La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
El ranforrinco (Rhamphorhynchus muensteri) es el representante más conocido del suborden de los ranforrincoideos, o pterosaurios de cola larga. Estos pterosaurios son los más primitivos, y se extinguieron a principios del Cretácico. Rhamphorhynchus muensteri significa “hocico con pico de Münster”, y fue bautizado en honor del conde Georg de MÜnster, paleontólogo y naturalista alemán que fue el primero en estudiar esta especie. Los restos del ranforrinco se han encontrado fundamentalmente en las calizas de grano fino de Solnhofen, en Baviera, donde se han conservado con gran detalle no sólo sus huesos, sino también las impresiones de sus tejidos blandos, lo que nos ha permitido conocer la forma y estructura de sus alas. Son las mismas calizas en las que se descubrió el ave Archaeopteryx. También se han encontrado fósiles de esta especie en Inglaterra, España, Portugal y Tanzania.
Desde 1831, año en que se describió inicialmente, hasta 1995, se ha descrito una docena larga de especies del género Rhamphorhynchus, pero un estudio estadístico publicado ese año por el paleontólogo estadounidense S. Christopher Bennett, entonces en la Universidad de Kansas, sugirió que esas especies eran en realidad grupos de edad anuales de una sola especie, y que las diferencias entre ellas mostraban las modificaciones que sufría el animal durante su crecimiento.
Los abundantes fósiles de ranforrinco nos han proporcionado información no sólo sobre su anatomía y desarrollo, sino sobre otros aspectos de su fisiología y comportamiento. Los anillos escleróticos del ranforrinco, los anillos de hueso que rodean los ojos en muchas especies de vertebrados, indican que era un animal nocturno. El escáner de rayos X del cráneo muestra la posición y orientación del laberinto del oído interno, lo que a su vez da pistas sobre la orientación de la cabeza durante el vuelo. Y otros estudios, menos concluyentes por ahora, sugieren que los machos y las hembras de ranforrinco se diferenciaban por el tamaño de la cabeza.
Varios fósiles de ranforrinco lo muestran asociado con grandes individuos del pez Aspidorhynchus. Este pez, que alcanzaba los sesenta centímetros de longitud, era demasiado grande para ser una presa del ranforrinco, pero no tanto como para cazarlo. En el podcast hablaremos de la curiosa relación que había entre ellos.
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