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Hoy comenzaremos con un reportaje que mezcla la sismología y la conservación de la naturaleza. Un equipo de científicos ha utilizado las ondas sísmicas generadas por los elefantes al caminar, correr o comunicarse para monitorizar sus movimientos y protegerlos de los cazadores furtivos. Hablamos con el investigador Álvaro Fernández, en la Universidad de Texas, quien ha publicado los resultados de una investigación que aumenta la duración de la vida de los ratones en un 10%, gracias a una modificación que mejora el mecanismo de la autofagia en sus células. Ofreceremos un nuevo capítulo de Astronomía al Aire titulado “Los rayos cósmicos, mensajeros del Universo”. Germán Fernández comenta un artículo en el que se habla de los hábitos de anidación de los dinosaurios. Investigadores japoneses han comparado los datos de nidos fósiles de dinosaurios con los de aves, cocodrilos y otras muchas criaturas para rellenar los huecos de conocimiento que tenemos de ellos. Por último, respondemos con un reportaje a la pregunta de una oyente que quiere saber qué está sucediendo con el Agujero de Ozono, porque un reciente artículo ha revelado que no se está reduciendo al ritmo que debería.
Hace casi medio siglo, en 1976, una expedición paleontológica argentina de la Universidad Nacional de Tucumán, dirigida por el paleontólogo José Fernando Bonaparte, descubrió en el yacimiento de El Tranquilo, en el sur de Argentina, los restos fósiles de varios individuos de una nueva especie de dinosaurio, al que bautizaron por su pequeño tamaño con el nombre de Mussaurus, el “lagarto ratón”. Los esqueletos, incompletos, medían unos treinta centímetros de longitud, de los que la mitad correspondía a la cola. Pero este pequeño tamaño tenía una explicación: se trataba de ejemplares recién nacidos, que se encontraban en un nido junto a dos huevos sin eclosionar. Los primeros adultos de Mussaurus fueron descritos en 1980 por el paleontólogo argentino Rodolfo Casamiquela, su tamaño ya no tenía nada que ver con un ratón, pero el nombre quedó.
Si una de las marcas de nuestro tiempo es el rápido avance de la ciencia, no es menos cierto que este avance viene acompañado de un fuerte movimiento anticiencia. Dentro de este movimiento se aglutinan personas con diversos intereses o creencias a quienes no parecen gustarles algunas de las ideas o hechos que la ciencia propone ¿Qué ha revelado la ciencia sobre la anticiencia? Factores como la inteligencia, las ideas preconcebidas, la pertenencia a un grupo, la psicología y la actividad cerebral asociada a las creencias anticientíficas son algunos de los factores estudiados por la ciencia.
Cuando yo era un niño, las noches sin Luna proporcionaban un espectáculo impresionante a cualquiera que elevara su vista al firmamento. Era tal la cantidad de estrellas que las constelaciones resultaban difíciles de identificar y la alargada mancha blanquecina de la Vía Láctea surcaba el cielo mostrándose con todo su esplendor. Nada de eso puede observarse ahora, a no ser que nos traslademos a lugares recónditos, muy alejados de la luz que desprenden los pueblos y ciudades. Los aficionados a observar el firmamento no son los únicos damnificados por el exceso de luz que ilumina las noches. Muchas personas sufren problemas para conciliar el sueño y un gran número de especies animales de hábitos nocturnos han visto disminuir de forma alarmante sus poblaciones, porque, al ser más visibles, son más fáciles de localizar por sus depredadores. Un equipo de investigadores, liderado por Alejandro Sánchez de Miguel, nuestro invitado hoy en Hablando con Científicos, ha dado a conocer un estudio que, utilizando las imágenes captadas por satélites y astronautas de la Estación Espacial Internacional, demuestra que el problema de la contaminación lumínica, lejos de mejorar, ha aumentado en amplias regiones de Europa durante los últimos años, un deterioro provocado por la utilización masiva de fuentes de iluminación LED.
Quizá alguien de vosotros o alguno de vuestros familiares sea intolerante a la lactosa, en ese caso, le interesará conocer qué quesos son menos ricos en lactosa. También es importante conocer en qué consiste esa intolerancia, que no tiene nada que ver con la alergia. De hecho, es imposible ser alérgico a la lactosa porque solo se puede ser alérgico a compuestos que contienen alguna proteína, y la lactosa es solo un hidrato de carbono. Así que, si alguien se siente mal al ingerir lactosa, no es porque sea alérgico a ella, es solo intolerante a esta sustancia. Hoy, Miguel Pocoví habla del contenido en lactosa de los quesos. Lo que explica Miguel ha inducido a Jorge Laborda a buscar la respuesta a una pregunta: ¿por qué la leche contiene lactosa, con los problemas de intolerancia que eso provoca en algunas personas, y no sacarosa, por ejemplo, un azúcar mucho más común y de idéntico valor nutritivo? Escuchad la respuesta en este podcast.
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