El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Durante el invierno quien más quien menos habrá ganado algunos kilos de más que ahora se habrá propuesto perder. Pero si ganar kilos es cuestión de días, perderlos puede ser cuestión de meses, de años, … o de toda la vida. Por esta razón, me ha parecido bien contarle unas investigaciones que apuntan a la posibilidad de que, en el futuro, podamos quemar grasas sin movernos del sofá, mientras nos tomamos un helado para refrescarnos, aunque quizá no sea lo más saludable.
Como el lector preocupado por su peso conoce, existen dos tipos de grasa, es decir, dos tipos de tejido adiposo: la grasa blanca, y la grasa marrón. La grasa blanca (el tocinillo) es la que genera los temidos michelines, ya que es la encargada de almacenar los lípidos procedentes de las calorías que comemos en exceso. La grasa marrón no genera michelines porque, al contrario que la grasa blanca, es la encargada de quemar lípidos para producir calor y mantener de ese modo la temperatura corporal. La grasa marrón es fundamental, por ejemplo, para general calor en los recién nacidos que, incluso si nacen en verano, salen a un mundo frio e inhóspito, comparado con el seno materno.
Los seres humanos poseemos mucha grasa blanca la cual, en general, aumenta con la edad. Afortunadamente, poseemos también grasa parda, pero, por desgracia, con esta sucede lo contrario que con la grasa blanca y su proporción decrece con la edad. Probablemente por esa razón las personas de edad avanzada suelen ser más frioleras que las jóvenes.
Hormonas y apetito
La cantidad de grasa blanca que poseamos depende de nuestro apetito. Si tenemos demasiado apetito, el exceso de calorías se trasforma en lípidos que son almacenados en el tejido adiposo blanco. Es bien conocido que el apetito está regulado por la acción de varias hormonas. Una de ellas, tal vez no muy conocida del gran público (en todas las acepciones del término “gran”) es la llamada grelina. La grelina es una hormona producida por el estómago y el páncreas que estimula el apetito. Otras hormonas, como la leptina, producida por la grasa blanca, disminuyen el apetito, lo cual es lógico porque si tenemos mucha grasa blanca lo normal es dejar de comer y no almacenar más calorías.
Que engordemos o no depende, por tanto, de un correcto equilibrio entre las calorías que entran y las que salen, es decir, entre las que comemos y las que consumimos en el ejercicio o la actividad diaria. Si este equilibrio no se consigue, bien ganamos, bien perdemos peso. Este correcto equilibro depende igualmente de los mecanismos que responden ante las hormonas reguladoras del apetito, en particular, de las proteínas presentes en la membrana de las células que las detectan y ponen en marcha mecanismos de acción ante esa señal hormonal: los receptores hormonales.
Para estudiar cómo la grelina y su proteína receptora regulan el apetito, un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Houston ha generado ratones mediante manipulación genética que carecen bien del gen de la hormona grelina, por lo que no pueden producirla, bien del gen del receptor de dicha hormona, por lo que no pueden responder a su presencia. El estudio de estos ratones no dio los resultados esperados, ya que los ratones sin grelina o sin su receptor comían y gastaban calorías igual que los normales, es decir, sorprendentemente, no mostraban un desarreglo de su apetito. Sin embargo, los investigadores comprobaron que los ratones que carecían del receptor de la grelina no engordaban con la edad, mientras que los que no podían producir esta hormona, y también los ratones normales, seguían engordando a medida que envejecían.
Fármacos y calor
Los investigadores comprobaron también que los ratones que no podían producir grelina tenían más frio y más dificultades para mantener una temperatura corporal adecuada. Sin embargo, los ratones que no poseían el receptor de esta hormona no tenían frío ¿Por qué?
Puesto que la grasa parda es la encargada de generar calor para mantener una temperatura corporal adecuada, los investigadores estudiaron las propiedades de la grasa parda que poseían los ratones sin el receptor de la grelina y comprobaron que estos ratones tenían una grasa parda más activa, que quemaba más grasas y generaba más calor de lo normal. Sin embargo, es un misterio por qué no sucede lo mismo en los ratones que carecen de producción de grelina, y no de su receptor. Posiblemente, el receptor de la grelina responda también a la presencia de otra hormona, aún desconocida, que frena la actividad de la grasa parda, pero esto es, por el momento, solo una especulación.
¿Dónde nos conducen estos estudios? Y bien, podemos pensar ahora en desarrollar algún fármaco que se una al receptor de la grelina y bloquee su actividad, lo que activará a la grasa parda. Esto nos hará ser más calurosos, pero también almacenar menos calorías, que se quemarán gracias a la grasa parda sin necesidad de realizar más ejercicio, incluso tumbados en un cómodo sofá.
No obstante, queda mucho aún por conocer sobre los mecanismos de control del apetito y del metabolismo, tan importantes para nuestra salud. Mientras tanto, lo mejor que podemos hacer es cuidar nuestro peso de manera activa y responsable con nosotros mismos. Quizá no sea una tarea tan pesada como parece, si uno se empeña en conseguirlo.
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