La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Quincenalmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
En 1940, el paleontólogo alemán Curt Teichert descubrió un yacimiento de peces fósiles en el desierto de la región de Kimberley, en el noroeste de Australia. Este yacimiento, conocido como Formación Gogo, se encuentra en el Parque Nacional de la Garganta de Geikie. Allí se han conservado los restos fósiles de la fauna y la flora marinas asociadas a unos arrecifes tropicales del periodo Devónico superior, hace unos 375 millones de años. A lo largo de décadas, se han descubierto en Gogo más de cincuenta especies de peces, así como artrópodos, moluscos, corales y algas. Estos especímenes, al morir, se hundieron en las zonas más profundas y pobres en oxígeno del arrecife, donde quedaron enterrados en los sedimentos; con el paso del tiempo se han convertido en nódulos calcáreos, mucho más duros que las calizas y los esquistos que los rodean, que conservan con un detalle extraordinario la estructura tridimensional de los organismos; no sólo de los huesos y caparazones, sino también de los tejidos blandos más delicados, incluyendo nervios, músculos, agallas… Es el único yacimiento del Devónico en todo el mundo en el que se han conservado ejemplares en tan excelentes condiciones. Para extraer los fósiles, hay que someter a los nódulos a un lento proceso de disolución mediante repetidos baños en ácido acético diluido que puede durar varios meses.
La fauna de peces en el arrecife de Gogo es muy variada; hay representantes de todos los grupos existentes en la época. Los más abundantes son los placodermos, peces acorazados, hoy extinguidos, con la cabeza totalmente cubierta por una armadura de placas óseas. Muchos son depredadores; unos se alimentan de peces, y otros de crustáceos o moluscos. También hay unas pocas especies primitivas de actinopterigios o peces de aletas radiadas, el grupo más común hoy en día. Por último, habitan en el arrecife de Gogo diversas especies de crosopterigios, peces de aletas carnosas como los celacantos. Algunas pertenecen a grupos hoy extinguidos, y otras están emparentados con los actuales peces pulmonados, o dipnoos. En varias especies, estrechamente emparentadas con los peces que, unos pocos millones de años más tarde, abandonarán el medio acuático y conquistarán la tierra firme (como Acanthostega), las aletas pectorales ya tienen la estructura ósea de las extremidades de los vertebrados terrestres: un húmero articulado con un cúbito y un radio.
Muchas de las especies de peces de Gogo habitaban en las grietas del arrecife, y se alimentaban de invertebrados de caparazón duro o de otros peces. Otras, con el cuerpo más hidrodinámico, nadaban cerca de la superficie o en aguas abiertas. Se ha encontrado incluso un pez de agua dulce, Bothriolepis; se supone que se encontraba migrando de un río a otro a través del mar.
El mayor depredador del arrecife es Onychodus, un pez de aletas carnosas de dos a cuatro metros de longitud con el cuerpo sinuoso como una morena. Uno de los fósiles es un ejemplar juvenil de unos sesenta centímetros que murió al intentar engullir un placodermo de unos treinta centímetros de longitud.
Entre los fósiles más espectaculares hallados en Gogo se encuentra Materpiscis, un placodermo con un embrión unido a su cuerpo mediante una especie de cordón umbilical, lo que indica que algunos de estos peces acorazados eran vivíparos.
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