El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Lo que somos está contenido en nuestro ADN, una inmensa biblioteca distribuida en 23 pares de “salas”, nuestros cromosomas, donde las instrucciones se escriben en un alfabeto de solo cuatro letras. En el ADN hay más de 6.000 millones de estas letras, información que se copia en cada célula desde el embrión en un proceso que no está exento de errores. Normalmente, estos errores no tienen consecuencias, porque ocurren en áreas poco relevantes, pero en raras ocasiones, el cambio de una sola letra puede tener efectos dramáticos. Ese es el caso de la progeria, una enfermedad genética extremadamente rara que provoca un envejecimiento prematuro. En el Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, Ignacio Benedicto Español y su equipo buscan nuevas vías para tratar esta enfermedad.
La progeria es extremadamente rara y afecta a aproximadamente 1 de cada 20 millones de personas. Las consecuencias son dramáticas, ya que la persona afectada envejece a gran velocidad, con una esperanza de vida promedio de unos 15 años. Recientemente, los medios se hicieron eco del fallecimiento del paciente de progeria más longevo, Sammy Basso.
Ignacio Benedicto explica que la progeria tiene su origen en el error de una sola letra en un gen conocido como LMNA. Este error produce una proteína defectuosa, llamada progerina, que se acumula en las células causando daños graves. La progerina afecta la estructura del núcleo celular, provocando un envejecimiento acelerado.
En 1998, un niño diagnosticado con HGPS impulsó la investigación sobre esta enfermedad cuando su madre, Leslie Gordon, se negó a aceptar que no existía tratamiento y fundó la Progeria Research Foundation. Gracias a estos esfuerzos, en 2003 se descubrió el papel de la progerina, lo que permitió el desarrollo de modelos animales y celulares para estudiar mejor la enfermedad y buscar formas de frenarla.
Actualmente, el único medicamento aprobado para HGPS es el lonafarnib. Este fármaco, diseñado originalmente para tratar el cáncer, ha demostrado cierta efectividad alargando la vida de los pacientes en unos cuatro años, al reducir la acumulación de progerina en las células. No obstante, esta terapia no representa una cura definitiva, y el fallo cardíaco sigue siendo la principal causa de muerte en personas con progeria debido al deterioro de los vasos sanguíneos. Para contrarrestar este problema, se han explorado otras estrategias, como la cirugía cardíaca, a la que se sometió el paciente más longevo, Sammy Basso.
Dado que el problema es una letra errónea en un gen específico, como sucede con la progeria, una posible solución consiste en utilizar herramientas de edición génica para sustituir la letra dañada por la correcta en el ADN de las células. Lógicamente, esto es complejo de llevar a cabo. No obstante, en laboratorios de la Universidad de Harvard, la Universidad de Oviedo y otros centros pioneros, se han realizado pruebas exitosas de edición génica en ratones genéticamente modificados que padecen la enfermedad, lo cual ha llevado a mejoras significativas en su supervivencia.
Aunque este tratamiento aún no está listo para aplicarse en humanos, la tecnología de edición génica representa una esperanza real para una cura definitiva en el futuro. Para mejorar la precisión de esta terapia, explica Ignacio Benedicto durante la entrevista, se están investigando qué células serían más beneficiosas para tratar. Un descubrimiento reciente muestra que revertir la mutación solo en células del músculo liso vascular —un componente esencial de las arterias— puede prevenir el daño arterial y normalizar la esperanza de vida en ratones.
Las investigaciones sobre la progeria abren puertas a la comprensión de los procesos de envejecimiento a los que todos estamos sometidos. Ignacio Benedicto y su equipo se han centrado en estudiar las células endoteliales vasculares (CEs) que recubren el interior de los vasos sanguíneos en diferentes tejidos gravemente afectados por trastornos relacionados con la edad.
Os invito a escuchar a Ignacio Benedicto Español, investigador del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC), Departamento de Biomedicina, Jefe del “Grupo de Envejecimiento Vascular”:https://www.cib.csic.es/es/departamentos/biomedicina-molecular/envejecimiento-vascular. Científico visitante en Grupo de Fisiopatología Cardiovascular Molecular y Genética en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III (CNIC)
Más información:
Barettino A, González-Gómez C, Gonzalo P, Andrés-Manzano MJ, Guerrero CR, Espinosa FM, Carmona RM, Blanco Y, Dorado B, Torroja C, Sánchez-Cabo F, Quintas A, Benguría A, Dopazo A, García R, Benedicto I, Andrés V. Endothelial YAP/TAZ activation promotes atherosclerosis in a mouse model of Hutchinson-Gilford progeria syndrome. J Clin Invest. 2024 Oct 1:e173448. doi: 10.1172/JCI173448. Epub ahead of print. PMID: 39352768.
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