Vanguardia de la Ciencia es un programa de divulgación científica creado por Angel Rodríguez Lozano en 1995. En cada episodio contamos la ciencia con amenidad y rigor para mostrar los avances que se producen en distintas áreas del conocimiento en forma de reportajes, noticias, entrevistas y curiosidades científicas.
Los paleontólogos, los geólogos, los físicos y expertos de un gran número de ramas de la ciencia colaboran para reconstruir la historia de nuestro planeta. Las letras con las que fue escrita esa historia se encuentran enterradas en los estratos de tierra acumulada con el paso de los siglos. Los fósiles hablan de criaturas fabulosas, como los dinosaurios y de seres microscópicos, que vivieron y desaparecieron a veces bruscamente por causas desconocidas.
Desde los años 60, las investigadores habían venido detectando que, no importa donde estudien los sedimentos, en Europa, África, América… o bajo qué océanos, el Pacífico, el Indico…, siempre aparece una capa de tierra oscura a partir de la cual los fósiles disminuyen bruscamente o desaparecen. Las dataciones de los distintos sedimentos coincidían en dar a aquella capa una edad aproximada de 65 millones de años, el momento geológico que marca el final del periodo Cretácico y los comienzos de la era Terciaria. Para abreviar se le asignó el nombre de “límite K-T”.
A finales de 1970, el equipo del geólogo Walter Alvarez, ayudado por su padre, el Premio Nobel de Física Louis Alvarez, se encontraba en Italia, estudiando la capa K-T de una localidad cercana a Gubio. Algunas estimaciones, realizadas mediante el estudio de las inversiones del campo magnético terrestre, indicaban que la capa se había depositado en un tiempo inferior a un millón de años, pero los Alvarez quisieron afinar algo más, decidieron utilizar un procedimiento novedoso: “El reloj de arena de Iridio”.
El método se basa en un razonamiento tan simple como ingenioso: el iridio es un metal muy raro en la corteza terrestre pero en los meteoritos es entre mil y diez mil veces mas abundante. Cada día el polvo interplanetario y los meteoritos que caen sobre la Tierra aportan una pequeña cantidad de iridio que se va acumulando como una fina lluvia en los sedimentos. Los investigadores pensaron que, dado que la cantidad de iridio que se deposita es prácticamente constante en el tiempo, basta con medir la cantidad acumulada en una capa determinada de tierra para conocer el tiempo que ha tardado en depositarse. En el fondo es como un reloj de arena, cuanto más iridio haya, más tiempo habrá pasado.
Louis y Walter Álvarez midieron la cantidad de iridio acumulada en la capa K-T y los resultados los dejaron mudos de asombro ¡Allí había tanto iridio que habrían sido necesarios diez millones de años de lluvia cósmica para acumularlo!
Tal vez el iridio no había llegado poco a poco sino de una vez. Lanzaron la hipótesis de que un objeto extraterrestre, un asteroide o un cometa de grandes dimensiones, chocó contra la Tierra hace 65 millones de años.
Pero los Álvarez no fueron los únicos en hacer el descubrimiento, aunque sí se llevaron la fama. Un mes antes de que Walter y Louis publicaran su artículo en la revista Science, dos paleontólogos de la Universidad de Amsterdan, Smit y Hertogen, presentaron en Nature otra publicación con la que llegaban a las mismas conclusiones. Smit y Hertogen habían estudiado el corte de Caravaca en el sureste de España, allí habían encontrado esférulas y otras pruebas de un gran impacto meteorítico. Sin embargo, los Alvarez les habían ganado la batalla de la celebridad porque habían dado a conocer sus resultados durante un congreso el año anterior.
En 1991 los geofísicos descubrieron que bajo la punta de la península de Yucatán, al sudeste de México, existía un gran cráter de impacto con dimensiones entre 180 y 310 kilómetros. Bajo su lecho se acumula toda una serie de pruebas de la catástrofe: cristales de cuarzo, restos de rocas fundidas tras el impacto, esférulas, etc. La datación de las rocas le asignan una edad de 65 millones de años. Como suele suceder, no todo el mundo estuvo de acuerdo, otras hipótesis se abrieron camino y la polémica, en cierta medida, continúa hoy.
Recientemente se publicó en la revista Science un artículo de revisión titulado “El impacto del asteroide de Chicxulub y la extinción en masa del límite Cretácico-Paleógeno”. En él se proporcionan nuevos datos que apoyan la hipótesis del choque de un enorme meteorito, del tamaño del monte Everest, en Chicxulub, como el causante de la extinción. Hoy en Vanguardia de la Ciencia entrevistamos a Laia Alegret, investigadora en el Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Zaragoza quien, junto a Ignacio Arenillas y José Arz, liderados por Peter Schulte, han formado parte de un total 41 científicos de todo el mundo que han publicado este review en la revista científica Science.
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