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Shringasaurus es un cuadrúpedo herbívoro corpulento de tres a cuatro metros de longitud. Su nombre procede del sánscrito shringa, “cuerno”, y del griego sauros, “lagarto”. Shringasaurus, que ha sido descrito por científicos de la India y Argentina este mismo año de 2017, vivió hace unos 245 millones de años, a mediados del Triásico. Su aspecto era muy peculiar. El cráneo, de forma rectangular y relativamente pequeño, en algunos individuos presenta un par de cuernos de hueso anchos y cortos, de forma cónica, que se proyectan hacia arriba y hacia adelante desde la parte superior del cráneo, sobre los ojos, y que en vida debían de estar cubiertos de una funda córnea. Los cuernos crecen en longitud y en grosor con la edad. En los ejemplares jóvenes son rectos, y con la edad se van curvando hacia delante.
Imaginad por un momento a un grupo de cazadores que, después de la jornada de caza durante la cual han abatido un conjunto de animales de gran tamaño, se reúne a la orilla de un lago para trocearlos, separar la carne y la piel y favorecer así su transporte. Hecho el despiece, los cazadores abandonan el lugar y dejan atrás cuchillos y otras herramientas utilizadas, así como los huesos y restos de los animales que han sido descarnados. Ahora imaginad que nadie vuelve al lugar durante 60.000 años. Transcurrido ese tiempo, un grupo de arqueólogos desentierra los restos y encuentra las herramientas y huesos de animales consumidos ¿Qué pueden averiguar esos arqueólogos de la vida y costumbres de los cazadores analizando exclusivamente esos pocos restos? Lo que acabo de relatar sucedió en el yacimiento israelí Nahal Mahanayeem Outlet y gracias al estudio “traceológico” de las herramientas encontradas, el investigador predoctoral de IPHES, Juan Ignacio Martin Viveros y un nutrido grupo de investigadores ha conseguido averiguar datos insospechados del uso de las herramientas y hábitos de aquellos lejanos cazadores prehistóricos.
Un estudio reciente, publicado en la revista Nature Genetics, desvela que nosotros, los humanos, mutamos mucho más lentamente que otras criaturas. Además, no recibimos, en general, la misma proporción de mutaciones de nuestros padres que de nuestras madres. El número de nuevas mutaciones determinadas en este estudio es de tres a seis veces menor que el estimado en otros. Dado que la velocidad de mutación se utiliza para calcular el momento evolutivo en que se separan dos especies de un tronco común, el resultado podría indicar que humanos y chimpancés se separaron mucho antes de lo que se cree.
La investigación científica sobre el origen del perro ha sido muy intensa, a pesar de lo cual, la controversia sobre cuándo y cómo y cuántas veces sucedió su domesticación no ha sido resuelta, al contrario de lo que parecía creerse hace veinte años. Esto es lo que indican los autores de un artículo publicado en 2020 en la revista Science, y en el que los investigadores analizan los genomas de 27 perros ancestrales. De acuerdo con los datos obtenidos, los autores concluyen que hace 11.000 años al menos cinco linajes independientes de perros, que podemos asimilar a razas primitivas de estos animales, ya se habían establecido a partir de un ancestro común, lo que confirma una rica historia genética de esos animales una vez comenzaron a acompañar al ser humano.
Los gusanos planaria de algunas especies pueden ser seccionados en rodajas –como si de un pequeño chorizo se tratara– desde la cabeza a la cola. Pues bien, cada una de esas rodajas es capaz de regenerar un gusano completo. Recientemente, tres grupos de investigadores han descubierto que el gen responsable de la regeneración en estos animales es homólogo del gen Wnt, un viejo conocido de los investigadores en cáncer, que se identificó en cáncer de mama. Tal vez la comprensión del proceso canceroso ayude a conseguir comprender también el proceso regenerativo.
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