El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Hace unos 6 o 7 millones de años, nuestros antepasados y los chimpancés compartían un mismo ancestro, un único “tronco” en el árbol de la vida. Pero en algún momento, ese tronco se dividió en dos ramas distintas: una dio lugar a los chimpancés modernos y a los bonobos, y la otra, a los humanos. Desde entonces, cada uno siguió su propio camino evolutivo, un camino marcado por su capacidad para adaptarse a los distintos entornos en los que tenían que desenvolverse, siempre con un mismo objetivo: sobrevivir.
Solo aquellos individuos mejor preparados para superar los desafíos que impone la naturaleza logran sobrevivir y dejar descendencia, capaz a su vez de continuar la evolución. Cada especie guarda la información de todo su ser en los genes, y aunque la mayoría de estos se mantienen estables de generación en generación, de vez en cuando ocurren mutaciones al azar. Algunas de estas mutaciones pueden otorgar ventajas —o desventajas— para sobrevivir. Cuando las condiciones del entorno cambian, los individuos que poseen mutaciones favorables tienen más probabilidades de sobrevivir y transmitir esos genes a sus descendientes.
Así, es probable que aquel ancestro común a nosotros y a los chimpancés haya experimentado una serie de cambios genéticos iniciales que abrieron dos posibles caminos evolutivos. Con el paso del tiempo, esos pequeños cambios se fueron acumulando hasta dar lugar a dos especies distintas, aunque aún compartimos el 98,8 % de nuestro genoma.
Para comprender cómo se produce la adaptación genética al ambiente, un grupo internacional de científicos —entre ellos la investigadora Aida Andrés, del Instituto de Genética del University College of London, y nuestra invitada en Hablando con Científicos— ha estudiado distintos grupos de chimpancés que viven en libertad en diferentes regiones del continente africano. Estos primates habitan una extensa franja del África central, desde Guinea hasta Uganda, y se encuentran en una gran variedad de hábitats: selvas densas con vegetación y agua durante todo el año, sabanas con clima seco y caluroso, y zonas intermedias entre ambos extremos. Esta diversidad de ambientes supone retos muy distintos: desde la búsqueda de alimento y agua, hasta la resistencia frente a virus y bacterias.
Estudiar cómo se adaptan los chimpancés a estos ambientes sin alterar su comportamiento es una tarea compleja. Por ello, el equipo de investigación —formado por más de 100 científicos de todo el mundo— utilizó una estrategia no invasiva: recolectaron muestras de excremento en diferentes regiones para analizar el ADN presente en ellas. ¿El objetivo? Descubrir cómo sus genes se han ido adaptando a los distintos entornos, como las selvas tropicales húmedas o las sabanas áridas y calurosas. Los resultados no solo son fascinantes para entender mejor a estos primates, sino que también aportan valiosas pistas sobre la evolución humana… ¡e incluso sobre enfermedades actuales!
Por ejemplo, en las selvas hay más recursos como agua y alimento, pero también una mayor concentración de parásitos y enfermedades. En cambio, en las sabanas, donde el calor aprieta y el agua escasea, los chimpancés deben emplear estrategias ingeniosas para sobrevivir.
El equipo analizó la parte del ADN que codifica proteínas —es decir, la más funcional— en 388 chimpancés salvajes. Buscaron variantes genéticas relacionadas con el tipo de hábitat, y las compararon con regiones del ADN consideradas “neutrales” (sin funciones específicas) para detectar si ciertos cambios eran más comunes en algunos ambientes que en otros. Este método les permitió identificar si la selección natural había favorecido ciertos genes en contextos como la selva o la sabana.
Los análisis revelaron que, en regiones selváticas, los chimpancés presentan más variantes genéticas asociadas a la resistencia frente a enfermedades, como la malaria, una infección transmitida por mosquitos que también afecta a los humanos. Esto sugiere que tanto humanos como chimpancés han desarrollado adaptaciones evolutivas similares para hacer frente a enfermedades infecciosas.
Además, los investigadores identificaron que en zonas como Issa Valley, donde hay una alta prevalencia del virus SIV (muy similar al VIH humano), existen variantes genéticas que podrían estar relacionadas con la resistencia a este tipo de virus.
Este estudio no solo nos ayuda a comprender cómo evolucionan los chimpancés, sino que también tiene implicaciones muy importantes:
Para la conservación: Saber que los chimpancés tienen adaptaciones locales implica que no se les puede trasladar ni mezclar entre poblaciones sin tener en cuenta su genética. Sería como llevar un abrigo de esquí al desierto… ¡una mala idea! La conservación debe respetar estas diferencias para que los animales puedan sobrevivir en sus entornos naturales.
Para entendernos mejor a nosotros mismos: Como los chimpancés son nuestros parientes más cercanos, estudiar cómo se adaptan nos da pistas sobre cómo evolucionaron nuestros propios ancestros frente a los cambios del entorno, enfermedades y otros desafíos.
Os invitamos a escuchar a Aida Andrés, investigadora del Departamento de Genética, Evolución y Medio Ambiente del Instituto de Genética del University College London, Londres, Reino Unido.
Referencias:
Harrison J. Ostridge et al. “Local genetic adaptation to habitatin wild chimpanzees”:DOI: 10.1126/ciencia.adn7954, Science, Vol. 387 , Número 6730 DOI: 10.1126/ciencia.adn7954
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