El desierto de Namib, es una enorme extensión de arena y dunas que linda con la costa atlántica de Namibia, al suroeste de África. Allí, llueve poco o casi nada, el agua es muy escasa y desde la costa suele surgir una persistente niebla que se adentra hasta 50 kilómetros en el desierto, suministrando una fuente de humedad a los escasos animales y plantas que allí viven. Más al interior, incluso la niebla escasea, la temperatura baja hasta los cero grados centígrados por las noches y se eleva por encima de los 50 grados durante el día.
Namib es un desierto muy viejo, ha existido durante 55 millones de años, tiempo más que suficiente como para que la evolución haya modelado de una forma muy especial a las criaturas que allí viven. Entre todas ellas les presento a un escarabajo negro de largas patas que alcanza dos centímetros de tamaño y utiliza para sobrevivir la más sofisticada tecnología, tan sofisticada es, que los seres humanos han tomado nota de ella para diseñar sus artefactos. Su nombre es “Onymacris Plana”.
¿Cómo puede sobrevivir en un ambiente tan extremo una criatura tan pequeña? Onymacris plana está protegido por una cubierta muy especial. Como buen escarabajo, sus dos alas más externas, o élitros, están atrofiadas, no sirven para volar, son más bien dos escudos protectores que en muchas especies sirven para guardar cuidadosamente las frágiles y membranosas alas verdaderas.
Sin embargo, Onymacris plana no vuela. Durante la fría noche del desierto, se esconde bajo la arena de las dunas y espera pacientemente la salida del Sol. A mediodía, cuando la temperatura sube demasiado, se oculta de nuevo para sobrevivir al calor de justicia que imponen los rayos solares. Durante las primeras horas de la mañana y al atardecer, corretea por las dunas buscando alimento y un compañero o compañera que se preste a contribuir a la supervivencia de la especie.
Pero el desierto no perdona, incluso durante las horas en las que Onymacris está activo, los cambios de temperatura son bruscos, pero no importa, nuestro amigo se las ha ingeniado para sacarle el mayor partido posible a la situación. La naturaleza ha modelado su negra cubierta rígida, sus élitros, con un sofisticado sistema de regulación de temperatura.
A primeras horas de la mañana, los escarabajos comienzan a salir de la arena y exponen sus negros cuerpos al tenue Sol buscando su calor. Cuando el Astro Rey está cerca del horizonte, sus rayos solares cruzan más atmósfera y a medida que avanzan van perdiendo los colores de frecuencia más alta, azul y violeta, la energía de frecuencia más baja, roja e infrarroja, logra atravesar la espesa capa de aire y llega al suelo. La radiación infrarroja es emitida por los cuerpos calientes, aunque no pueden captarla nuestros ojos sí la podemos detectar a través de nuestra piel.
En esos momentos, el ambiente es frío y Onimacrys necesita calentarse lo antes posible. Dado que los élitros del escarabajo son semitransparentes a la radiación infrarroja, casi el 70 por ciento de ella atraviesa limpiamente las alas endurecidas y llegan hasta el blando abdomen para calentar sus órganos vitales. El Sol comienza a elevarse perezosamente sobre el horizonte y sus rayos blancos y ultravioletas comienzan a castigar a las dunas y a sus habitantes. Si toda esa energía siguiera llegando al abdomen de Onymacris plana, su temperatura corporal subiría por encima de los 60 grados y moriría sin remedio.
Una vez más, los élitros de Onymacris plana nos dan una lección de física. La cubierta endurecida, semitransparente a la luz infrarroja, es una barrera infranqueable para la luz visible y ultravioleta. Ni la refleja y ni la deja pasar, la absorbe. Como consecuencia, la temperatura de los élitros se eleva, son pequeños acumuladores de calor, pero ese calor no llega al abdomen, convenientemente separado por una fina capa de aire.
Curiosamente, el aumento de temperatura de la cubierta externa es utilizado por el escarabajo para refrigerarse. La superficie de los élitros llega a alcanzar los 60 grados centígrados, este exceso de temperatura calienta el aire que tiene directamente encima, como el aire caliente es más liviano, se eleva y una corriente de aire más fresco y más pesado viene a sustituirlo por abajo creando un movimiento de convección que refrigera el abdomen del animal.
De esta manera, Onymacris plana, el pequeño escarabajo del desierto, eleva rápidamente la temperatura corporal hasta los 40 grados durante las primeras horas de la mañana, y la mantiene cuando el calor agobiante se adueña del desierto. A mediodía, cuando las temperaturas superan lo soportable, se esconde bajo la arena para emerger más tarde, cuando el Sol se encuentra más cerca del horizonte. Entonces, la situación se invierte y aprovecha los últimos rayos infrarrojos solares para mantener su actividad lo más tarde posible antes que caiga la fría noche. Toda una lección de alta tecnología.
Otra especie de la misma familia, llamada Onymacris unguicularis ha aprendido a recoger el agua de la niebla húmeda que viene de la costa. Cuando el momento es propicio, se sube a la cresta de una duna y captura el agua del ambiente. Lleva sobre la espalda unas protuberancias hidrófilas que van atrapando el vapor de agua y condensándola en pequeñas gotas. Cuando las gotas tienen un tamaño suficiente, resbalan por unos canales encerados que las llevan hasta su boca. Ciertas empresas han aprendido la lección y han desarrollado nuevos materiales que utilizan este sistema para conseguir agua en las regiones áridas.
Fascinante el mundo de los insectos.
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