y religioso importante para la comunidad que lo construyó.
No obstante, Menga también muestra un patrón astronómico sutil. Durante el solsticio de verano, la luz solar ilumina parcialmente la cámara funeraria, lo que sugiere que los constructores también tuvieron en cuenta fenómenos astronómicos al erigir este monumento.
Los hallazgos más recientes sobre el Dolmen de Menga desafían la idea de que las sociedades neolíticas carecían de conocimientos técnicos avanzados. En lugar de ver estas estructuras como simples tumbas primitivas, el análisis de Menga revela un proyecto de ingeniería completamente original, que combina precisión arquitectónica, conocimiento de materiales y una logística sofisticada para el transporte y colocación de piedras gigantes.
A lo largo de casi 6.000 años, el Dolmen de Menga ha perdurado como un ejemplo excepcional de la capacidad humana para construir monumentos duraderos y simbólicos con tecnología rudimentaria pero altamente efectiva. Este análisis interdisciplinario del dolmen, que combina evidencia arqueológica, geológica y técnica, demuestra que las sociedades neolíticas no solo fueron capaces de movilizar grandes piedras, sino que también lo hicieron con un grado de planificación y conocimiento que rivaliza con las grandes obras de ingeniería de la historia.
En resumen, el Dolmen de Menga es un hito en la historia de la arquitectura megalítica y un testimonio del genio creativo de las sociedades neolíticas.
Os invito a escuchar a José Antonio Lozano Rodríguez, geólogo, petrólogo geoquímico e investigador del Centro Oceanográfico de Canarias (COC) en el Instituto Español de Oceanografía (IEO), que pertenece al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Referencias:
José Antonio Lozano Rodríguez et al., Ciencia temprana e ingeniería colosal en piedra en Menga, un dolmen neolítico (Antequera, España). Sci. Adv. 10 , eadp1295 (2024). DOI: 10.1126/sciadv.adp1295
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