Buscando "Bacterias"
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En tiempos en los que estamos dejando atrás esta pandemia y estamos ya comenzado a perder el miedo a los contagios, me ha parecido que podría ser interesante asomarnos al mundo de los patógenos y de las enfermedades infecciosas, en general, y analizar con tranquilidad, antes de que aparezca el SARS-CoV-3, cómo estaba la situación hace algo más de veinte años y cómo estamos en la actualidad. En noviembre de 2002 decía que había 1.415 organismos patógenos para el ser humano, actualmente no solamente parece haberse extinguido ninguno sino que hemos debido añadir al menos tres más, el SARS-CoV-1, el primer coronavirus que casi causa una catástrofe planetaria, el MERS, el segundo coronavirus que pudo causarla, y el SARS-CoV-2, el coronavirus que finalmente causó la pandemia de COVID-19. Esos 1.418 patógenos suponen mucho menos del 1% de todas las especies de microorganismos que habitan la Tierra. Es una suerte que así sea, pero ¿cuál es la razón? Hoy la explica Jorge Laborda en este podcast.
Investigadores del Instituto Weizmann, en Israel, han realizado un estudio para explorar en profundidad qué cambios tienen lugar en la flora intestinal a lo largo de un día y qué factores son los más importantes en los mismos. Estos estudios revelaron que las bacterias cambian de posición de manera cíclica lo largo del día sobre la superficie del intestino, como si realizaran un baile sobre dicha superficie, baile que repiten todos los días con sus noches. Estas fluctuaciones bacterianas no solo afectan al funcionamiento de genes de las células intestinales a lo largo del día, sino también al funcionamiento de genes de otros órganos, como el hígado, que no se encuentran en contacto directo con la flora intestinal.
La Meseta Antártica es uno de los entornos más extremos de la Tierra, con temperaturas que pueden descender hasta -89°C, vientos huracanados y una sequedad comparable a la de los desiertos más áridos. A pesar de estas condiciones hostiles, algunos microorganismos han desarrollado estrategias para sobrevivir en el hielo, adaptándose a la falta de luz y nutrientes. Este ambiente es análogo a los de Marte y lunas heladas como Europa (Júpiter) o Encélado (Saturno), donde el frío, la radiación y la falta de una atmósfera densa dificultan la existencia de vida. Por ello, la Meseta Antártica es un laboratorio natural que ayuda a los científicos a entender cómo la vida podría persistir más allá de la Tierra. Un equipo del Centro de Astrobiología, liderado por Víctor Parro, nuestro invitado en Hablando con Científicos, ha recorrido 2.578 km por la Meseta Antártica con un laboratorio móvil montado sobre un trineo impulsado por el viento, analizando restos de vida microbiana con la mirada puesta en la búsqueda de vida en otros mundos.
La vida es un fenómeno difícil de definir. Probablemente por esta razón se han propuesto varias definiciones para ella. Todas tienen aspectos positivos y negativos, pero ninguna es plenamente satisfactoria. Sin embargo, los descubrimientos sobre los mecanismos moleculares íntimos de la vida nos permiten, si no definirla, sí al menos apreciar sus características más fundamentales. En este sentido, la biología molecular permite afirmar, según propone hoy Jorge Laborda, que la vida es una “guerra de información”.
El estafilococo áureo es una bacteria que posee características que la hacen particularmente peligrosa. Una de ellas es que, a pesar de que puede ser vencido por el uso de nuevos antibióticos, muchas veces los enfermos aparentemente curados vuelven a recaer y son muy comunes las infecciones recurrentes que aparecen varios meses o incluso años más tarde. Se ha descubierto que los estafilococos áureos, en presencia de antibióticos, se introducen en las células y, una vez dentro, entran en una fase durmiente que les permite sebrevivir y permite, a su vez, que la célula protectora siga viviendo. Cuando las circunstancias son propicias, despierta, destruye a su célula hospedadora, se reproduce con rapidez e infecta de nuevo al paciente.
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