Desde abril de 1995, el profesor Ulises nos ha ido contando los fundamentos de la ciencia. Inspirado por las aventuras de su ilustre antepasado, el protagonista de la Odisea, la voz de Ulises nos invita a visitar mundos fascinantes, sólo comprendidos a la luz de los avances científicos. Con un lenguaje sencillo pero de forma rigurosa, quincenalmente nos cuenta una historia. Un guión de Ángel Rodríguez Lozano.
La historia de la conquista de Marte comenzó hace algo más de cien años con un joven de catorce años de edad llamado Robert H. Goddard. Acostumbraba el joven a encaramarse en las ramas de un cerezo para leer la historia más fascinante de la época: “La guerra de los Mundos” de H.G.Wells. Espoleado por la lectura, comenzó a soñar con viajes espaciales que hicieran realidad lo que entonces sólo era ficción e ideó un aparato capaz de transportar al ser humano hasta el enigmático Planeta Rojo.
Goddard no fue un caso excepcional. Los niños de finales del siglo XIX y principios del XX vivieron una época fantástica, llena de marcianos. La causa de tanto extraterrestre venía, curiosamente, de un campo tan serio como la astronomía. El italiano Schiaparelli primero y sobretodo el norteamericano Percival Lowell habían visto con sus telescopios unas líneas rectas que parecían conectar entre si puntos de la superficie de Marte. Les dieron el sugerente nombre de “canales” y no dudaron en proponer que eran obras ciclópeas del los habitantes del Planeta Rojo para llevar agua desde los polos hasta las regiones secas del ecuador del planeta.
La realidad fue que, si bien los canales marcianos eran atribuibles a una inteligencia, esa inteligencia estaba en el lado terrestre del telescopio. El tiempo demostró que lo que Lowell había creído ver no eran más que ilusiones ópticas producidas por la baja resolución de las imágenes.
Para observar la superficie de Marte, sin las interferencias de nuestro cerebro, hay que acercarse, una posibilidad que no llegó hasta los comienzos de la era espacial. A principios de los años 60, la extinta Unión Soviética envió a Venus una serie de misiones que se vieron coronadas por el éxito. Sus naves, denominadas con el nombre genérico de Venera, consiguieron alcanzar el planeta, girar en órbita alrededor de él y, en varias ocasiones, descendieron hasta su superficie en medio de una atmósfera densa y corrosiva que alcanza temperaturas capaces de fundir el plomo.
El éxito de las misiones a Venus parecían ser un buen presagio para la exploración de Marte, un planeta más acogedor, con temperaturas frías, claros cielos rosáceos, cráteres y volcanes apagados y grandes valles surcados por cauces secos de antiguos ríos. No es exactamente como la Tierra pero en algunos aspectos no difiere mucho. Sin embargo, el camino a Marte resultó estar sembrado por un mar de dificultades.
En 1964, la agencia espacial norteamericana lanzó su primer vehículo con destino al Planeta Rojo: El Mariner 3. Inexplicablemente, cuando ya se encontraba en camino, un fallo impidió que la nave pudiera desplegar los paneles solares necesarios para recoger energía. Funcionó hasta que se agotaron sus baterías y nunca alcanzó su destino. En 1971, los soviéticos lanzaron la nave Marte-3 que consiguió alcanzar con éxito la atmósfera marciana, desplegó con éxito sus sistemas de aterrizaje, orientó correctamente su escudo protector y se posó sobre la superficie pero… solo logró enviar 20 segundos de imágenes de televisión ¡en blanco!, después falló misteriosamente.
La nave americana Mariner 9 llegó aquel mismo año hasta Marte y se puso en órbita alrededor del planeta. Desde el espacio observó la posible causa del fallo del Marte-3: una inmensa tormenta de arena con vientos de hasta 140 metros por segundo. El aire debió comunicar una velocidad horizontal excesiva al paracaídas de descenso y al posarse la nave quedó destruida.
Ése fue el principio, después vinieron los Viking, o vikingos, 1 y 2. El Viking-1 descendió sobre una región denominada Crise, que en griego significa “tierra de oro” y el segundo Viking lo hizo en Cidonia un lugar ideal para encontrar marcianos, aunque esos marcianos fueran del tamaño de una bacteria. Las imágenes que enviaron mostraban un suelo rojizo, salpicado de piedras de agudas aristas que reposaban sobre un lecho de arena. Salvando el color rosáceo del cielo, los Viking podían estar perfectamente sobre uno de los muchos desiertos de la Tierra. El físico Carl Sagan, dijo en aquellos momentos que no le hubiera extrañado ver a un explorador canoso con su mula entre las dunas de arena.
Desde entonces, decenas de misiones han llegado a Marte y han ido desvelando aspectos fascinantes del planeta. Sin embargo, la pregunta más importante, la posibilidad de existencia de vida, aún no ha recibido una respuesta definitiva. En estos momentos varias misiones observan con éxito el planeta tanto desde el espacio como desde la superficie: 2001 Mars Odyssey, 2003 Mars Exploration Rovers, Mars Express, Mars Reconnaissance Orbiter, Mars Science Laboratory y otras tienen por objetivo el Planeta Rojo en un futuro inmediato: MAVEN, ExoMars/Trace Gas Orbiter, Mars 2018 Mission, Beyond 2020. Con ellas se están sembrando las bases para que, en un futuro no muy lejano, el sueño del Goddard se haga realidad.
REFERENCIAS.
Remolinos y eclipses en Marte. Hablamos con Luis Vázquez – Hablando con Científicos podcast
Vídeo de Marte y el Monte Olimpo:
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