El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Hace 252 millones de años, aproximadamente el 90-95% de las especies marinas y el 70% de las especies terrestres desaparecieron para siempre. En ese tiempo, la Tierra era muy distinta a la actual: no había múltiples continentes como hoy, sino uno solo, conocido como Pangea, rodeado por un vasto océano llamado Panthalasa, que cubría casi todo el planeta. Esa disposición única de tierras emergidas pudo haber sido uno de los factores que contribuyeron al desastre, pero, como explica José López Gómez, investigador del CSIC y autor del libro La vida al borde del abismo, la verdadera causa fue una serie de acontecimientos encadenados que conformaron lo que él llama un “ciclo de destrucción” de consecuencias dramáticas para los seres vivos.
Cuando pensamos en extinciones, la mayoría de nosotros recordamos la que acabó con los dinosaurios hace 66 millones de años. Sin embargo, esa no fue la única ni la más devastadora. Como comenta José López en su entrevista, se conocen muchas otras extinciones, cinco de ellas masivas, y la más grande de todas ocurrió hace 252 millones de años, durante la transición entre el Pérmico y el Triásico.
A diferencia de la extinción que eliminó a los dinosaurios, causada por el impacto de un asteroide o cometa, la extinción del Pérmico-Triásico no se debió al choque de un cuerpo celeste, sino a fenómenos puramente terrestres.
Uno de los eventos clave que desencadenaron la extinción ocurrió bajo el gran continente de Pangea. La enorme superficie de tierras emergidas actuaba como un “tapón” que impedía que el calor generado en el interior de la Tierra escapara. Con el tiempo, esa presión interna acumulada fue tan grande que provocó una serie de erupciones volcánicas masivas. Lava y gases tóxicos emergieron de las profundidades, cubriendo un área de unos 7 millones de kilómetros cuadrados, equivalente a la superficie de los Estados Unidos. Hoy, los restos de ese antiguo vulcanismo se encuentran en una región de Siberia conocida como las Siberian Traps.
Estas erupciones liberaron enormes cantidades de gases tóxicos que alteraron radicalmente la atmósfera, desencadenando una reacción en cadena que puso en peligro la vida en todo el planeta. El dióxido de carbono (CO₂) alcanzó niveles de hasta 3.000 ppm, casi diez veces más que los niveles actuales, y otros gases como el metano y el dióxido de azufre contribuyeron a un efecto invernadero extremo.
En los océanos, los niveles de oxígeno disminuyeron drásticamente, creando condiciones anóxicas (falta de oxígeno) que afectaron gravemente a la vida marina. Los organismos que dependían de altos niveles de oxígeno no pudieron sobrevivir. Además, el aumento de CO₂ provocó la acidificación de los océanos, perjudicando a organismos con conchas o esqueletos de carbonato de calcio, como los corales y los moluscos. También se cree que el nivel del mar fluctuó drásticamente, lo que afectó a los ecosistemas marinos y costeros, contribuyendo a la extinción masiva.
José López Gómez destaca que “fue un ciclo destructivo tan eficiente que prácticamente no dio tregua al planeta”.
Después de la extinción, las especies que lograron sobrevivir tuvieron que adaptarse rápidamente, desarrollando formas de vida más eficientes para poder resistir en un entorno tan hostil. Aun así, la recuperación de la vida fue lenta: tomó alrededor de 5 millones de años, el período más largo de recuperación después de una extinción masiva.
Lo que sucedió entonces nos muestra cómo responde la vida cuando las condiciones del planeta cambian drásticamente, una lección que nos puede ayudar a entender las posibles consecuencias del cambio climático que estamos experimentando ahora. La extinción del Pérmico-Triásico ocurrió en un lapso de unos 20.000 años, y la concentración de CO₂ se multiplicó por diez, lo que elevó la temperatura global en 8°C. Desde la Revolución Industrial, la concentración de CO₂ ha pasado de 280 ppm a 412 ppm en solo 150 años, un aumento mucho más rápido que en el pasado.
Es esta rapidez la que está provocando una elevación de la temperatura que, si no se controla, podría tener consecuencias dramáticas en un corto periodo de tiempo, afectando la vida humana. El conocimiento de lo sucedido hace 252 millones de años durante la Gran Extinción del Pérmico-Triásico es una lección de historia y una advertencia de lo que puede ocurrir cuando el equilibrio de la Tierra se rompe.
Os invitamos a escuchar a José T. López Gómez, científico titular del CSIC en el Instituto de Geociencias, IGEO (CSIC-UCM)
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